Poco tiempo después, la puerta vuelve a abrirse y entra el capitán en compañía de Lexter. Su entrada me saca de mis pensamientos, por lo que dirijo inmediatamente mi atención hacia la pareja que avanza hasta donde me encuentro. Mi mirada recae en el pequeño objeto cubierto que Lexter lleva en sus manos. La tenue luz del lugar me impide ver el color de la manta que lo cubre, pero conociendo un poco a ese sujeto, puedo asegurar que es verde. No negaré la curiosidad que me ha causado tanto su visita como lo que lleva en sus manos, pero me obligo a esperar en el sofá, como me pidió el capitán, especialmente porque no quiero demostrar demasiado interés en lo que trama ese individuo.
–Hola, señorita Infiernito –saluda con una amplia sonrisa burlona–. Es como Inviernito, pero Infiernito. ¿No soy un genio?
–Lo es, bastante ingenioso, y además le queda perfecto –comenta el capitán, secundando a Lexter, quien ríe animadamente–. Me agrada tanto que planeo emplearlo.
–Muy graciosos andan. Dos días inconsciente por culpa de uno y se volvieron payasos… bueno, uno ya lo era –replico, mirándolos con los ojos entrecerrados.
–Pero miren quién se amargó. No te veía como una llorona –expresa Lexter, tomando asiento como si estuviera en su propia habitación. ¡Qué sujeto más descarado!
–¿Qué esperabas? ¡Por poco muero en tu circo, lunático!
–Pero no lo hiciste –replica, sonriendo con inocencia y restándole importancia al asunto, como si ahogar a una persona fuera algo cotidiano. Seguramente, en lugar de hacer ejercicio o desayunar, va y tortura a alguien para sentirse feliz.
–No fue gracias a ti –respondo, mirando hacia otro lado.
No pensé encontrarme tan molesta con Lexter hasta ahora que lo tengo frente a mí, mirándome con ese gran cinismo que me dan ganas de tomarlo del cuello y retorcérselo como a un pollo; pero debo controlarme. No puedo olvidar que es el rey de esta dimensión. El capitán toma asiento a mi lado, guardando completo silencio y manteniéndose absolutamente atento a la expresión relajada de Lexter.
–Me he sentido bastante… eh… ¿culpable? No sé si sería la palabra adecuada, pero bueno, todo se salió de control. Nadie debía salir herido. En ocasiones, las marionetas tienen tanta individualidad que hacen… pues… su voluntad –explica con gran seriedad. Es la primera vez que lo veo tan serio, por lo que me convenzo de que realmente es sincero.
–¿Eso es una disculpa?
–¡Oh, no, no, no! ¡Esta es la disculpa! –expresa, sonriendo y destapando lo que llevaba en sus manos. Se trata de un pequeño contenedor de cristal con un par de mariposas como las que vi en la carpa, esas que me encantaron, pero al mismo tiempo no. Una es azul y la otra púrpura, ambas hermosamente brillantes.
–¿Para mí?
–No, solo las saqué porque me dijeron que estaban aburridas –responde sin expresión alguna. Ante mi silencio y clara expresión de desconcierto, una sonora carcajada no se hace esperar–. ¡Debiste ver tu cara! Obvio, las traje como obsequio de disculpa por lo sucedido, y también porque me he percatado de que te cuesta mucho dejar ir. Estas mariposas te recordarán lo efímero de las cosas, pero también que muchas veces un final es solo un nuevo comienzo.
–Gracias –musito, tomando el pequeño contenedor con las mariposas que se desintegran y resurgen nuevamente, más brillantes y hermosas que antes. Atrapada por el ciclo repetitivo de creación y destrucción, guardo silencio.
–Me alegra mucho ver que te ha gustado el obsequio. Debo retirarme porque tengo cosas que hacer –indica, poniéndose de pie. El capitán y yo nos ponemos de pie imitándolo–. Capitán, ¿ha considerado mi invitación?
–Agradezco la atención, pero como dije, debemos partir lo antes posible. Gracias por la información que me diste; ha sido de mucha ayuda.
