Capítulo 20 | Lucha e intelecto
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Aparentemente normal. Es como si fuéramos parte de una actuación siniestra llena de giros argumentales, destinados a ser parte de una rueda la cual no deja de dar vueltas, repitiendo las mismas desgracias, con distinta decoración. Una manzana. Un tomate. Una fresa. Todas comenzando por un lindo color verde, guiadas en el tiempo a ser del mismo tono carmesí.
Fue difícil llevar a cabo tranquilizar la situación.
El primer día, muy temprano por la mañana ocurrió dicho incidente. Varias horas transcurrían, las ruta comercial fue pausada hasta nuevo aviso, nadie tenía permitido entrar ni salir y por último, establecieron nuevas carpas médicas en las zonas noreste y oeste. El servicio de atención se dividía en una enorme línea entre el daño mínimo o estado perfecto. En otras palabras, no existían casos emergentes, llegabas vivo o muerto.
Para mi desgracia, era el único guardia con lesiones. El resto sobrevivió ileso a las colisiones o directamente murieron en el acto. Por más resistente que sea la armadura, nada podría contra rocas de tamaño descomunal cayendo instantáneamente sobre tu cabeza. Este suceso no bastó para dejarme descansar, instaron mi pronta recuperación con el fin de colaborar en la asistencia médica de dicho día.
Recibí una pequeña visita por parte de Gark y Hitome, quienes me buscaron entre los desaparecidos, viajando por cada instalación hasta dar con mi paradero. Por otro lado, Confert se apareció. Buscaba a Cinthia, quien fue traída hasta aquí, recibiendo un trato excepcional. Para suerte de todos, seguía con vida; su recuperación tardaría unos días, hasta entonces, sería trasladada al Sanatorio para un tratamiento eficiente.
Más tarde, mis piernas y brazos estaban mejor; ya podía andar sin necesidad de muletas. Fue más rápido de lo que esperaba.
Por la noche, me dirigí hacia la zona central para recoger escombros. Fue el epicentro de dicha masacre, la cual se llevó a confinamiento con el fin de una ardua investigación. Encontraron restos de mucosidad, una sustancia producida por cierta criatura común conocida como «slime». Sería imposible ignorar a tan característico autor del crimen, pero el verdadero problema era su identidad.
Segundo día. El control iba mejorando. Las carpas fueron retiradas, incluyendo la zona donde se encontraba cierta persona sospechosa. Debido a las desviaciones, perdí mi oportunidad de encontrar al culpable que supuestamente me había maldecido. De todas formas, dudaba mucho de que estuviese allí días previos al incidente.
No había otra opción. Debido a los constantes fallecimientos, ordenaron enterrar todos los cadáveres y restos posibles bajo los enormes jardines. Hicieron de un bello paisaje otro lúgubre cementerio.
Gark estuvo fastidiando todo el día, insistiendo que diga como sufrí mis daños. Debía contarle, era la única persona en quien podría confiar. También le hablé sobre Ballery. era demasiado poderosa como para enfrentarla, su estilo de combate podría cortarnos como jamón fresco, sin contar la extraña luz que utilizaba para desplazarse. No obstante... algo resultaba extraño. Esa espada, fue la misma hoja utilizada para intentar cortarme el brazo aquella vez. ¿Cómo es que fue inservible conmigo?
Pasamos al tercer día, donde las cosas iban con calma, los últimas tareas por hacer eran limpieza y más entierros.
Ballery realizó un pequeño mensaje difundido hacia el castillo, no tardó mucho en correrse la voz por toda la ciudad, su gente estaba intrigada. Tampoco existía alguna respuesta por parte de Confert, mucho menos de su compañera, quien estaba hospitalizada.
Después de tanta espera y remordimiento, recibieron esta ridícula palabra.
«Todo está controlado».
¿Qué clase de control es este? Habían decenas de daños opacados por su enorme indiferencia. El corto mensaje dejó inconforme a cualquiera que lo oyera.
Ya estaba recuperado por completo. Las heridas cicatrizaron, pasando a ser unas visibles líneas oscuras. Hablé con Hitome, como ella sabía de maquillaje, le pregunté a cerca de alguna loción para la piel, algo que pueda disminuir esa textura carnosa. Mencionó algo sobre «Magia estética», una serie de palabras que mi cabeza aún se negaba en aceptar. De no haber otra solución, preferí dejar estas marcas de guerra sin manipular.
Los horarios se restablecieron, dando paso a la reanudación de ejercicios antes del gran día. Cierta prueba nos esperaba dentro de una corta fecha a pesar de todos los posibles contratiempos.
Y así, llegó el cuarto día.
Renové por segunda vez partes fundamentales de la armadura, el anterior traje que me acompañó todo el tiempo ya era obsoleto.
Tomé mi posición como guardia durante la tarde. Observaba a cada rincón sin motivo aparente, anticipaba un peligro inexistente. Se supone el castillo era el lugar más seguro, ¿Qué tal si me equivocaba?
Confert no consiguió lidiar con la situación, ¿Mentiría si dijera que el resto estaría a un nivel similar o superior?
Debemos decirle adiós a esta ciudad pronto.
La puerta del salón chilló. Hacía falta un cambio de aceite en las bisagras urgentemente. Provocaba un ruido molesto para cualquiera que utilice los pomos.
Sin embargo, este ruido no se produjo solo.
Di un vistazo desde el ala izquierda, encontrándome con esa cara conocida.
—Psss... Entra.
—Señorita Cally. No creo sea oportuno.
—... Es una orden.
—Entendido.
Nos vimos después de días y esta es su reacción. La mía tampoco fue distinta, parece que compartimos cierta apreciación.
Era un buen momento para devolver tal artilugio valioso. Estiré el bolso, sacando el cubo tal como lo dejé aquella vez.