Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 10: El Circo

Aunque sé que no debería, no puedo apartar la mirada de él. Su cabello negro brillante tiene tonalidades azules entreveradas, al igual que el cabello rosa de Coralie; no parece teñido, estoy segura de que es natural. Parece un humano, un humano muy hermoso y bastante humano. Pero después de ver cómo detuvo el brazo de Taranis con facilidad, resulta obvio que, aunque parece un humano común y corriente, no lo es. Sus intensos ojos azul zafiro tienen la profundidad del mar; podrías perderte en ellos si los miras demasiado tiempo. ¡Qué tono más hermoso! Y, por si fuera poco, se encuentran adornados con unas largas y envidiables pestañas. Dios no fue tan bueno conmigo al crearme; siento que solo tomó un poco de barro y zas, lo que salga es bueno, mientras que para crearlo a él tomó el mármol más perfecto y lo talló delicadamente, como la obra de arte más increíble que he visto. Sus labios son rosados, gruesos, perfectamente definidos, y su piel, de un moreno claro, es tan limpia para ser capitán de un barco pirata. No parece tener tatuajes como los de Taranis en sus brazos, y otros que incluso tienen algunos en sus rostros. Él no. El pañuelo rojo atado en su cabeza llama mi atención, pero más que eso, el curioso colgante que lleva: tiene una estrella roja en el centro de una roca. Es hermoso, y no, no hablo de él (aunque también), hablo del colgante que ha capturado mi atención. Mi mirada permanece atenta en él, en su rostro, sus ojos, toda su existencia. Viste una camisa blanca arremangada y pantalones negros y botas. Es, en definitiva, el capitán de barco más atractivo que he visto, y ha desplazado a "Jack Sparrow" al puesto número dos. Creo que eso es decir mucho.

–Ya es suficiente, puedes dejar de mirarme de esa manera, es incómodo –expresa, haciéndome reaccionar.

–Disculpa, es que… ¿me quedé pensando? –musito, llevando mi mano a mi cabello con nerviosismo.

–Por supuesto –responde, dibujando una sonrisa en sus labios, haciéndome embobar nuevamente. «¿Cómo quiere que no lo mire?» pienso mientras me mira directamente, acostando su cabeza hacia la derecha–. Debes ir al lugar que te asignaron para descansar; es peligroso y no debes desobedecer el reglamento.

–Pero…

–No me desobedezcas, haz lo que te he indicado. ¿De acuerdo? –replica con seriedad, mirándome a los ojos. Muevo mi cabeza afirmativamente–. Promételo.

–Lo prometo –respondo, ocultando mis manos tras la espalda. Obviamente voy a desobedecer; necesito ver este lugar. No sé cómo lo haré, pero lo haré.

–Puedes marcharte.

Sin emitir respuesta, me alejo hacia la zona de descanso que comparto con otros. Todos son tan obedientes y cuadrados que consiguen enfermarme. De manera sigilosa, me oculto mientras continúo observando lo que sucede en cubierta. El grupo de búsqueda vuelve y despliega una escalera, una escalera que, obviamente, usaré para bajar del barco e investigar un poco. Bueno, investigar es una palabra para un detective; yo únicamente soy curiosa, y esta es una dimensión diferente. Estaría loca si desperdicio la oportunidad que tengo. Colocándome la gorra de la sudadera, espero la oportunidad adecuada. Los guardianes del barco se encuentran enfocados en su misión; los prisioneros, encerrados; y el grupo de rescate sigue al capitán, quien desciende por la escalera. De esta manera, uno a uno van descendiendo. Cuidando no ser vista, avanzo hasta la escalera. Ellos ya se encuentran en el pasto verde, avanzando sin mirar atrás. Con cuidado, trepo al borde para llegar a la escalera y descender como ellos.

Me siento como los tres cabritos llegando al otro lado del puente donde el pasto es más verde. Con curiosidad, me inclino para tocar el pasto. ¿Quién sabe? En una dimensión diferente, el pasto puede ser diferente. Es tan suave y agradable como cualquier pasto, pero tiene un aroma muy lindo, un tanto más fresco. Aunque tal vez solo sea cuestión de percepción, considerando que llevo tanto tiempo en ese barco, el pasto realmente me agrada; es de un color verde bastante peculiar. Dejando de lado el pasto, me pongo de pie y me dispongo a seguir al grupo a una distancia prudente. No quiero quedarme en esta dimensión después de todo; debo estar pendiente para poder volver al barco sin problemas. De esta manera es como llegamos a un curioso puente colgante. De manera cuidadosa, todos lo van cruzando, y hago lo mismo. No quiero caer por un acantilado tan aterrador como este; al menos hay un puente. «No mires abajo, no mires hacia abajo», me repito, controlando mi respiración. Hay momentos en los cuales puedes arrepentirte de las decisiones que tomas; en este momento, en el que me encuentro a mitad de este puente que, con la más ligera brisa, se sacude como si fuera un huracán y no una pequeña brisa la que lo roza.

Estoy a la mitad del puente. Puedo volver al barco y perderme lo que sea que hay más adelante, o seguir hasta el final del puente, a pesar del miedo que me ha invadido, con la oportunidad de encontrar algo increíble al llegar al otro lado. Siguiendo la regla: jamás retrocedas, doy un paso adelante. Esta regla no es aplicable en todos los casos, pero para este momento, en el que el miedo me hace dudar, funciona bastante bien. Es así como consigo llegar al otro lado del puente. Una vez que me encuentro segura en suelo firme, corro en dirección a donde he visto que el grupo de búsqueda se marchó; pronto puedo ver la espalda de los que se encuentran al final del grupo. Elevo la mirada hacia el cielo porque ellos han hecho lo mismo, y soy curiosa. Resulta simplemente increíble, asombroso: el cielo no es azul, sino verde, un verde bastante peculiar entre claro y oscuro, pero no se encuentra totalmente mezclado, sumamente particular. Nunca antes había visto ese color, y menos en el cielo; y no es que los colores pastel de antes fuesen normales, no, es simplemente que resulta llamativo el cambio.

Lo más interesante es que únicamente se trata de un círculo, y algunas nubes lo delimitan; pareciera que un tipo de magnetismo circular mantiene todo en la zona. Al centro hay algo aún más peculiar: una línea de luz que desciende. Siguiéndola con la mirada, me percato de que esa luz verde llega hasta la punta de una carpa de circo de color verde y negro. No tengo idea de quién es el dueño, pero al parecer tiene una gran obsesión con el verde. Lo más increíble es esa luz que parece ser atrapada por la punta para, acto seguido, envolver toda la carpa. Esto resulta sumamente interesante y magnético. Todos avanzan siguiendo al capitán hasta la entrada de la carpa. No puedo negarlo, me emociona mucho poder entrar y ver qué hay en el interior de este lugar.




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