Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 11: Lexter

Cuando perdí toda esperanza de ver al ser que nos había recibido, este se elevó en el aire, usando una de esas nubes verdes. ¡Quién lo diría! Solo lo había visto en series y libros, donde los dioses de la montaña de jade tienen su nube para transportarse.

—¡Yo soy el increíble, el maravilloso, el único Lexter! —expresó, abriendo sus brazos. En ese momento estallaron algunos fuegos artificiales; el espectáculo fue absolutamente increíble. Como una niña pequeña que jamás ha visitado un circo, me emocioné mucho y no pude evitar dar saltitos y aplaudir silenciosamente.

—Lexter, mi nombre es Antares y estoy aquí para recuperar un objeto que me pertenece.

—¿Qué puedo tener que te pertenezca en mi territorio? —inquirió, jugando con sus manos al frente y con una sonrisa misteriosa en su rostro. Era muy evidente: sabía perfectamente lo que el capitán buscaba, pero no pensaba dárselo tan fácilmente. Estaba jugando. No sé si estaba alucinando o si mi intuición tenía razón, pero ese ser frente a nosotros tenía algo entre manos.

—Se trata de una pequeña pieza que emana una luz roja. Si la tienes, te pido que la entregues; su importancia para nosotros es inimaginable, pero para ti no tiene ninguna utilidad.

—Tal vez la tengo, tal vez no; pero para averiguarlo, deberán jugar; para jugar, deberán entrar; y para entrar, se debe pagar. ¿Estás dispuesto a pagar el precio? —preguntó, mirando directamente al capitán.

—Estoy dispuesto a pagar sin problemas.

—¿Estás seguro? —cuestionó, mirando con una expresión divertida al grupo detrás del capitán.

—Absolutamente seguro —respondió el capitán sin dudar (y tal vez debió hacerlo). La sonrisa de Lexter se hizo enorme y saltó de emoción en su nube. Ese sujeto estaba más loco que yo, y créanme que eso es mucho decir.

—¡Eso es maravilloso! —exclamó, haciendo subir y bajar la nube—. ¡Todos pueden pasar, pero TÚ te quedarás!

En el momento en que ese atrevido me señaló, todos giraron a verme, y yo miré hacia atrás haciéndome la desentendida. «Trágame tierra, trágame y escúpeme en… ¡donde sea, pero hazlo ya!», pensé, sintiendo los pasos acercarse. Sentí una mano sobre mi hombro y, aceptando las consecuencias de mis actos, giré. Al mirar al capitán, vi en sus ojos un destello de decepción. No miento, esa mirada llegó hasta el fondo de mi corazón; me hizo sentir realmente triste. Por alguna razón, no toleraba ver ese sentimiento en sus ojos.

—Lo siento —musité, apartándome la capucha del abrigo.

—¿Qué haces aquí? Dijiste que no desobedecerías —expresó, manteniendo su mirada atenta en mí.

—Al parecer, mentí —repliqué, mirando al suelo y colocando mis brazos en mi espalda.

—¿Qué sucede? ¿Hay algún problema con mi pago? —inquirió Lexter, acercándose con curiosidad.

—Ninguno —respondió el capitán, mirando al frente para acto seguido indicar a su grupo que avanzaran hacia el interior de la carpa y alejándose con ellos.

¡Oh, estupendo! Había molestado al capitán y ahora me había abandonado con este sujeto, peor que una cabra. Algo me decía que había ido demasiado lejos esta vez. ¿Realmente me dejarían aquí? Así parecía. Dirigí mi mirada hacia el grupo de búsqueda; en ese momento, Taranis miró hacia donde me había quedado y puso una sonrisa burlona en su rostro. Era quien más se divertía con mi situación; si pudiera, sé que haría incluso un baile de alegría infinita. Es un ser ruin y malvado, no lo puedo creer; ¡juro que de toda esta situación, lo que más me molesta es lo mucho que debe estar regocijándose en su interior!

—Cambia esa cara, te divertirás mucho —comentó Lexter—. Si consiguen obtener lo que buscan, podrás irte con ellos sin problemas. Por cierto, soy Lexter.

—Ya lo has dicho. Soy Hiver. No me molesta quedarme, me molesta no poder ver lo que hay en esa carpa, que parece increíble.

—¡Oh, sabía que no me equivocaba! —exclamó con gran emoción, como si fuera un niño pequeño que ha obtenido el juguete nuevo que tanto ansiaba—. ¡Vamos!

—¿A dónde? —cuestioné, con no poca sorpresa y un poco de miedo. Sentía que de este individuo podía esperar cualquier locura.

—No has dicho que querías ver. Vamos, si tardas demasiado te perderás lo mejor.

Tras escucharlo, sonreí emocionada. Si bien dicen que entre locos nos entendemos, el sujeto descendió de su nube y me guio hacia un lado de la carpa donde abrió una puerta. ¡Esto era emocionante! Y juré que dentro de este lugar se podía encontrar cualquier cosa. Al ingresar, automáticamente me sentí como si estuviera soñando. Sobrevolando nuestras cabezas pasó un tipo de libélula inusual; no comprendía esa mezcla inusual. Era enorme, con unas alas parecidas a las de las mariposas, pero el cuerpo de una libélula y unos cuernitos como de caracol. ¡No se, era inusual!

—Todas las especies son únicas, las he creado yo mismo en mi laboratorio —explicó con gran orgullo, llamando mi atención—. Ese de ahí es un panda-ratón alado.

Mirando hacia donde señaló, me encontré, literalmente, con una pequeña especie. Tenía el tamaño de un ratón y la cola de un ratón típico, pero tenía el color blanco y negro de un panda, e incluso la cabeza era de un panda miniatura, además de las alas de un dragón. El nombre resultó sumamente revelador. Algo me hizo pensar que tenía una obsesión no únicamente con el verde, sino también con el vuelo. Si las especies no volaban con alas, flotaban desafiando por completo la gravedad y todas sus leyes. Para los locos no aplican estas cosas; podemos hacer lo que nos imaginemos. Me agrada, me agrada lo que veo y me agrada pensar de esta manera. Pocas cosas amo tanto como mi locura y la cantidad de cosas que me ayuda a imaginar y crear.

Avanzando por el lugar, traté de seguirle el paso a Lexter; temía separarme de él y perderme en esta locura increíble que resultó ser este circo. Al principio, me sentía preocupada porque el grupo me dejara atrás como castigo a mi desobediencia, pero ahora no me molestaría quedarme aquí; es agradable y me divierto viendo todo lo que hay aquí. De pronto, mi mirada recayó en la distancia; al parecer, había un curioso laberinto. El grupo de búsqueda se encontraba ahí; los vi avanzar juntos detrás del capitán. Parecía que conocía el laberinto a la perfección, tal vez porque tenía su mente fija en una meta: encontrar la pieza del mecanismo que se encontraba en algún lugar de esta carpa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.