Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 48- Kaleb, un niño especial

Seis meses antes del arresto.

 

–Matarás a mi hermano, ¿no?

Aquello fue algo que dijo Elizabeth a Doll cuando las espiaba. Aquella extraña conversación se trató sobre muerte, asesinatos y sobre ella misma.

Parecían estar negociando con la vida de la propia Emily y ahora sabía por qué Doll había estado tan evasiva con la chica nueva.

–No te acerques a ella–le había dicho Doll.

Y no tenía penado hacerlo. 

Elizabeth quería matarla, o al menos eso se dio a entender en su platica del día anterior

Algo estaba sucediendo en la mente de Doll, Emily lo sabía. Estaba segura de que quería hacerle algo malo a Alice, cada vez que veía a la niña sus ojos brillaban de una forma muy especial que Emily solo había visto una vez: cuando vio el cadaver de Victoria.

Planeaba matar a Alice. 

No sabía que hacer.

¿Debía enfrentar a su amiga o permanecer en silencio? Como lo hizo cuando asesinó a su hermana, ¿iba a dejar que otra niña cayera en las garras de Doll?

No podía pensar en otra cosa

Tras un largo día en la escuela. Llegó a su casa y se encontró a su tía en la entrada, una Bella y alta mujer de cabello rizado que escondía su cuerpo tras un vestido holgado.

—Hola, cariño—dijo antes de acariciarle el cabello—. Tengo una sorpresa para ti esperando en casa. Tu primo está aquí y se quedará con ustedes un tiempo mientras soluciono unos asuntos pendientes.

Solo tenía un primo, por parte de su familia paterna, así que sabía quien era. Le sonrió a su tía antes de entrar a su casa. Escuchó el sonido leve del televisor, su primo tenía los oídos sensibles y podía escuchar los sonidos leves como si fueran estridentes.

Vio su cabello color caoba, estaba de espaldas a ella, y estiró su mano para tocarlo. Era muy suave y sedoso como el de una muñeca. Le encantaba tocarle el cabello.

Lo dejó ir y el pequeño niño volteó hacia ella con una gran sonrisa en su rostro.

—¡Prima!—exclamó con emoción.

Ella le sonrió en respuesta poniendo su mano en la mejilla del pequeño. Sus penetrantes ojos grises la observaban con admiración.

—Kaleb, cuanto tiempo.

Su primo sonrió al mismo tiempo que se abalanzó sobre ella rodeando su cuello con sus brazos. Se acercó a su oído y susurro.

—Hueles a un secreto, me preguntó ¿que podrá ser?

Emily sonrió. Kaleb Alexander era un niño realmente especial, vivía del otro lado del pueblo y asistía a una escuela diferente por lo que no lo veía mucho, no solo por su condición de oídos sensibles sino que su personalidad era bastante extravagante.

Parecía que podía ver a través de una persona con total precisión.

Lo separo de ella y le puso las manos en los cachetes.

—Te lo contaré si prometes ayudarme—ofreció sin dejar de sonreír.

Kaleb se libero de su agarre y ahora fue él quien puso sus manos sobre ella, esta vez en su cabeza. Deslizó sus manos hasta su cabello y empezó a jugar con el.

Emily no soportaba el contacto físico, le daba asco que le gente la agarrará, entraba en pánico y era probable que un ataque de ansiedad la invadiera. Las únicas personas que soportaba que la tocaran era Kaleb, su propio padre y Doll.

—¿Llegara la mañana?—cantó el pequeño.

—¿Se hará de noche?—continuo la niña.

—Mientras dudo la luz es desgarrada—terminó el menor.

Ambos tenían una canción especial para ellos con la cual transmitían apoyo al otro, una canción que se la cantaban desde que eran bebés y ahora estaba grabada en sus almas.

Y tarareando la pegadiza melodía, ambos se sentaron en el sillón y cerraron sus ojos para descansar un poco recargando su peso en el cuerpo del otro.

 

::::     ::::     ::::     ::::     ::::     ::::     ::::     ::::

 

El cielo estaba nublado y amenazaba con llover de nuevo. Emily miró de reojo a Doll al lado de ella mientras su amiga miraba con atención la tumba de Victoria.

Era el aniversario de su muerte.

Cada año iban a su tumba a orar por ella con la esperanza de que regresara, o al menos eso deseaban sus padres que seguían creyendo que seguía desaparecida y no muerta. Emily sabía la verdad, sabía que no iba a volver.

Tampoco podía decir la verdad. Estaba atrapada en una jaula sin escape.

Su visita terminó pronto y junto con sus padres regresó al automóvil dejando atrás a Doll pues ella afirmaba querer pasar un rato a solas con Victoria para despedirse apropiadamente.

Una mentira.

Emily fingió enternecerse por este acto.

Otra mentira.

Doll odiaba a Victoria.

Y esa era la única verdad.

Vio a Kaleb escondido entre unos arbustos haciéndole señas para que se acercara. La niña se detuvo y miró a sus padres.

—Esperare aquí a Kaleb y junto con Doll regresaremos a casa—dijo con firmeza.

Kaleb no había asistido y puso de excusa que iba a ir a recoger un pedido de flores muy especial.

—No creo que...—empezó su madre.

—Si así lo deseas, mi niña. Puedes hacerlo, solo ten cuidado ¿esta bien?

Emily sonrió y abrazo a su padre antes de salir corriendo para evitar ver la mirada de su madre.

Sus padres se fueron en el auto y Kaleb salió del arbusto ofreciéndole su paraguas negro pero ella lo rechazó pegándole en la mano.

—¿Donde estabas?

—En todos lados y a la vez en ninguno, querida prima—dijo sonriendo—. No quiero ir a verla, ¡ya fuimos nosotros dos solos hace unos días!

—No te quejes, vamos.

Su plan consistía en averiguar el plan de Doll. Si la espiaba estaba segura de que conseguiría información y si no, pues al menos sabría que hacía cuando no estaba con ella.

Subieron la colina hasta llegar al cementerio donde vieron a Doll en frente de la tumba de Victoria, ambos se escondieron hasta que su amiga rubia salió del cementerio, o al menos esa era su intención pues se detuvo a hablar con alguien.



#12345 en Thriller
#7064 en Misterio
#5036 en Suspenso

En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.