Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 2: La celda de castigo

Estoy agotada; a esta altura, el frío es bastante intenso, y aunque amo el clima frío, la realidad es que soy bastante mala para tolerarlo. Me encuentro bastante abrigada, a diferencia de otros en este lugar; sin embargo, no es suficiente, y juro que no consigo comprenderlos. Trabajan concentrados, en completo silencio, sin quejarse, mientras mis manos se encuentran congeladas y me duelen, al igual que mis piernas por la posición en que las he tenido por tanto tiempo. Dejo el cepillo y uno mis manos al frente para frotarlas un poco y llevarlas hacia mi boca para intentar darles calor a través de mi aliento.

–¿Qué haces que no trabajas?

–¡Hace frío y estoy agotada! ¡Esto es completamente inhumano! —me quejo, olvidándome de la advertencia recibida hace algunas horas; yo y mi sentido de justicia metiéndome en líos nuevamente.

–¡Vaya, vaya, vaya! —musita, descendiendo los escalones con paso lento, avanzando directamente a donde me encuentro, «¡Yo y mi bocota! ¡Parece que nunca puedo quedarme callada!», me regaño mentalmente mientras mantengo mi atención fija en ese aterrador sujeto; todos han elevado sus miradas y se mantienen pendientes de cada movimiento que hace, al igual que yo –.Ya veo que hemos subido a una princesita al barco, y dígame, su majestad, ¿le gustaría pasar a nuestro camarote de lujo y descansar un poco mientras encargo que preparen algo cálido para beber?

–¿Sería mucha molestia? —respondo, sabiendo perfectamente bien que no debería decir nada así y que muy probablemente me meteré en un peor lío que en el que me encuentro; sin embargo, la prudencia no es parte de mi nombre.

–Ya veo, ¡se te advirtió! —exclama, evidentemente furioso—. ¡Lo sabía! ¡Siempre lo supe! Esto no terminaría nada bien, pero no puedo quedarme callada. Sin dudarlo, sujeta mi brazo con fuerza y me arrastra hacia el borde nuevamente—. ¡Individuos como tú no sirven en este lugar! Ni siquiera comprendo por qué no te llevaron con el resto de los prisioneros inservibles.

–¡Suéltame! —grito, peleando por liberarme. Mi temperamento no es el mejor, y ser dócil nunca ha sido lo mío. Lo golpeo, pero pareciera que no le hago ni cosquillas. ¿Cómo podría? Es como una roca, y golpearlo así me produce más dolor a mí, pero eso no va a detenerme. Sí, sé lo que todos piensan, y es verdad: estoy loca y no valoro mi vida.

El escándalo que armo es monumental, pero el sujeto parece no escucharme; continúa ignorándome. Seguramente es la altura, o sus orejas son tan pequeñas que no debe ser capaz de escuchar; pero seguramente la altura no ayuda; todo el mundo lo sabe: con la altura, los oídos zumban; eso debe sucederle. Ignorándome por completo, llegamos hasta el borde; en ese momento, escucho una puerta abrirse, y con curiosidad intento ver de qué o quién se trata, porque todo se ha vuelto silencioso, y los que miraban cómo sería lanzada por la borda han vuelto a sus deberes. Lo malo es que el inmenso animal salvaje que mantiene sujeto mi brazo no me deja ver, y juro que muero de la curiosidad, porque todo lo que sucede aquí parece una verdadera locura, y esa aparición ha causado una reacción general que me hace querer saber; además de imprudente, soy curiosa; la naturaleza me odia.

–¿Qué es lo que sucede que hay tanto bullicio? —cuestiona una hermosa voz, pero al mismo tiempo tan falta de emoción; es fría, distante y bastante despreocupada.

–Disculpe, capitán, se trata de la recién llegada; es demasiado… insolente.

–¡Insolente tu abuela! Yo simplemente no permito que me traten de esta manera. ¡Y será mejor que me sueltes!

–¿O qué harás, duende impertinente?

–¡¿Duende?! ¡¿Duende?! Mira, jirafa súper desarrollada, a mí no me vas a estar llamando duende. ¿Me escuchaste? Si sabes lo que te conviene, lánzame ahora, o juro que te haré arrepentir cada segundo de mi estancia en este lugar.

–¿Ah, te piensas que no lo haré? —indica, sujetándome con mayor fuerza, con toda la intención de deshacerse de mí—. ¡Maravilloso, lo he logrado! Ahora moriré, pero aun así continúo hablando. ¿Por qué soy así?

–Basta —ordena la voz serena del sujeto que al parecer es el capitán; a pesar de ser una orden, su voz no se ha elevado en ningún momento ni transmite nada; bueno, sí, frialdad y miedo, pues todos guardan silencio—. ¿Desde cuándo discutes con los prisioneros, Taranis?

–Capitán, es ella, que es… desesperante.

–¿YO? ¡Salvaje, has estado atacándome todo este tiempo! ¿Te piensas que no haría nada para defenderme?

–¿Lo ve? No sirve; ni siquiera comprendo por qué no la entrego con el resto de los prisioneros de los que nos deshicimos.

–Pensaron que estaba muerta; yo mismo lo pensé; grave error, al parecer, pero ya sabes lo que se debe hacer con los rebeldes: enciérrala tres días, sin agua y sin comida; si su actitud no cambia, podrás lanzarla —indica aquel individuo, causando que abra ampliamente mis ojos; no esperaba este giro en la historia, y menos que todo fuera dicho con esa calma, como si hablaran de un trapo.

Con una sonrisa llena de maldad, el tal Taranis me arrastra de mala manera, alejándome del borde. No puedo mentir; me he buscado todo esto, y se ve que este maldito disfruta arrastrándome por la cubierta hasta una puerta ubicada hacia la izquierda, en el fondo de un pasillo. Al llegar, abre la puerta de lo que se pensaría es un camarote, y de inmediato me lleno de desagrado; es un lugar sucio y desprende un aroma sumamente desagradable que me produce unas intensas náuseas.

–¡Mejor lánzame, anda! ¡Te reto! —grito, intentando liberarme. Tres días en este horrible lugar van a hacerme enloquecer, si no es que muero antes. Taranis deja escapar una sonora carcajada que me deja claro que no desobedecerá al capitán, no solo porque no deba, sino porque le agrada este castigo.

–“Donde manda capitán, no gobierna marinero.” Realmente deseaba lanzarte por la borda, pero el capitán es mucho más listo; no pudo elegir un mejor castigo para una insoportable como tú; este es el lugar perfecto para la princesa —comenta, sin dejar de arrastrarme y llevándome hasta uno de los calabozos de barrotes oxidados; abre el que se encuentra hasta el fondo; está oscuro; no sé si hay más personas en este lugar; es prácticamente imposible ver algo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.