–Es una verdadera pena. Entonces, hasta la vista.
–Gracias por el obsequio y la visita –expreso con amabilidad.
–Un consejo más, sé que lo lanzarás por la borda, pero nada pierdo –comenta risueño–. No te metas en líos.
–Nunca prometas algo que sabes que no eres capaz de cumplir –expreso con una sonrisa inocente. ¿Para qué digo que no me involucraré en nuevos líos? Me conozco bien, y aunque no busque a propósito involucrarme en problemas, siempre termino en el ojo del huracán.
–Al menos sincera sí eres. Menos mal que no es problema mío –replica, riéndose mientras mira al capitán.
Me despido de Lexter sintiendo que toda la molestia que sentía contra él ha desaparecido. Realmente ha sido amable al venir hasta aquí e incluso tomarse la molestia de traer un obsequio tan especial como las mariposas. Si lo pienso bien, gracias a él he tenido una verdadera aventura digna de recordar. El capitán se encarga de acompañarlo y juntos salen de la habitación. Respirando profundamente, vuelvo a tomar asiento en el sofá. El dolor de cabeza continúa atormentándome, pero trato de ignorarlo, enfocando mi atención en las mariposas. Coloco el contenedor sobre la mesa frente al sofá, sin apartar mi mirada de ellas. Sin que pueda evitarlo, siento el peso de mis ojos aumentar; aún estoy bastante cansada.
–Si estabas tan cansada, debiste ir a la cama –expresa la voz del capitán.
Escucho su voz demasiado lejana, pero sé que se debe a que estoy más dormida que despierta. Pronto me doy cuenta de que me toma en sus brazos. Abro mis ojos momentáneamente; no lo negaré, estar en sus brazos es bastante agradable. Apenas soy consciente de que me lleva hasta la cama, donde me acomoda y me cubre. Siento el calor envolverme y pronto me pierdo por completo en mis sueños.
Al abrir mis ojos, me encuentro con el capitán durmiendo a mi lado. Al verlo, me asusto, pero esa sensación pasa pronto una vez que mi lógica se activa. Es verdad que aún estoy en la habitación del capitán y no podía esperar que durmiera en el sofá, especialmente porque no creo que alcance a caber. «¿Habrá dormido a mi lado los días anteriores?» Me pregunto, observándolo dormir tranquilamente. Su rostro está totalmente relajado y parece sonreír; es demasiado lindo, pero no puedo permanecer viendo el adorable espectáculo, por lo que me pongo de pie y, de manera sigilosa, me escabullo por la habitación hasta la puerta. Al llegar, la abro con cuidado y salgo. En el exterior, todo se encuentra en completo silencio; al parecer, todos se han marchado a descansar, pero yo ya no tengo sueño. He dormido más que suficiente en los últimos días. Con calma, avanzo por el pasillo hacia cubierta. Al llegar, me percato de que el barco está en movimiento nuevamente y que todo está sumido en la oscuridad. Resulta evidente que ya no nos encontramos en Zielony. Un sentimiento de tristeza se apodera de mí sin que pueda evitarlo; era un lugar simplemente maravilloso y, aunque casi muero, no sé, me cuesta asimilar que nos marchamos.
–¿Tan pronto olvidaste las palabras de Lexter? –inquiere, llegando a mi lado.
–Capitán, no, no lo he olvidado. Simplemente me preguntaba… ¿a dónde iremos ahora? –expreso, mirando a la nada. Obviamente, no admitiré que tiene razón y que, en realidad, me cuesta asimilar que la aventura en Zielony llegó a su fin.
–Ni yo lo sé. Simplemente sé que donde nos detengamos se encuentra una pieza más y deberé buscarla. El tiempo se está terminando.
La seriedad en su voz me resulta realmente inquietante. ¿Cuánto tiempo nos resta? ¿Qué sucederá si se termina? Estas y muchas otras preguntas inundan mi mente mientras mi mirada permanece atenta en la oscuridad; ni siquiera soy consciente del tiempo que transcurre en este lugar.