Capítulo 3 | Condenados
1
Duele.
Espalda. Brazos. Piernas. Cabeza.
Todo...
Espera.
¿Sigo respirando?
Abrí ligeramente los ojos, y para mí sorpresa me encontraba en el suelo.
Inmóvil. Como hace varios minutos atrás.
Di media vuelta y quedé recostado, observando un largo camino rocoso.
El mal sabor de la sangre escurriendo por mi boca hacía parecer una escena del crimen brutalmente inacabada.
Los moretones de mis brazos estaban en muy mal estado, no me imagino el resto.
Pero, al menos ya estoy donde quiero estar. Fuera, lejos de esas personas.
Como quisiera seguir durmiendo en esa camilla...
Es hora de irme.
Solo espero poder levantarme.
Un paso a la vez. La mano es suelo, y luego de pie. Con mucho cuidado.
El edificio resultó ser más alto de lo que pensaba. Me pregunto desde donde ocurrió mi descenso.
Aunque... Por alguna razón, me parece haber visto algún otro parecido.
No importa.
Un paso... a la vez...
—... Cof... Cof...
No deja de salir. Es más grave de lo que creí.
Otra vez estoy en un aprieto. Solo que llevo mucha desventaja y un gran impacto negativo en mi salud.
Cada paso era un mar de agujas por la espalda.
Resbalé por la sangre. Mi cuerpo cayó como carne molida lista para ser desechada.
Había gente por los alrededores, observando la terrible escena, sin un ápice de interés por ayudar.
Aún había trozos de cristal incrustados por la piel, un par de hemorragias extra me vendrían de maravilla.
—¡Cof...!
—¡Oye!
Es cierto. Olvidé que no es de quedarse quieta...
Ballery echó un vistazo desde la ventana destrozada, solo para verificar si aún seguía con vida.
«¡Cinthia, prepara el anestésico!»
Fueron sus últimas palabras antes de volver al interior.
—Cof...
Seguramente vendrán a capturar mi cadáver.
No queda mucho tiempo hasta que lleguen a los pisos bajos.
Mal momento para estar muy alto, ¿Verdad, Ballery?
Solo sigue. Sin mirar atrás.
Opté por dirigirme hasta una calle estrecha, los rastros de sangre conducirían a mi paradero, por lo que debo centrarme en cubrir todo lo que salga de mi boca y así anular las huellas.
Este sitio conducía hacia distintos caminos entrelazados, el final de estos decidiría una huida al azar.
Para confundir a quienes venían atrás tuve que esparcir la sangre por un camino equivocado, para lograr despistarlos.
Luego de un corto recorrido, a un lado de mi vista se encontraban unas cuantas plataformas de gran altitud, como si se tratasen de esos escenarios para montar discursos a toda la gente presente.
El sanatorio no era el único edificio de gran tamaño, al parecer muchos otros cubrían la vista completa al cielo.
—¡Cof...! Cof...
Se desborda.
Encontré una caja bien sellada y expulsé los restos de sangre muerta que llevaba cargando.
¿Por qué?
¿Por qué a mí?
Nunca le hice daño a nadie.
Les pedí que me dejaran en paz, no quería luchar.
No recordaba lo cruel que era conseguir un camino pacífico.
—¿Lo conseguí...?
No hay nadie detrás. Creo que funcionó.
Tengo hambre, sed.
Todo da vueltas...
Me di cuenta desde hace poco que empecé a arrastrar los pies. Mi tiempo estaba contado.
¿Habrá algo que pueda hacer al respecto?
—Oye ango... Esthas bien mal...
¿Ango?
Pase al lado de un vagabundo ebrio.
Era tan inofensivo como yo en estos momentos, así que me di el lujo de poder ignorarlo.
Mis heridas cada vez ardían más.
Tomé una botella del pico y la rompí para poder defenderme en caso me tope con problemas.
Aunque fue inútil, ya que al poco tiempo la solté.
Salí del sitio, expuesto a una zona más abierta.
Mi camino seguía recto. Solo era cuestión de avanzar sin pestañear.
Avanzar y avanzar...
Cuando volví a tropezar, me encontraba al lado de la salida por un puente.
No podría simplemente ignorarlo, porque una mujer junto a su hija venían en dirección a mi.
Avancé de rodillas lo más que pude. Hasta que perdí el movimiento de mi brazo izquierdo.
Venga... No te duermas ahora.
—Cof... Cof... Cof...
Estoy muriendo, y no quiero aceptarlo. Las probabilidades de encontrar un sitio donde reposar son escasas, pero aún hay esperanza.
—Hija, espera allí. No tardo.
Tan pronto como vio la espantosa escena, la mujer ordenó que su hija esperase fuera de esta zona.
Pronto, ella se acercó a mí.
—Chico, estás sangrando mucho. ¿Te robaron...? ¿Quisieron hacerte daño?
—No... ¡Cof! ¡Cof...! Estoy bien, solo aléjese junto a su hija de aquí.
La aparté, dejando una huella roja en su vestido.
—Necesitas ayuda urgente. Vamos al sanatorio, te llevo.
—Estoy bien... Cof...
De allí vengo, y el servicio es pésimo.
—Espera... ¡Ya sé! ¡Toma! Te puede servir.
Lanzó un rollo de vendajes limpios cerca.
Me vendría de maravilla para cubrir estás heridas.
—Gracias... Muchas gracias.
Solo espero que no alerte a los demás.
Tomé su ayuda y me dirigí hacia el siguiente callejón que había en frente a duras rastras.
Aquí debería estar bien.
Me escondí cerca a la entrada del siguiente callejón.
Esperaba a que la mujer me siguiera y de haber sido así hubiera tenido que amenazarla con uno de los cristales incrustados.
Cubrí la entrada y salida con muchas cajas de madera vacías que habían por aquí.