Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 9: Zielony

Siento la mirada del capitán sobre nosotros, pero no me atrevo a mirarlo directamente. ¿Cómo es posible que alguien que siempre está tan calmado y a quien jamás he visto en plena luz pueda intimidarme de esta manera? Ahora, imaginen que lo estuviese viendo directamente a los ojos… No, olvídenlo. Su mirada es intensa, sin poderla apreciar bien; si la viese, seguro me desmayo ahí mismo.

—Ahora veamos qué haré con ustedes —dice el capitán—. Taranis, Taranis, eres mi hombre de confianza, estás a cargo del orden. No puedes estar poniéndote al tú por tú con un prisionero, aunque ese prisionero sea un dolor de cabeza.

—Soy prácticamente un ángel —musito en voz baja.

—¡No tienes respeto ni por el capitán! Está hablando y tú… ¡Es insoportable! —exclama Taranis, sujetando su cabello con frustración.

—Eso veo. Bien, estoy cansado de esto. Desde ahora, ella no será tu problema; ahora trabajará en la zona con Jasper.

—Gracias, capitán —responde Taranis, dejando escapar un suspiro de alivio. Deshacerse de mí es lo que quería desde que llegué; ni aguanta nada.

—Tan grandote y tan llorón —comento mirándolo con desaprobación.

—¡Demonio descarado! —exclama, sujetando mi brazo y elevando su mano libre con la intención de abofetearme. Cierro mis ojos esperando el golpe que no llega.

Abro los ojos percatándome de que el brazo de Taranis fue detenido por el capitán y dejo escapar un suspiro de alivio. Un solo golpe de este salvaje podría noquearme. ¿Cuánta fuerza tiene el capitán para poder detener el brazo de Taranis? Además, ¿cómo consiguió llegar tan rápido? Me siento agradecida, sorprendida, confundida y con algo de miedo.

—No es necesaria tanta violencia, ¿o sí? —inquiere, alejando la mano de Taranis de mi brazo y apartando la mano que la ha detenido.

—Disculpe, capitán, perdí el control.

—No quiero que vuelva a suceder —indica, acomodando su ropa—. Ahora, creo que todo ha sido solucionado. Más tarde quiero hablar con Jasper.

—Le informaré y lo enviaré —responde mirándome con odio. Ahora realmente me detesta. No esperaba que el capitán me defendiese; yo tampoco. No creo que fuese por defenderme que interviniese.

—Muy bien, no quiero volver a escuchar un problema entre ustedes —indica mirándonos; el tono de advertencia consigue asustarme. Creo que al fin puedo comprender un poco cómo consigue mantener el control de todos aquí—. No quiero tomar medidas más drásticas.

—Sí, capitán —respondemos al unísono. Mientras el salvaje no se meta conmigo, no tengo ningún problema en obedecer.

Todo el problema ha culminado y, por suerte para mí, de manera bastante favorable. El silencio inunda por completo todo. Taranis se dispone a marcharse de la misma manera en que lo hago yo, pero antes de que podamos movernos, el barco se detiene, causando que casi caiga. Aunque el movimiento que realiza el barco para avanzar es sumamente sutil, en el momento de detenerse lo hace con brusquedad. El capitán mira en dirección a la puerta con mucha seriedad; es evidente que el que el barco se detenga significa algo sumamente importante, que para mí es absolutamente desconocido.

—El barco se detuvo —expresa, avanzando hacia la salida, siendo seguido por Taranis, dejándome atrás sin más.

No comprendo absolutamente nada de su actitud, pero sin perder tiempo los sigo, saliendo a cubierta justo detrás de ellos y quedando admirada de manera inmediata a causa de la belleza del cielo. Parece un arcoíris, bueno, con menos colores; se encuentra teñido de rosa, azul y amarillo, colores demasiado claros, los conocidos como colores pastel, infantiles y brillantes. Es asombrosamente hermoso.

—¡Todos reúnanse! —indica Taranis. De manera inmediata aparecen frente a nosotros todos los tripulantes y prisioneros. Es increíble; pensé que a bordo había menos seres.

No puedo negar lo impresionante que es todo. No había notado que hay seres de piel morada, azul, estaturas variadas. Había notado los de las diferentes épocas, pero no a todos: hay del antiguo Egipto, época medieval, Imperio otomano, época victoriana, María Antonieta, Imperio romano y otras épocas más. Esto es fantástico; me llena de emoción. Es como ver los muñequitos de un libro de historia en vivo y a todo color; simplemente maravilloso.

—El barco se ha detenido. Saben lo que deben hacer: todos los prisioneros deben volver a sus zonas de descanso y permanecer en ese lugar; el grupo de búsqueda se queda para recibir indicaciones; el resto tomará su lugar y protegerá el barco. No conocemos qué clase de seres habitan en este lugar —indica Taranis con gran seriedad.

El capitán se ha adelantado hasta llegar al borde para observar la parte inferior. Todo es tan hermoso y yo definitivamente quiero ver más. El caos se hace presente en cubierta; todos los prisioneros se marchan a su lugar de descanso, debería decir casi todos, porque yo permanezco inmóvil, únicamente observando. Los tripulantes toman sus respectivos lugares para proteger el barco y el grupo de búsqueda, que se conforma de siete individuos evidentemente fuertes y bastante más altos que yo. Son siete y el capitán; entre los siete se encuentra Taranis; al resto no consigo ubicarlos. Pero hay dos de piel bastante rosada, casi roja; evidentemente no son humanos; otros más son más pálidos y, hasta cierto punto, bastante humanizados.

—Yo quiero ser parte del grupo de búsqueda —expreso, llamando la atención de todos, quienes al verme se burlan de manera sonora. ¡Ah, soy un payaso al parecer! Completamente llena de indignación, los miro a todos y cada uno de ellos con los ojos entrecerrados, grabando en mi mente sus rostros.

—¡Silencio! —ordena el capitán con un tono lleno de firmeza—. Prepárense para la misión. Al parecer nos encontramos en “Zielony”; no será sencillo encontrar lo que nos ha traído hasta este lugar.

Todos guardan silencio de manera inmediata y obedecen las indicaciones del capitán. Y una vez que todos han ido a prepararse, él gira y me mira. ¡Ay, no! Es la primera vez que puedo ver en todo su esplendor; es tan… tan hermoso. De solo verlo siento que mi respiración se ha detenido; su piel parece brillar, emanando luz propia como si de una estrella se tratase. ¡Claro, eso es! ¡Estrella! Antares es una estrella dentro de una de las constelaciones. ¿Cómo pude olvidarlo? No es importante; ahora que lo he recordado, seguramente no volveré a olvidar ese dato.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.