Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 14: Volver a la vida

Al abrir mis ojos, una luz opaca sobre mi cabeza llamó mi atención. Todo parecía indicar que no había muerto; esa luz parecía bastante mundana, así que debía seguir viva. Sin embargo, sentía mi cuerpo dolorido y me costaba respirar, por lo que lo hacía despacio y con cuidado. Sentí la calidez de una manta cubriendo mi cuerpo y la suavidad de una cama, así que me acomodé tranquilamente para continuar descansando. De pronto, como si todas mis neuronas se conectaran, abrí mis ojos y me incorporé sumamente alarmada. Se suponía que debería estar en la celda donde me ubicaron en el barco. El dolor me hizo volver a caer; mi cabeza también dolía. "¿Qué sucedió? ¿Dónde estoy?", me pregunté, intentando ordenar las ideas en mi mente. Lo último que recordaba era el acto en el que me obligaron a participar; no podía recordar nada más y no comprendía cómo había llegado hasta allí con tantas comodidades.

—Quédate quieta— indicaron con seriedad. "¿Esa voz… este lugar… es…? ¡Ay no, el capitán!"

—Capitán, yo… yo…— balbuceé incorporándome, ignorando el dolor intenso de mi cabeza y llevando mi mano a ella con la esperanza de aliviar el dolor.

—Recuéstate y descansa. Por poco y mueres. No pensé que el juego que planeó ese sujeto te pusiera en esa situación. Lamento haberte dejado atrás sin oponerme— se disculpó, y yo no supe qué decir. Creí que estaba dormida y soñando, pero si estaba soñando, ¿por qué soñaba con el capitán? Creí que era mejor estar despierta porque no podría responder esa pregunta. —Al parecer, aún te encuentras algo confundida. Trata de dormir.

—Eh… no… no es necesario, estoy bien. ¡¿La pieza?!— exclamé preocupada al recordar cuál era el objetivo al llegar a esta dimensión.

—Volveré después para buscarla, no te preocupes.

—No, yo… yo la tenía— musité recordando vagamente mis acciones durante mi estancia en la carpa. —Él… Lexter me la dio. Debe estar aquí.

Elevo mi mano izquierda, donde se encontraba la pulsera con colgantes en la que coloqué la pieza del mecanismo que Lexter me dio. Con cuidado, revisé que se encontrara en su sitio. Al ubicarla, dejé escapar un suspiro de alivio. Me preocupaba haberla perdido después de la odisea que pasé en ese lugar. Antes de esto, no me gustaban los circos, pero ahora los detesto; los detesto tanto como detesto a ese sujeto que dirigía todo el espectáculo. Jamás en la vida quiero volver a ver unos ojos iguales a los de ese sujeto ni nunca más deseo cruzarme con la carpa de algún circo. Ante la mirada atenta del capitán, quité el pequeño objeto de mi pulsera. Una vez que la quité y la coloqué con cuidado en la palma de mi mano, vi que era una pieza muy hermosa, al igual que la que le entregué con anterioridad.

—Esto es lo que me dio. Cuando la vi, pensé que era la pieza que buscábamos, y él dijo que era justamente lo que pensaba, pero usted debe saber si lo es o si mintió— expresé extendiendo mi mano hacia él.

—No ha mentido— dijo tomando de mi mano la pequeña y brillante pieza. —Es justamente lo que buscábamos. Con esto en nuestro poder, no es necesario seguir aquí.

—No puedo simplemente irme— respondí pensando en que debía encontrar la manera de devolverles lo que me hicieron. Soy vengativa, y mucho. No debería, pero ya lo dije: no puedo simplemente quedarme sin hacer nada.

—¿Por qué?— cuestionó sin ocultar su desconcierto. Es obvio que no podía comprender lo que pensaba. En esa carpa de circo se burlaron de mí y me torturaron; realmente pensé que moriría, y dije que les haría pagar si lograba salir con vida. Y aquí estoy; la palabra es la palabra.

—Hay asuntos que… bueno, asuntos por resolver aún.

—Yo creo que no, señorita. Ahora mismo nos vamos de este lugar; no hay nada que nos retenga por más tiempo aquí.

—Pero…

—No más desobediencias, o te mandaré encerrar en la celda— me interrumpió mirándome con seriedad. No quería simplemente irme; quería hacer pagar a ese Lexter, pero la voz y la mirada del capitán me dejaron más que claro que no estaba jugando y que si volvía a desobedecer, no intervendría ni me salvaría.

—Sí, capitán— musité de mala gana. No debería tener esa actitud, pero me parecía tan injusto quedarme sin hacer nada.

Por un momento pensé que era capaz de ver mis pensamientos, aunque tal vez era simplemente que mi expresión era demasiado transparente. No me hacía feliz dejar el asunto así, y no podía disimularlo. Él simplemente me observó en silencio, manteniendo toda su atención en mí y sonriendo de una manera que no sabría describir. De pronto, unos fuertes pasos avanzando en el exterior del pasillo, aproximándose cada vez más, llamaron nuestra atención. Algunos segundos después, escuchamos los golpes en la puerta de la habitación. El capitán se puso de pie al tiempo que guardó la pequeña pieza que le había entregado y se encaminó hacia la puerta para abrirla.

—Capitán, disculpe que lo moleste— escuché decir a Taranis en cuanto el capitán abrió la puerta, pero no conseguí verlo.

—¿Qué es lo que sucede?

—Se trata del rey Zielonita. Pide hablar con usted, capitán.

—Comprendo, vamos— respondió después de una pequeña pausa que imagino fue porque analizó la situación; le había resultado inusual esa petición por el rey de este lugar.

Desde donde me encontraba, observé hacia la puerta con atención. Me percaté de que el capitán salió cerrando la puerta detrás de él, dejándome sola en la habitación. Escuché los pasos alejándose por el pasillo. Bueno, me veía muy cómoda en este lugar, como si fuera mío. Ni siquiera estaba segura de cuánto tiempo había transcurrido, y yo allí, tan tranquila. No sé cuántos minutos transcurrieron; me había perdido en mis pensamientos lo suficiente como para que, cuando la puerta se abrió sin previo aviso, me llevara un susto de muerte. Rápidamente dirigí mi atención hacia la puerta, percatándome de que el individuo que ingresaba y avanzaba de manera presurosa hasta donde me encontraba era Coralie.




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