Haciendo como si no hubiese notado en su tono de voz que no está de acuerdo conmigo respecto a la confianza, o que le parece muy atrevido de mi parte hacer tal afirmación, aclaro mi garganta y sonrío, preparándome para comenzar con mi investigación.
—Claro, claro —respondo con confianza, posando mis manos en el borde de la nave y asomándome un poco para ver la oscuridad de las nubes que sobrevolamos—. ¿Cómo funciona este barco?
—Tiene un mecanismo especial… pero ten cuidado, deja de hacer eso —me reprende al ver que me pongo de puntillas para ver más allá e incluso subirme un poco al borde—. Si caes, quedarás atrapada en esta dimensión, por así llamarla.
—¿Atrapada? Creí que al caer morías —comento, no sin poca sorpresa tras la revelación.
—No, no morirías, pero ahora mismo estamos en un limbo, ni siquiera sería considerado una dimensión y al caer aquí, podrías quedar perdida para siempre. Pronto estaremos en un nuevo lugar que deberemos revisar, pero lleva su tiempo, aunque encontrándote a bordo parece que no.
—¿Qué es lo que buscamos?
—Se trata de algunas piezas mecánicas cargadas de un tipo de energía mágica que terminaron esparcidas por diferentes lugares; un ejemplo es la estrella que has mencionado.
—¿Por qué? —cuestiono sin comprender la importancia que pueden tener piezas tan pequeñas para que debamos buscarlas en lugares tan inusuales.
—De ellas depende la tranquilidad de mi hogar; nada es lo que parece.
—¿Y si no las encuentras?
—Antares desaparecerá —responde con absoluta seriedad, y sé que es una respuesta que le cuesta dar; es sincera.
—¿Antares? ¿Qué es Antares? —inquiero con la sensación de haber escuchado antes ese nombre; sin embargo, mi memoria falla en ocasiones, muchas ocasiones, y no consigo recordar.
—Antares es todo para mí: mi hogar, mi nave y mi propio nombre.
—Comprendo. Si esas piezas son tan importantes, ¿cómo pudieron perderlas de esta manera? —inquiero con curiosidad. Siendo tan importantes, debieron encontrarse bajo un nivel de seguridad considerable, sino extremo; eso haría yo con algo tan importante como parecen ser las piezas de ese mecanismo.
—Vete a descansar —indica, girándose para alejarse. Al parecer, ha hablado demasiado y lo he fastidiado con tantas preguntas. Debería tener más en cuenta los límites; pregunto demasiado y eso me lleva a ser imprudente. Pues, ni modo; por el momento no me queda más que permanecer con la duda, pero aún a bordo. Con calma, me encamino de vuelta a la habitación que comparto con otras jóvenes.
—¡Oye, espera! —exclamo de pronto, recordando que la pieza que buscaba yo la tengo. Llevando mis manos a mi cuello, me quito el collar para entregárselo y me dirijo a donde se ha detenido—. Toma, es tuyo.
—Gracias —musita, tomándolo en su mano—. Es una pieza muy importante.
—Me lo he imaginado. Adiós —respondo, alejándome rápidamente.
Sé que permanece ahí porque no escucho sus pasos alejarse del lugar; a diferencia de este barco, él no flota, al menos eso creo. De igual manera, no giro para cerciorarme ni detengo mi andar; es tarde, estoy cansada y quiero preocuparme únicamente por dormir. Avanzo por el pasillo sin prestar atención a nada más, llego hasta donde me ubicaron, ingreso y me encamino hasta mi lugar, al lado del que ocupa Coralie.
—Hasta que vuelves. Creí que algo malo te había sucedido; conociéndote, es preferible estar pendiente.
—Nada de eso, me entretuve un poco, pero todos están embobados en esa fiesta.
—No me digas que fuiste a ese lugar; no deberías.
—Define “ir”, porque ir, lo que se dice ir, pues no fui; solo espié un poco, casi nada —comento, dedicándole una sonrisa llena de inocencia.
