Another Cinderella

Capítulo XIX

Castiel movía sus pies lo más rápido que sus modales lo permitían. Casi podía escuchar a todos sus institutores gritándole al pequeño príncipe que correr por los pasillos no era nada apropiado en un caballero, mucho menos si se trataba del heredero a la corona.

Además no quería alarmar a los empleados del palacio haciéndoles creer que estaba corriendo debido a un serio asunto, aún cuando se trataba de eso mismo.

El «problema», del que Lysandre le habló, supuestamente estaría esperando su regreso dentro de su estudio personal, pero al llegar al lugar no había rastro de su presencia. Buscó en las habitaciones de invitados, en el comedor, el salón principal e incluso en los aposentos de la reina sin encontrarlo aún.

Recordó que había otro sitio, uno que al «problema» le gustaba visitar, el mismo donde Castiel planeaba conversar con Alice para dar por terminada su farsa de una vez por todas y dejarla ir.

Se alarmó al pensar que la chica estaría a solas con alguien tan peligroso como Viktor, y por esta ocasión no le importó romper todas las reglas de etiqueta que le inculcaron desde su niñez si podía evitar ese encuentro.

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—El rey de Sucré —Alice no pudo hacer otra cosa más que susurrar pasmada, al conocer la identidad del hombre frente a ella—. Majestad —se apresuró a realizar una de las agraciadas reverencias que la duquesa le había enseñado en las lecciones de etiqueta—. Eh, no lo reconocí. No quise ser grosera.

Viktor le sonrió como respuesta.

—No recuerdo habernos presentado antes. ¿Puedo saber su nombre, señorita?

—¡Alice! —la inconfundible voz del príncipe, llamando con inquietud el nombre de la chica, se alzó en el aire. Castiel se detuvo, con evidente agitación, en cuanto los interceptó. Había una mezcla de cautela e intranquilidad en su semblante—. Vik… Majestad.

El ambiente se tornó incómodamente helado en cuanto ambos caballeros se encararon.

Por un lado el rostro de Viktor, rey de Sucré, no demostraba ningún sentimiento. Ni sorpresa, ni alegría, ni tampoco hostilidad.

Por el otro, el príncipe heredero al trono de Amoris, Castiel, tratando de averiguar los motivos del rey para estar ahí, y los demás motivos que lo llevaron a lanzar amenazas a los otros reinos del continente. Amoris se encontraba en una situación ambigua bajo su vista.

Y Alice, en medio de la pequeña reyerta no verbal.

—Castiel —Viktor por fin tornó su rostro a una ligera sonrisa—. Mi buen amigo, he esperado todo este tiempo para reencontrarnos. Por favor, olvida las formalidades, ¿quieres?

En la época en la que Sucré, Amoris y Dolce eran fuertes aliados, Castiel y Viktor, con dos años de diferencia en su edad, habían sido compañeros de juegos inseparables. Los pequeños príncipes se las arreglaban para enfadar a sus niñeras y hacer jugarretas a otros empleados del palacio. Aquellos días de felicidad y camaradería parecían tan lejanos.

Las cosas dieron un tremendo giro cuando los reyes de Sucré fallecieron debido a la constitución débil de sus cuerpos. El pequeño Viktor que Castiel había conocido cambió en cuanto asumió el trono de su reino.

En el día de la coronación, cuando a Castiel se le concedió permiso para visitarlo, lo encontró en un estado ensimismado. Durante toda la ceremonia el rostro alguna vez risueño se volvió frío, extremadamente serio. Casi indiferente.

Castiel expresó sus condolencias por la muerte de los anteriores reyes, así como los deseos de larga vida al nuevo rey. No obtuvo respuesta de su parte.

El príncipe de Amoris, al inicio, atribuyó su manera de actuar a la seriedad que el nuevo rey debía mantener, ahora que su propio reino estaba pasando por dificultades. La carga, sin duda, era enorme para un joven de quince años. Tenía la esperanza de que Viktor diera lo mejor de sí para recuperarse.

Más tiempo después comenzaron los problemas. Sucré enviando amenazas a otros reinos, exigiendo materiales y otros regalos a cambio de paz. Aunque en un inicio tomaron sus pedidos como un grito de ayuda, las exigencias fueron en aumento.

Y cuando los monarcas se negaron a concederle sus deseos, algunas ciudades de Slodkii en la frontera con Sucré sufrieron calamidades y destrozos. No obstante, a pesar de que fue imposible comprobar la procedencia de los hombres que atacaron aquellas ciudades, se le atribuyó a advertencias por parte del rey de Sucré.

El reclutamiento que mandó como primer decreto, solo alimentaba el rumor de sus verdaderos planes. Otra guerra en el Gran Continente.

Y en todo ese revuelo, había excluido a Amoris.

Castiel quería creer que Viktor estaba respetando El Pacto Centenario, el cual sus ancestros había acordado paz entre ambas naciones cada siglo. Sin embargo había visto al rey actuar imprevistamente, por lo que no podía depender de este. Mucho menos ahora que el pacto estaba a punto de expirar y necesitaba renovarse con urgencia.

Y si Viktor se negaba a hacerlo, Amoris estaría en serios problemas.

Más que nunca, necesitaba ser rey para poder presionar en la renovación, antes de que el tiempo se terminara.

—Viktor —Castiel decidió que por lo pronto, actuaría como de antaño, ocultando sus preocupaciones. Tampoco quería transmitir sus propias preocupaciones a Alice—. Es una enorme sorpresa verte aquí.

—Tengo entendido que te casas en un par de días y por supuesto no iba a perderme tal acontecimiento. ¿Sabes? —una pequeña risa, casi como un murmullo salió de sus labios—. Siempre envidiaré el sistema de comunicaciones de Amoris. Tardaron solo tres días en hacerme llegar la invitación, y yo tardé tres semanas en salir de Sucré, aunque llegué un poco antes. Lamento importunar.

—Tu visita nunca es importuna. Debió ser un largo viaje.

—No iba a perderme este acontecimiento por nada del mundo. Estoy ansioso por conocer a la afortunada señorita.



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En el texto hay: fanfic, romance, corazondemelon

Editado: 01.02.2023

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