Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 44- Recuerdos perdidos

Una vez empezó, no pudo parar. El corazón de Emily estaba lleno de celos y maldiciones.

Aveces olvidaba quien era. Aveces se sentía irreal, como si se viera a sí misma en una película. Los recuerdos eran borrosos o no existían. Había lagunas en su mente que no podía llenar, su memoria estaba dividida como un rompecabezas incompleto y no encontraba las piezas que le faltaban.

Lo único que llenaban aquellos momentos que no recordaba era un cuaderno escrito con una letra que no era suya narrando lo que había hecho.

Aveces Emily escribía en respuesta a eso y cuando volvía a ver, le habían contestado. La letra aveces era impecable, otras veces parecían rayones en vez de palabras y otras veces por cada diez Palabras que había escritas ocho eran malas palabras.

Había olvidado tantas cosas.

No era la primera vez que sucedía, su pasado estaba lleno de recuerdos borrosos, había cosas que no recordaba y no había nadie quien pudiera decirle.

En aquellas páginas el dueño de la letra que escribía malas palabras afirmaba que Emily estaba muerta, que murió el mismo día que Victoria y fue la segunda persona en morir desde que empezó todo.

De cierta forma era cierto, Emily había cometido tantas cosas horribles que se había vuelto en una persona totalmente distinta a la que era antes. Había matado, había asesinado a gente inocente solo por ella.  

Solo por Doll.

Tal vez, si hubiera dicho algo cuando la vio matar a Victoria, el futuro hubiera sido totalmente distinto. Tal vez si le hubiera dicho a Doll sobre los celos que sentía hacia Elizabeth ella hubiera hecho algo al respecto.

Todo se vino abajo cuando llegó Elizabeth. Oh, como la detestaba, le había quitado la atención de Doll en cuestión de días.

¿Es que ella no era suficiente para Doll?

¿Que hizo mal?

Odiaba estar sola.

Hizo tantas cosas horribles e imperdonables solo para mantener cerca a su amiga.

Ya casi no podía reconocerse en el espejo. Aveces se miraba en el espejo y veía a otra persona que no era ella. Aquel reflejo no era suyo, ¿de quien era?

No entendía el por qué era así.

No entendía por que la gente se alejaba de ella.

Y quería remediar eso.

—Yo elegí este camino—se recordó así misma.

En cierto modo, se había asesinado a sí misma al convertirse en aquello.

Miro hacia su cama desordenada, no podía dormir. Hacía mucho que había dejado de tener buenas noches de sueño, en su lugar las pesadillas la atormentaban como si quieran decirle que estaba mal lo que hacía.

¿Y que si estaba mal? No pararía hasta que estuviera junto a Doll de nuevo.

—Me preguntó si podrás perdonarme—murmuro asomándose por la ventana mirando la luna en lo alto del cielo. Recordó que en unos días se haría un juicio y ella iba a ir.

Los familiares de las víctimas no estaban de acuerdo con que Doll y Elizabeth fueran a un hospital psiquiátrico, ellos querían justicia por sus familiares caídos. Por lo que ambas serían enjuiciadas, y al final, se decidiría a dónde irían, si a la correccional o al hospital psiquiátrico de manera permanente.

Trono la boca antes de tomar su paraguas color rojo vivo de debajo de su cama y salir de la habitación sin hacer ningún ruido. Si despertaba a su madre estadía en serios problemas.

Al salir de la casa pudo notar que una lluvia ligera caía del cielo. Poniendo el paraguas abierto encima de ella, empezó a caminar sin rumbo alguno.

Con sus botas de lluvia y en pijama, empezó a andar por el vecindario. Las calles estaban vacías y los policías, que antes inundaban las esquinas, habían desaparecido en su mayoría, solo tuvo que irse por otros rumbos para esquivar a los que quedaban.

Paso por la casa de Doll y vio el gran árbol que daba a su ventana, aunque escalará por el no encontraría a Doll. Paso por el parque Astromelia, donde su amiga había asesinado a Alice, también pasó por la casa de Elizabeth, se detuvo en frente de esta.

Antes de que fuera arrestada, disfrutaba pararse afuera de su casa para observar su ventana. Lo único que pasaba por su mente en esos momentos era el como podría deshacerse de ella, no le importaba matarla.

Dejo escapar un bufido. No solo se había arrastrado a ella a aquel agujero, si no también a Kaleb, mejor conocido como Noah.

Aun podía recordar como lo colgó en aquel edifico después de maquillarlo y adornarlo para la ocasión. Aún recordaba su pequeño y frágil cuerpo roto y lleno de sangre descansando con tranquilidad en sus brazos.

«Has vuelto» fue lo que susurro en su lecho de muerte.

¿En verdad había regresado? Tal vez no del todo, aquellas voces en su cabeza cada vez resonaban más y más haciendo que fuera imposible pensar.

«Te amo» fueron sus últimas palabras.

La niña había correspondido a sus sentimientos, pero, ¿en verdad lo amaba? Posiblemente no, solo lo dijo para que el pequeño niño se fuera en paz.

Dejó caer el paraguas al suelo, las gotas de lluvia empezaron a mojar su piel y su ropa. Aquella pesadilla todavía no terminaba, aún necesitaba ocuparse de muchas cosas.

Se preguntaba cuál sería el final de aquella historia, de su propia historia. Viendo a la ventana de Elizabeth se preguntó cómo todo aquello había comenzado, como aquella historia de celos, asesinatos y maldiciones había dado comienzo.

 

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Su cuerpo fue encontrado en un pequeño claro del bosque en una cama de flores rosas. Su cuerpo, cubierto por un pequeño y corto vestido blanco, estaba enterrado en flores blancas dejando su cara al descubierto.

Tenía los ojos abiertos de par en par con una expresión vacía. No era nada más que el cascarón de la que alguna vez fue Chealsea.

Sus uñas estaban pintadas con su propia sangre al igual que sus labios y párpados, sus ojos estaban adornados con delineador negro dándole un aspecto macabro y perturbador. ¿Que clase de mente enferma maquillaría a su víctima?



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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