Mi corazón latía a una velocidad tal que temí sufrir un infarto. El susto al caer en el círculo y sentir mi estómago quedarse en el asiento, aunado al nerviosismo de ser el centro de atención, me jugaron una mala pasada. Si esto era idea de Lexter, me las pagaría. No soy payasa de su circo; soy rara, loca, lo que sea, pero no una atracción.
—Gracias por ser voluntaria para el acto final— musitó el sujeto que me había hecho aparecer en el escenario en contra de mi voluntad. ¡Y aún tenía el cinismo de agradecerme! Lo que menos deseaba era estar ahí, bajo la mirada de tanta gente.
—Pero deja de temblar, pequeña, pareces una gelatina. No hay nada que temer, no te lastimaremos, ¿verdad? – comentó, obteniendo afirmaciones del público. Vi una falsedad única en su sonrisa de guasón. ¿En qué me metí por no quedarme en el barco? Pero no aprendo.
—Si no estoy temblando por miedo, es simplemente que aquí hace demasiado frío— mentí. Jamás reveles tus puntos débiles al enemigo; no debía mostrar mi miedo.
—¡Oh, no! ¡Entonces creo que esto no te gustará nada!— expresó con un tono burlón que comenzaba a molestarme. –¿Al menos sabes controlar tu respiración?
—¡¿Qué?! ¡No! –respondí, sin poder controlar el tono de alarma. Esa pregunta era ilógica; algo ocultaba.
—Espero que tengas suerte entonces, ¡dama en peligro, que el heroico caballero aparezca a tiempo o no te gustará el desenlace!– exclamó, riendo a través del micrófono. Aquellos ojos avellana me inquietaban. Había un brillo de desprecio que no entendía. ¿Odias a quien no conoces? Tal vez estaba paranoica, pero no me agradaba ese sujeto. Algo me decía que deseaba que el truco saliera mal, o quizá solo interpretaba su mirada como reflejo de mis miedos.
—Yo no quiero— musité, con la esperanza de que me dejaran ir. Mis mejillas estaban rojas por la vergüenza. No podía creer que era el centro de atención. Sentía un nudo en la garganta y un gran deseo de llorar, pero respiré profundo para controlarlo. ¡Ojalá pudiera desaparecer!
—No se trata de que quieras o no, eres parte del juego, así que no puedes evitarlo— respondió con frialdad. Su mirada brillaba con crueldad. No creo que fuera mi imaginación; ese sujeto tenía algo contra mí, y algo me decía que no tenía nada que ver con el juego de Lexter.
—¡Ah, claro que puedo!– expresé, tratando de marcharme, pero una fuerza inexplicable me detuvo e inmovilizó. No podía moverme. Una gran lección por desobedecer.
Aterrorizada, intenté pedir ayuda, pero no pude. Solo podía mover los ojos. Desesperada, busqué a alguien que me ayudara, y vi un rostro familiar. Desde la primera fila, saludándome animadamente, estaba Lexter. ¡Todo fue su idea! Ahora no tenía duda, pero el ejecutor se estaba tomando ciertas libertades. Con los ojos entrecerrados, lo observé mientras aplaudía emocionado. "Encontraré la manera, Lexter, ¡lo juro!", pensé.
—¡No aparten la mirada de lo que sucederá a continuación!– exclamó el sujeto a cargo del acto, con regocijo.
Ante los ojos de todos, apareció un vaso de cristal gigante. Sin poder evitarlo, me ataron algo pesado en los pies y cadenas alrededor, al estilo Houdini, pero yo no soy escapista. Con un chasquido de dedos, me hicieron aparecer dentro del vaso. Intenté moverme, pero fue imposible. Era magia, y evidentemente querían matarme.
—¡Y ahora, coloquen el reloj y que comience la función!– gritó el sujeto, haciendo que el público estallara en emoción. ¿Tanta crueldad era posible? Al parecer, sí. Lamenté haberme quejado de Taranis; no era tan malvado como ese sujeto.
Desde dentro, el recipiente no era tan grande como parecía, pero era suficiente. Incluso podría nadar, si pudiera moverme. De pronto, un chorro de agua helada me cayó encima. ¡Qué salvajes! Mi cuerpo tembló, pero lo peor era que el recipiente se estaba llenando de agua a una velocidad sorprendente. ¡Qué feo morir ahogado! Y todo por no quedarme en el barco. El agua salía de cuatro llaves: una a cada lado, otra de abajo y otra encima. Pronto, el agua me llegó a la cintura. ¡Dios, por qué no me diste más altura! El peso de las cadenas y lo que estaba atado a mis pies me mantenía en el fondo.
—¡Son siete las llaves necesarias para salvarla! ¿Llegarán a tiempo?– comentó el sujeto, aumentando la expectativa del público.
¿Quién me salvaría? ¿Batman? Nadie vendría. ¿Cómo llegarían las llaves? ¿Por arte de magia? ¡Psicópata! Si salgo de esta, juro que haré que pague. Si no sobrevivo, volveré como fantasma para atormentarlo. El agua me llegó al cuello y seguía subiendo. Cerré la boca para evitar que entrara agua, pero pronto tendría que dejar de respirar. Estaba perdida. Sería olvidada. ¡Alto! Ni siquiera tengo gatos. ¡Nadie me llorará!
Pocas cosas son tan horribles como el agua en los oídos, la imposibilidad de respirar, el deseo de gritar sin poder hacerlo. El agua me cubrió por completo. Abrí los ojos y vi unos ojos conocidos llenos de preocupación. La silueta se acercaba. Sentí que mi cuerpo se desvanecía y todo se volvió oscuro. Ser desobediente tiene consecuencias.
Perdí el conocimiento. De pronto, sentí mis pulmones arder. Mi cuerpo expulsó agua; tosía incontrolablemente. Abrí los ojos y vi un rostro lleno de preocupación. Estiré mi mano y toqué su rostro. Intenté hablar, pero solo tosía. Me sentía débil e incapaz de razonar.
—Tranquila, todo está bien— expresó con la respiración agitada, acariciándome el cabello. Mis ojos se cerraron y todo volvió a oscurecerse.