Another Cinderella

Capítulo VI

El príncipe Castiel echó un vistazo a la celda poco iluminada sin detenerse a mirar sus dos ocupantes. La humedad y el mal olor ambientaban ese calabozo que pocas veces se había utilizado, y que ahora estaba bastante deteriorado. Amoris gozaba de gran paz desde el reinado de su abuelo, así aquel lugar se había vuelto tan sólo una habitación más en el Palacio.

Pero con la llegada de estos dos intrusos que se negaban a cooperar, y debido a los cargos que se les imputaban, fue sumamente necesario utilizarlo.

—¿Y bien, han dicho algo más?

—No, Alteza —el encargado de responder fue Dimitri, impasible como siempre—. Siguen sin emitir palabra alguna. Tan solo se aferran el uno al otro.

—Ya ha pasado una semana —Castiel chasqueó la lengua, y posó su mirada en aquellos dos seres recostados en un rincón, tomados fuertemente de la mano. Son solo unos mocosos, pensó para sí. Pero no se podía confiar de aquellos "mocosos" sabiendo su lugar de origen. Ahora, más que nunca, debía ser precavido con el reino Sucré—. Intenta nuevamente.

—Sí, Alteza.

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Alice Arlelt siempre encontraba algo que hacer en el Palacio real, pero por cada tarea nueva que empezaba, inmediatamente recibía una reprimenda. Primero había intentado nuevamente ayudar a Iris y Melody en la limpieza de por lo menos la habitación que se le había asignado; cosa que como siempre, se negaron. Tampoco podía hacer que le dirigieran la palabra más de lo necesario. Otro día pensó que sería buena idea darle una limpieza a los objetos esparcidos a lo largo de los pasillos del palacio, como mesitas, floreros y cuadros; pero enseguida fue descubierta buscando los utensilios para su labor. También intentó cocinar. Y como todo, no hubo resultado, ni siquiera logró dar con la cocina.

Ya habían transcurrido siete días desde el incidente en Candy, cuando dos "peligrosos fugitivos" del reino Sucré habían entrado en Amoris; más la supuesta amenaza eran tan solo un par de niños; el mayor que se aventuró a amenazarla con un cuchillo no sobrepasaba los 15 años, mientras que el otro que había distraído a Charlie debía tener unos 9. Pero sus actos alertaron a la Guardia Imperial. Si tan solo dos niños habían logrado entrar a Amoris, cerca de Candy, entonces debían tener habilidades únicas para hacer el exhaustivo y peligroso viaje entre la cordillera de Sucré; y haber escalado la enorme muralla que protegía al reino. Y más aún, habían tendido una trampa a un guardia de la Tropa Real de Élite, haciendo que persiguiera a uno, mientras que el otro atacaba a la indefensa prometida del príncipe Castiel. Al final, Charlie pudo atraparlos sin mucho esfuerzo.

Sin embargo, eso desató un caos en el Palacio. La zona Candy corría en peligro, ya que podía haber más fugitivos peligrosos rondando por allí e incluso algunos espías del reino vecino; o quizás era posible que hubiera algunos puntos débiles en la muralla y por allí hayan entrado. No estaban muy seguros aún, ya que los dos niños se negaban a hablar, ni dejaban que los separasen. Especialmente el mayor resultaba un tanto sobreprotector con el más chico. Alice creía que podían ser familiares, probablemente hermanos; pero su físico era bastante diferente. El más pequeño poseía una cara casi angelical, sus enormes ojos grises combinaban con su cabello del mismo color peculiar, mientras que el otro era más alto con mirada casi rojiza y cabello completamente blanco que le recordaba al consejero real.

Por eso se habían tomado medidas, enviando a guardias a recorrer la muralla en busca de anomalías y reforzando la seguridad en las zonas aledañas a Candy. Y más ahora que el gobierno del país se encontraba inestable con la muerte del rey, la reina enferma, y el sucesor sin poder recibir la corona. Cualquier país vecino podría aprovechar aquella oportunidad para invadir y saquear Amoris.

Así pues, no hubo otro lugar más en Amoris para enviar a Alice, por lo que debía vivir ahora en el Palacio. El príncipe le había explicado eso, junto con la advertencia de "no entorpezcas mi trabajo". Y aunque Alice había acatado tal orden, tampoco había visto al príncipe en todo ese tiempo. Sus días comenzaban a ser monótonos, casi como si estuviera en una prisión. En una jaula muy lujosa.

Su rutina comenzaba cuando dos sirvientas (normalmente Melody e Iris) le despertaban, aunque para ese entonces ella ya se había levantado de su cama. Le ayudaban con su aseo y su arreglo personal, siempre llegaban con un vestido rojo para ella.

En seguida estaba el desayuno, el cual tomaba sola en su habitación. Después venía la comida, que la tomaba en el enorme comedor, de nuevo sola. Y por último la cena en su habitación, y sí, sola.

Aunque las comidas era abundantes y deliciosas; y todas concluían con un dulce postre, Alice pensaba que no las podía disfrutar si no tenía con quién compartirla. En este aspecto, prefería mil veces el pan duro que compartía con su madre, con Sharon, e incluso con Nathaniel.

El resto del día tampoco variaba. Últimamente se había dedicado a explorar el palacio, pero había tantas habitaciones, escaleras, pisos y pasillos que parecía un laberinto. Sólo se había aprendido dos caminos: hacia el Salón Principal, en dónde había sido el baile, y hacia el comedor. Y las habitaciones que se encontraban en el trayecto tampoco tenían un gran atractivo. No es que Alice husmeara en ellas, si no que muchas veces las vio abiertas cuando las sirvientas estaban haciendo limpieza en ellas. Así se enteró que muchas estaban repletas de libros y otros escritos, pero considerando que ella no sabía leer, tampoco le interesaban esos lugares.

Quizás podía pedir que se le enseñara el jardín de rosas del que tanto había oído hablar: todos en el reino conocían la afición de la familia real por aquellas flores, que se incluso se había vuelto en un símbolo nacional, y se decía que dentro de las murallas del palacio se encontraba un espectacular jardín de rosas. Pocos habían sido los afortunados en ver aquel lugar, pero concordaban en que el sitio que no tenía comparación.



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En el texto hay: fanfic, romance, corazondemelon

Editado: 01.02.2023

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