Anomia: pequeñas asesinas

Capituló 45- Misma moneda, diferente perspectiva

Dos años antes.

Martes 13 de 19xx.

  

Los niños apenas salían de la escuela acompañados por sus padres, se podían escuchar las risas y murmullos de la gente que pasaba por la calle junto con su hijo. Algunos niños estaban platicando con sus amigos antes de irse a casa para regresar al día siguiente.

La pequeña niña buscó con la mirada entre la gente a su hermana mayor. No la vio. Lo único que veía eran rostros desconocidos de adultos y niños por igual.

—Emily, ¿donde esta Doll?—preguntó una voz detrás de ella.

Al escuchar su nombre se giró viendo al profesor de matemáticas en frente de ella. El sudor perlaba su frente debido al terrible sol que azotaba el pueblo. Su profesor, con unos kilos de más, estaba jadeando en busca de aire.

—No lo se—murmuró—. ¿Usted cree que yo soy un centro de información, profesor?

—Siempre están pegadas como uña y mugre.

—Serán sus uñas, mis uñas están limpias—murmuro con voz inocente enseñándole las manos.

El profesor suspiro antes de darse media vuelta y desaparecer entre la gente. Le había mentido, Emily sabía donde se encontraba su mejor amiga: Doll. Siempre iba a aquel parque rodeado de árboles a leer aquellos extraños libros que tanto le gustaban.

Quería ir a casa pero no podía hacerlo si no encontraba a su hermana, Victoria. Encogiéndose de hombros y ajustando su mochila a su espalda, decidió ir a encontrar a Doll para pasar el rato, tal vez su amiga la ayudaría a encontrar a su hermana.

Al llegar al parque se internó de inmediato entre los árboles tocando con la punta de sus dedos el tronco de estos.

Doll siempre tenía un lugar preferido para sentarse y leer, tal vez estaría ahí.

—Uno... Dos... Tres... Cuatro. Gira en el árbol torcido y sigue recto—murmuro ella recordando el camino para llegar.

Escuchó ruidos extraños y susurros.

—Cállate, cállate. No hagas ruido—susurro una voz entre los arbustos.

—¿Doll?—pregunto con un hilo de voz Emily.

Una melena color rubio se asomó entre los arbustos. La pequeña niña pudo ver con claridad a su amiga, Doll Campbell, con el pie encima de la cabeza de alguien, quien poco a poco dejaba de resistirse.

¿Que estaba haciendo? ¿Quien era aquella chica en el suelo?

Quiso acercarse pero sus piernas no respondían, como si su subconsciente le dijera que era mejor no acercarse. Doll miraba al lado contrario escrutando entre las sombras y los árboles algo que Emily no pudo ver.

Aquellos minutos le parecieron horas, no podía moverse de aquel lugar y su mirada estaba fijamente en aquella niña de cabello rubio que caía sobre su espalda como una cascada.

Finalmente, Doll se quitó de encima de aquella chica dejándola libre y quitándole un listón que traía en el cuello.

—Victoria, ya te puedes levantar, perdón pero... No tenia opción—dijo su amiga.

«¿Victoria?» pensó la pequeña. ¿Su hermana? ¿Aquella chica en el piso era su hermana? ¿Que estaban haciendo las dos juntas? Y lo más importante: ¿Por que su hermana no se movía?

Doll parecía tener la misma duda pues inspeccionó a Victoria, empezó a moverla y a llamarla por su nombre pero su hermana no se movía ni hablaba, estaba inerte. Doll la volteó y Emily pudo observar el rostro pálido de su hermana y sus ojos vacíos mirando a la nada. Sin vida.

Su labio inferior empezó a temblar y sus ojos se abrieron como plato. Imposible... Imposible... ¿Aquello era su hermana? No parecía serlo, no podía ser ella.

Muerte, si... Sabía que era la muerte pero nunca la había visto. Aquello no podía ser su hermana, su hermana tenía las mejillas rosadas, una resplandeciente sonrisa y un brillo especial en los ojos. Aquel cuerpo de rostro pálido y ojos vacíos mirando a la nada no podía ser Victoria Alexander, entonces ¿por que se parecían tanto?

Su amiga parecía estar en su propio mundo. Hacía movimientos extraños, se levantaba y se agachaba junto a aquel cuerpo, tenía una sonrisa escalofriante en el rostro. Nunca la había visto así. Un escalofrío recorrió su espalda, era una sonrisa terrorífica y llena de maldad.

¿Debería salir? No... No podía. Si salía, Doll la mataría.

Tras unos momentos que parecieron una eternidad. Doll tomó de los brazos a su hermana y empezó a arrastrarla al interior del bosque.

La siguió con sigilo y silencio con cuidado de no alertarla. Finalmente se detuvo en un lugar oculto entre árboles y piedras. Emily lo reconoció como el lugar donde se encontraba aquel extraño hoyo que aprecia no tener fin. Recordaba haber lanzado cosas en el pero nunca escuchaba como golpeaban el final del hoyo.

¿Que buscaba Doll...? Oh, no. Empezó a temblar al mismo tiempo que comprendía lo que su amiga tramaba.

Vio a Doll quitar las hojas de encima del hoyo y posteriormente mirar a Victoria. Sonrió antes de quitarle el broche en forma de corazón que Victoria llevaba adornando su cabello, lo guardó en su bolsillo y procedió a poner el cuerpo en el borde del hoyo.

Sus manos temblaban, su vellos estaban erizados pero no podía apartar la mirada de aquella escena. Debió haber saltado hacia ella e impedir que lanzara el cuerpo a aquel hoyo.

Pero no lo hizo.

Emily no pudo soportarlo. Antes de que lanzara el cuerpo, se fue corriendo de ahí tan rápido como pudo sin hacer ningún ruido. Sus ojos estaban cristalizados y sus pasos eran torpes así que se cayó al suelo en varias ocasiones.

Al caerse por novena vez, se quedó tirada en el suelo. Se sentó de rodillas jadeando sin poder procesar lo que acababa de pasar. Debía saber si en verdad había lanzado aquel cuerpo en el hoyo. Se aclaró la garganta y tratando de que su voz no sonara temblorosa, gritó:

—¡Victoria! ¡¿Donde estas?!

El grito alertaría a Doll y se iría corriendo por miedo a ser descubierta. Emily se quedó en silencio hasta escuchar unos pasos acelerados corriendo cerca de ella. Pudo ver a Doll correr entre los árboles a toda velocidad sin fijarse en que ella estaba ahí.



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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