—¿Y lo dices con ese descaro? ¡Pudieron descubrirte y no estarías aquí con esa calma, como si hablaras de beber agua! —me regaña de inmediato. ¡Qué barbaridad!, aunque… puede que tenga un poco de razón.
—De acuerdo, no debí, pero tranquila, todo está bien, por ahora. Duerme, porque no puedes olvidar que cada día son más explotadores en este lugar.
—Y que lo digas, descansa.
Coralie se prepara para dormir, cubriéndose bien porque aquí realmente hace frío. Yo hago lo mismo; ahora, por exponerme a la fría noche, estoy congelada y tiritirando como si fuera una plataforma de esas que usan para hacer ejercicio. Fue un día largo, pesado y raro. Ingresamos en un portal que se abrió ante nuestros ojos; todos parecían muy tranquilos, pero yo estoy sorprendida; aún no me lo creo. Estamos navegando sin saber dónde terminaremos, y es emocionante hasta cierto punto.
A la mañana siguiente, abro mis ojos y me incorporo de sobresalto al percatarme de que únicamente quedamos Coralie y yo. Sí, es tarde, muy tarde si ya no hay más nadie aquí. No estamos en casa; no podemos hacer esto.
—¡Oye! ¡Despierta! ¡Nos van a castigar! —digo al tiempo que la muevo para que se despierte.
—¡Déjame! ¡No seas desconsiderada!
—¡Oh, ya quisiera, pero no es posible! ¡Pronto, date prisa, o más tarde nos vemos en la celda y esta vez tú te comerás todo ese arroz horrible!
—Supera lo del arroz.
—¡Jamás! Es lo más espantoso que he probado en mi vida; créeme, aún me da pesadillas y el arroz me habla, diciendo: "¡Vamos, soy delicioso!". Es horrible.
—Loca, eso te pasa por provocar a Taranis; el arroz nunca es tan malo.
—Ja, ja, ja, no, pues gracias por el apoyo —la golpeo con la manta, que es lo que tengo más cerca.
—Eso te pasa por despertarme; ahora, largo de aquí, te veo después —expresa, desperezándose. La pobre durmió bastante tarde y, no sé, al parecer le afectó bastante; no al humor, bueno, también un poco, pero más que nada a su energía.
De esta manera, salgo de la habitación y avanzo por el pasillo para prepararme y unirme al resto de prisioneros en los deberes del barco. Durante mi trayecto, me encuentro con dos jóvenes que, al verme, me dedican una mirada sumamente hostil. Esto me resulta inusual porque, si bien no soy demasiado sociable y la única con la que hablo en este lugar es Coralie, el resto no se comporta de esta manera.
—"Regarde la, elle est lá" (mírala, ahí está) —musita una de ellas, señalándome y mirando a la otra que la acompaña. Al parecer, nadie le ha dicho que eso es de mala educación. Automáticamente me limpio la cara, no vaya a ser que traiga algo pegado.
—"Une Vraie crapule" (Una verdadera sinvergüenza) —le responde la otra, mirándome con el mismo desagrado. No sé qué es lo que les ocurre, pero seguro nada bueno.
Me gustaría hablar francés para saber qué es lo que me han dicho ese par, o tal vez sea mejor que no; conociéndome, les arranco el cabello y no debo buscarme más líos. No entiendo sus palabras, pero sus expresiones resultan sumamente reveladoras: no les agrado ni un poco. En fin, pues una botellita de jerez para ellas, como suelen decir: “Si no me quieren, pues yo tampoco.” Total, el mundo no se acabará por eso. Riéndome de mis pensamientos, continúo con mi camino, ignorándolas por completo. Al parecer, mi risa “discreta” les enfurece, porque escucho que murmuran aún más, y algo me dice que todo lo que dicen no son precisamente halagos y buenos deseos.
Total, no debo preocuparme por tonterías; debo enfocarme. De esta manera, llego hasta la zona de aseo, me encargo de prepararme y, una vez que me encuentro lista, me encamino de vuelta por el pasillo, pero ahora en dirección a la cubierta para retomar mis respectivos deberes y algo más que tengo en mente.