Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 54- “Emifilia”

No quería admitirlo por que no era posible, y aún así ahí estaba: Chris Campbell. Athal lo miró unos momentos más asomándose con discreción desde la orilla del edificio. 

El chico estaba recargado en su auto leyendo una revista en frente de una pequeña tienda donde vendían una gran cantidad de cosas. Athal recordaba leer en el diario sobre aquella tienda, una tienda que solían frecuentar en el pasado para comprar dulces.

Frunció el ceño. ¿Que hacía ese tipo en el pueblo? Debía estar en la universidad, sin embargo, se encontraba ahí: fumando un cigarro como si no pasara nada.

Ninguna de ellas había pasado tiempo con Doll y aún cuando pasaron tiempo con ella, en el diario no se encontraba nada escrito sobre Chris.

Lo reconoció la noche de la feria, ella había aparecido cuando el chico se ofreció a llevarlos a casa. Ese bastardo... Apretó los dientes hasta el punto que le dolió la cabeza.

Debía deshacerse de él.

Esperaba que ella fuera la única que conociera la verdadera identidad de aquel chico. Ella era la única que debía cargar con ese recuerdo. El recuerdo que destruyó la identidad de la portadora inicial de aquel cuerpo.

Era el único momento del día en que podía deshacerse de él. Había robado de la bolsa de su madre unas pastillas para dormir que tomaba de vez en cuando y había puesto una en el cereal de Kaleb con el fin de escabullirse de la cabaña pues no la habían abandonado y no pensaban hacerlo hasta el lunes.

El pequeño quería vigilarla todo el tiempo así que esa fue su única opción, nunca se enteraría de que se fue.

La calle estaba vacía y esa tienda era la única abierta, parecía que nadie quería salir a la calle. Vio a Chris apagando el cigarro y meterse otra vez a la tienda dejando una bebida abierta en el capo del coche.

Athal aprovechó para acercarse y esconderse detrás de aquel viejo automóvil, se asomó con cuidado de no ser vista. No vio al dueño de la tienda detrás del mostrador pero si vio a Chris en frente de una estantería llena de papas fritas.

Se acercó al capo del coche agachada y con cuidado de no asomarse de más, llegó hasta la bebida abierta del chico y extrajo del bolsillo de su vestido un pequeño frasco color negro. Veneno para ratas.

El veneno para ratas contenía anticoagulantes los cuales debilitaban la habilidad del cuerpo humano para coagular la sangre. Se necesitaba grandes cantidades para matar a un ser humano pero Athal no tenía intenciones de matar a Chris con el veneno.

No tenía mucho veneno pero si el suficiente para hacerle presentar uno de sus principales síntomas de intoxicación: confusión, letargo o estado mental alterado a raíz del sangrado en el cerebro, o shock.

Con suerte alguno de esos síntomas se presentaría cuando estuviera manejando y provocaría que se estrellara de forma brusca y mortal. Así no necesitaría una autopsia, o al menos eso esperaba Athal pues cabía la posibilidad de que investigaran el que causó el accidente.

Intento abrir el frasco negro pero la tapa estaba muy dura, no tenía tiempo para eso. Sus nervios pudieron con ella e hizo que la pequeña botella se resbalara de sus manos y rodara debajo del coche.

Debía apurarse.

Se deslizó debajo del auto del chico. El espacio era muy pequeño y apenas rozaba la botella con la punta de los dedos.

Sus ideas fueron consumidas de inmediato cuando una mano en su pierna la jaló al exterior. Intento resistirse pero el agarre fue más fuerte que ella y la sacó a la fuerza.

La Luz del Sol la cegó unos momentos antes de ver el rostro de Chris delante de ella con un palillo de paleta en la boca.

La respiración de Athal casi se detiene. Al ver aquel rostro pudo recordar ese horrible recuerdo.

—Cariño, ¿que haces ahí abajo?—pregunto la voz profunda del chico.

Sin preguntar otra cosa, el chico la tomó del brazo para levantarla pero Athal se apartó de su agarre con rapidez y brusquedad. Lo vio con furia dejando a Chris confundido.

—No me toques—le adverbio—. Por tu culpa me asquea que cualquiera me toque, en especial tu.

Eso era algo que todos los que compartían el cuerpo tenían en común, al menos eso había visto en los diarios. Todas odiaban ser tocadas de cualquier forma.

—Emily, querida ¿estas enojada conmigo? ¿Asi quieres que sea nuestro bonito encuentro después de años sin vernos?

Athal trono la boca, no podía soportarlo. Había fallado en envenenarlo y lo peor: no recuperó el veneno.

—Me has arruinado la ropa—dijo indignada—. También pagarás por esto.

Había poca ropa en su armario que se ajustaba a su personalidad. Solo ropa hermosa y elegante podía envolver su cuerpo y ahora estaba cubierto de tierra y mugre.

—Espera—la detuvo cuando estaba por irse.

No la toco, puso delante de ella la revista que leía para detenerla. Athal abrió la boca para gritarle pero antes de que pudiera hacerlo, la tomó del suéter jalandola al mismo tiempo que abría la puerta de su coche y la aventaba en el interior.

Cerró las puertas de inmediato dejándola atrapada mientras el entraba una vez más a la tienda. Intento abrir las cuatro puertas sin éxito alguno, intento quebrar un cristal pero estos eran demasiado duros para ella.

Se alteró, ¿que debía hacer? Su única arma era el veneno y ahora lo había perdido. Abrió la guantera del vehículo encontrándose con una pluma normal. Era perfecta, podría apuñalarlo si intentaba hacerle algo, escondiendo la pluma bajo su manga regreso al asiento trasero.

Chris regreso y se subió al coche no sin antes arrojarle una pequeña bolsa de dulces a Athal. La niña frunció el ceño antes de ver la empalagosa e infantil cubierta que envolvió a eso pequeños dulces.

—Tus favoritos si mal no recuerdo—murmuró Chris encendiendo el auto.

—No trates de comprarme con dulces. Déjame ir—indicó molesta.

El chico no le hizo caso y empezó a conducir. El corazón de Athal empezó a latir de prisa ¿que planeaba?



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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