Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 40- Ángel de sangre

Desde que Elizabeth había entrado a la escuela y le contaron su particular situación, la señorita Bouza, maestra de primaria, pensó que sería buena idea cumplir el pequeño capricho de la recién llegada, después de todo, la madre de la pequeña acababa de morir y creía que si cumplía su capricho tal vez se recuperaría del trauma.

No fue así.

¿En que estaba pensando?  

Dijo que aquel nombre era del de su madre, pero era imposible... Los rumores llegaron hasta ella como una tormenta de malas noticias y al oír acerca de la Asesina Ocular supo que algo no estaba bien dentro de la cabeza de su alumna. 

¿Acaso decía en serio que "ese" nombre era el de su madre?    

Era imposible. Sabía que la pequeña vivía con su tía pero necesitaba hablar con el padre de la niña de inmediato.

El hombre estaba en una ciudad lejana y había afirmado que iría al pueblo en cuanto arreglara unos "asuntos" importantes. La madrastra de Elizabeth había muerto en un desafortunado accidente al igual que su medio hermano, después de aquellas muertes el padre de Elizabeth había mandado a sus hijos a vivir con su tía para que se alejaran de aquella ciudad llena de muerte.

¿Sería posible acaso que tuviera relación con las muertes en el pueblo? No, era una tontería. Era horrible pensar en aquello. La señorita Bouza sacudió la cabeza pensando que era una horrible persona solo por el hecho de haber pensado en aquello.

Y aún así no podía dejar de pensarlo.

¿Sería que la niña tenía mala suerte o sería algo mucho más complejo y perverso?

 

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—Kaleb... Kaleb... Despierta. Tienes que abrir los ojos—oía decir a aquella voz que parecía lejana.

Abrió los ojos con pereza, el dolor lo invadió. Respirar era una tarea complicada, sentía todo su cuerpo roto y al mínimo movimiento podía sentir como si le quebrarán los huesos, uno a uno.

Sin embargo, ver aquella cara delante suya hizo que el dolor valiera la pena. Veía borroso, pero no había duda que era aquella persona tan especial para el.

—Has vuelto—susurró antes de sentir el dolor recorrer su garganta.

Era tan abrumador y doloroso que sentía que se iba a desmayar.

—Estoy aquí. No me iré a ningún sitio—dijo la voz, se oía mal... Casi no podía reconocer aquella voz que tanto le gustaba.

Había vuelto por él y eso era todo lo que necesitaba saber.

Aquella dulce persona que el conocía muy bien había vuelto por el aún cuando lo arrojaron de un barranco. Pese al dolor, pudo sentir felicidad y una paz reconfortante en su corazón destrozado.

Si, estaba feliz. ¿Acaso eso era lo que siempre debió sentir? ¿Acaso eso se sentía ser un niño normal?

Sentía como las lágrimas salían de sus ojos, su vista se volvió más borrosa. En un intento de mantener a aquella persona cerca de él, le apretó la mano sintiendo un dolor punzante en la muñeca.

—Te... Amo—susurro antes de que el pecho le doliera.

—También te amo—le respondieron con voz ronca.

Si, él también podía amar. También podía sentir y podía querer como cualquier niño normal. Lastima que lo descubrió muy tarde.

Quería seguir viendo aquellos grandes ojos que tanto le gustaban aunque los viera borrosos. Tenía tanto sueño que cerró sus ojos solo un momento. Solo por un momento quería cerrarlos. Despertaría para poder abrazar a aquella persona tan especial para el.

No volvió a abrir los ojos.

 

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Elizabeth estaba al teléfono con su padre. Ella jugaba con su cabello escuchando todo lo que su padre tenía para decirle, nada interesante y nada que a ella le importara.

—¿Como vas tú, hija mía?—pregunto el hombre en la otra línea.

—Oye, papá—murmuró, sus pensamientos salieron a flote y no pude evitar decirlos en voz alta—. Me he estado sintiendo muy rara. Conocí a una niña, ella es muy buena y gentil... Por alguna razón tengo el sentimiento de querer protegerla, ¿pero que hago? Otra niña piensa que quiero hacerle daño, no quiero hacerle daño, quiero protegerla y que sea mi amiga. Es demasiado buena para este mundo, ¿que hago, papá? ¿Por que me siento así? Siento...

Se miró la mano. Aquel sentimiento era suyo, solamente suyo. Había sido controlada toda su vida, se había forzado a sentir cosas que no sentía, se había obligado a hacer tantas cosas y pensar las mismas cosas que "ella".

Ese no era el caso en ese momento. Aquel sentimiento que la llenaba cuando veía el rostro de Emily era algo que no había experimentado por otra persona.



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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