Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 42- Por ti

"Un monstruo, ¿nace o se hace?, se hace. Uno nace puro, el mundo lo corrompe.

Nunca confíes en nadie, por qué una vez el Diablo fue el ángel más hermoso.

 

La flor más blanca, se volvió la flor más horrible y despiadada.

Todas las flores se marchitan.

La flor más blanca, algún día tenía que marchitarse."

 

Arrancó la hoja del cuaderno y dejó que el viento se la llevara junto con alguno de los pétalos del ramo de flores que descansaba sobre la tumba.

Busco una nueva hoja y empezó a escribir de nuevo teniendo a la luna como testigo. La pequeña lámpara en el suelo y la luz de la luna era lo suficiente como para poder ver donde escribía.

Aunque tampoco era necesario saberlo.

 

"Todo por ti,

Todo por mi.

Cada gota de sangre, siempre fue por ti

Ahora estoy rota, pero no importa

Con tal de que sea por ti.

 

Nadie podrá atraparte.

Nadie podrá atraparme.

 

Ellos nunca volverán.

Tú nunca volverás.

 

Este era tú juego, en el que eras la maestra.

Este es mi juego, donde solo eres una pieza.

 

Ya nadie lo olvidara.

Por qué los gritos de dolor

Por siempre se quedarán."

 

Termino de escribir y cerró su pequeño cuaderno de tapa gruesa color negro. Miro hacia la tumba enfrente de ella y sonrió con melancolía.

Había conocido a aquel niño de ojos grises que la observaban con admiración e intriga, recordaba al niño seguirla a todas partes como su pequeña sombra. Pero en realidad no la seguía a ella.

Aún sabiéndolo, le tomó aprecio al pequeño niño.

Emily siguió sonriendo sin dejar de mirar la tumba.

Sentía una extraña sensación en su pecho y la cabeza le dolía. Había olvidado tantas cosas, había perdido tanto y hecho tanto daño que ahora parecía no tener escape de aquel juego mortal.

—Kaleb—susurró—. Me pregunto donde estarás en este momento. ¿En el cielo, en el infierno, o tal vez en el limbo? Me pregunto si algún día nos volveremos a ver.

Se dejó caer de rodillas y tomó el ramo de flores rojas que estaba sobre la tumba. Con ayuda de ramas y el hilo que consiguió haciendo añicos sus calcetines, pudo crear una corona de flores roja llena de espinas.

Sonrió antes de ponerla sobre su cabeza. Las espinas se incrustaron en su piel pero no por eso se la quitó.

Aún podía visualizar al pequeño Kaleb atado de muñecas en aquel edificio para que la gente pudiera observarlo. No podía olvidar lo hermoso que se veía con aquella corona de flores adornando su cabello.

Maquillarlo y prepararlo había sido la parte más fácil de aquella operación pues subirlo sin que nadie se diera cuenta había sido todo un reto.

El grito del pequeño cayendo del acantilado también llegó a su mente y cerró los ojos para poder concentrarse mejor en aquel grito lleno de desesperación.

—Los gritos de dolor, por siempre se quedaran—susurro mirando a la luna recordando aquellos gritos que hacían eco en su mente.



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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