Another Cinderella

Capítulo XX

Rosalya DeMeilhan era el vivo retrato de su madre. El mismo tono de cabello, tan blanco que causaba asombro. El mismo rostro, con delicadas facciones que atraían miradas en cualquier recinto que se encontrasen. La misma hermosa complexión física, causante de envidia entre las damas. A menudo, caballeros ─cuya intención no era otra más que ganarse la aprobación de la mayor con el objetivo de acercase a la joven duquesa─ solían bromear al compararlas con hermanas. Su madre reía ante la broma, pero en el fondo aquel tipo de comentarios aumentaba el ego por su eterna juventud. Rosalya solo rodaba los ojos y recibía una reprimenda silenciosa por parte de su madre.

 

─Si sigues con esa actitud ─solía decirle─ nunca encontrarás un buen hombre para casarte.

 

Rosalya aparentaba ignorar el constante reclamo, pero en su interior no veía la hora para que aquellos ataques terminaran. Como si no fuera capaz por sí misma de tomar una decisión tan importante como elegir a la persona con quien pasaría el resto de su vida. Como si Leigh no existiera.

 

El repiqueteo de los tacones sobre el mármol se hicieron sonar justo cuando la duquesa de Candy ultimaba detalles para su próxima partida hacia el Primer Distrito. A escasos días de la fiesta de compromiso de la próxima pareja que gobernaría sobre Amoris, como miembro de la familia real era indispensable su participación en aquel acto.

 

─Haces bien, Rosalya ─Crystal DeMeilhan, madre de Rosalya entró en escena, despidiendo con un chasquido de dedos a todo el personal que se alistaba para salir─. Ir a demostrar a esa inmunda familia Moncrieff que la corona no les pertenece.

 

─Su Majestad fue bondadoso en solo revocarles sus títulos de nobleza y vetarlos del palacio─ Rosalya contestó con total indiferencia, terminando ella misma la labor que sus sirvientas estaban realizando antes de que su madre entrara. Ansiaba marcharse lo más pronto posible─. Hablar mal de la familia real equivale a traición.

 

─¡Pero ahora él está muerto! ─exclamó sin ningún tipo de reserva─. Y Valérie no tarda en seguirle. Amoris quedará a la deriva.

 

─Te recuerdo, madre, que aún queda Su Alteza.

 

Crystal soltó una carcajada.

 

─Ese pobre niño no sabrá cómo dirigir al reino. En cambio tú, querida ─Crystal arrebató de las manos de Rosalya las prendas que cuidadosamente estaba guardando y la obligó a entrelazar los dedos entre los suyos, un acto de aparente amor maternal, pero que su hija lo veía más como otro intento de manipulación─. Siendo Duquesa a tan temprana edad tienes muchas más cualidades para gobernar este país. Los DeMeilhan tenemos tanto derecho como los Moncrieff, la sangre real también corre por nuestras venas ─lo dijo con un orgullo tan exagerado que Rosalya sostuvo el impulso de recordarle que había entrado en la familia por un matrimonio arreglado y estrictamente hablando, no podría llamarse parte de la realeza─. Solo tenemos que buscarte un esposo de nuestra misma clase y podremos reclamar tu derecho de nacimiento.

 

Rosalya rompió con brusquedad el agarre. 

 

─No voy a tener esta conversación otra vez ─dijo antes de salir de la habitación.

 

─¡Rosalya, no me dejes hablando!

 

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El silencio que reinaba sobre la oscuridad del sombrío calabozo era interrumpido de vez en cuando por golpes a los oxidados barrotes, junto a sonidos de murmullos, risitas agudas y algunos tarareos aleatorios.

 

Coton, Capitán de la Guardia del rey de Sucré, estaba cansado de escuchar los susurros y carcajadas sin sentido del único ocupante de las celdas.

 

El único ocupante que aún seguía con vida. El guardia solo podía consolarse a sí mismo sabiendo que no sería así por mucho tiempo. Solo debía tolerarlo un poco más.

 

El hombre más buscado de Sucré, aquel que tantas muertes, y destrozos había causado a lo largo y ancho del reino, por fin se encontraba bajo resguardo en la prisión más estricta del país, la misma que se encontraba en el sitio más recóndito dentro del castillo real.

 

Al haber sido descubierto en el acto, cometiendo los crímenes por los que se le buscaba, debió haber sido ejecutado al instante. Sin embargo Viktor solo dio la orden de arrestarlo y encerrarlo hasta su regreso. Él mismo se encargaría de juzgarlo y darle sentencia.

 

El guardia no comprendió las intensiones del rey, pero acató la orden, dejando a Viktor con la mitad de sus hombres y un largo camino por delante hasta Amoris.

 

Coton solo podía rogar que no ocurriera ningún incidente que amenazara la seguridad de ambos reinos.

 

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A pesar de las protestas del capitán Armin, que conforme a su fuerte intuición divisaba que las cosas no marchaban del todo bien, la competencia de caza se estaba realizando con aparente calma.

 

Sin embargo el cielo se oscurecía con rapidez sobre su cabeza y, por un momento, aquello le hizo recordar el día que conoció al príncipe de Amoris. Ese encuentro ─cuyo impacto no comprendió al instante y que cambió radicalmente su vida─ llegó a su mente.

 

Algunas escenas se reprodujeron nostálgicamente en su memoria. Dos niños idénticos corriendo en las callejuelas del Primer Distrito, las locuras que el hambre les había llevado a cometer, su emoción al contemplar el plan maestro que los colmaría de riquezas, un pequeño niño que con dos palabras había logrado detenerlos, los golpes y luego… la deliciosa comida,  el baño caliente y la acogedora habitación.

 

─Cuando tengas la edad requerida ─le dijo un pequeño príncipe─, deberías intentar entrar a la Guardia Imperial. 

 

─¡Nunca lo haré! ─había gritado como respuesta.



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En el texto hay: fanfic, romance, corazondemelon

Editado: 01.02.2023

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