Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 15: Poniéndose al día

He terminado de contarle todo a Coralie, y ella me ha contado los chismes del barco. Al parecer, algunos del grupo de búsqueda hablaron demasiado, y ahora todos se han inventado una súper novela sobre mi aventura. Según cuentan, en el laberinto tuvieron que superar siete pruebas para conseguir las llaves. Una vez que las consiguieron, llegaron a donde yo estaba. El capitán, sin dudarlo, entró al recipiente con las llaves para liberarme, mientras Taranis y los demás rompían el frasco. Ya estaba inconsciente; si el capitán no me hubiera hecho RCP, estaría cantando en el coro celestial. Al expulsar el agua, volví a perder el conocimiento. El capitán me sacó de la carpa del Intuitsiya, me llevó en brazos al barco, hasta su habitación, donde Coralie y Naima me cambiaron la ropa mojada. Saber eso me tranquiliza; no podría soportar la vergüenza si el capitán se hubiera tomado esa… molestia. ¡Solo de pensarlo me sonrojo!
Con ayuda de Coralie, salgo de la cama y la acomodamos. Debo volver a mi lugar asignado antes de que la situación empeore. Ya están hablando mucho en el barco, y ni siquiera estaba consciente de que me traían hacia aquí. No es adecuado que esté en la habitación del capitán, menos ahora que he reaccionado. El dolor de cabeza persiste, pero, considerando la situación, no debo quedarme aquí, aunque sea cómodo y el capitán sea amable.
—Antes de todo esto, dijeron que me trasladarían a la zona vigilada por un tal Jasper. ¿Quién es? ¿Es como Taranis o peor? Si me mandan con él, debe ser más estricto y no me dejará… ¿cómo decirlo?… ¿meterme en problemas? Me asusta un poco.

— ¡Para nada! Jasper es un gran tipo, bromista y un poco raro, pero todos dicen que es estupendo; jamás se aburren.

—Suena agradable.

—¿Fue el capitán quien te dijo eso? ¿Quién te cambió de lugar?

—Sí, dijo que estaría bajo la supervisión de Jasper y que espera que no cause más problemas —le explico con una sonrisa.

—¡Entonces, ¡le caes bien al capitán! —exclama, abriendo los ojos sorprendida, lo que me desconcierta.
Sin apartar la mirada, parpadeo rápidamente, tratando de procesar lo que ha dicho. ¿De dónde ha sacado eso? ¿Por qué lo afirma así? Iba a preguntarle cómo llegó a esa conclusión cuando la puerta se abre y entra el capitán.
—Magarita, puedes volver a tus ocupaciones. Gracias por venir —dice con seriedad. ¿Así que él la envió? ¿Temía que escapara? Tal vez lo hizo por mis pendientes. Qué feo que no confíe en mí, pero no puedo culparlo; yo tampoco confiaría en mí.
Coralie asiente y se dirige a la puerta; es tan obediente y respetuosa. Debería aprender de su prudencia. Observo al capitán, quien mantiene la mirada en Coralie hasta que se va. Al cerrarse la puerta, su atención se centra en mí. Su expresión indica que algo sucede. Controlando mi curiosidad, espero a que hable.
—Me alegra verte de pie; significa que estás mejor —comenta con una pequeña sonrisa—. El rey de Zielony ha venido a verte.

—¿A mí? ¿Por qué haría eso? Ni siquiera lo conozco. ¿Acaso he ofendido a su dimensión y planea degollarme y exhibir mi cabeza en la carpa de un circo?

—¿Qué? ¡No! ¡Definitivamente no, y tampoco lo permitiría! —replica, frunciendo el ceño (¡qué adorable!). Parece que se ha imaginado la escena. Lo sé, es perturbadora, pero mi imaginación es muy creativa. Sacude la cabeza, intentando olvidar mis palabras—. Enfoquémonos. Si conoces al rey de Zielony… al parecer no suele usar ese título. Se trata de Lexter.
Abro los ojos al saber que el sujeto alegre y contagioso, al que llamo "duendecillo feliz", ¡es el rey! Es increíble. Ese sujeto ni siquiera parece capaz de gobernarse a sí mismo. ¡Las apariencias engañan! Primero el capitán, que parece educado, dulce y amable, pero es muy fuerte e intimida con la mirada. Ahora este alegre personaje vestido de verde resulta ser el rey. ¡Claro! Tiene un laboratorio donde crea cosas al estilo "Víctor Frankenstein". ¡Una locura!
—Es increíble —musito, sorprendida.

—Un poco. Dime, ¿lo ves o no? Está esperando afuera —me informa el capitán.

—Sí, de acuerdo. Tengo curiosidad por saber qué quiere decir.

—Eso pensé. Lo haré pasar. No te canses; ve al sofá y espera ahí.

—Sí, papá —murmuro, mirando a un lado.

—¿Qué has dicho?

—¡Oh, nada! Solo que esperaré aquí —digo, dirigiéndome al sofá.
Lo veo ir hacia la puerta, negando con la cabeza. Ya lo considero un santo. Otro en su lugar me mandaría al calabozo, y debería hacerlo, porque cuando me confío, me meto en problemas. Escucho la puerta abrirse y cerrarse mientras llego al sofá. Es muy cómodo. Me costará volver a la celda y dormir en el suelo después de tanta comodidad. Dicen que uno se acostumbra a lo bueno.




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