Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 18: Un camino hacia el final

Furiosa, llegué a mi lugar de descanso. No puedo creer que, incluso cuando intento pasar desapercibida y adaptarme, todo me salga mal. Sin poder evitarlo, algunas lágrimas llenas de molestia y frustración escapan de mis ojos.

—¿Qué te sucede? —inquiere Coralie, evidentemente preocupada. Seguramente, al verme cruzar hacia acá, se preocupó y decidió venir para saber lo que sucedía. Espero que esto no le cause problemas; ya quedó claro que, aunque no los busque, ellos llegan.

—No es nada —musito, limpiando rápidamente las lágrimas. Detesto que me vean llorar, así sea por rabia o tristeza; simplemente detesto llorar, pero detesto aún más que me vean llorar.

—¿Y desde cuándo se llora por nada? No me mientas. ¿Qué fue lo que sucedió para que te encuentres de esta manera? —insiste, dedicándome una mirada llena de comprensión. No puedo mentir cuando me mira de esa manera.

—¡Esa bruja de Naima me provocó y terminé arrancándole el cabello! —le explico, con la ira palpable en mi voz, al tiempo que le muestro el cabello que aún mantengo en mi mano—. Deseaba dejarla calva y trapear el escenario con ella, pero me la quitaron antes de que le diera su merecido.

—¡¿Cómo se te ocurre hacer algo así?! ¡Naima es la joya del barco! ¡Podrían lanzarte fuera del barco si se encapricha contigo! —expresa sumamente alarmada. Comprendo perfectamente su preocupación; obviamente sé que, a partir de ahora, voy a tener más problemas.

Es tarde, Coralie; ella ya está encaprichada conmigo. Lo peor de todo es que, hasta el día de hoy, yo jamás le había hecho absolutamente nada. Te juro que traté de seguir tu consejo al pie de la letra y mantener un perfil bajo, ¡pero ella está loca! ¡De la nada apareció y zas! Ella comenzó todo el problema.

—Creo que no comprendo nada de esto. Usualmente, Naima es encantadora. ¿Segura que no hiciste nada? Debe haber alguna razón que la llevase a molestarte.

—Y la hay, ¿Sabes cuál es? —inquiero, mirándola con molestia. No puedo creer que defienda a Naima, a la que yo jamás le hice nada. Coralie mueve la cabeza de manera negativa—. Lo hizo porque… ¡está loca! ¿Feliz? ¡Esa es la única razón!

—De acuerdo, de acuerdo, tranquila. Mejor dime, ¿qué hizo para provocarte?

—Yo estaba terminando de limpiar el escenario cuando se derramó el agua. Me di cuenta de que fue ella y me dije a mí misma que había sido un accidente; simplemente pensaba volver a secar todo, limpiar… y así. El problema comenzó cuando estaba por alcanzar el cubo de agua que estaba cerca de ella; lo pateó para evitar que lo alcanzara, entonces la cuestioné respecto a qué problema tenía, y entonces dijo que era yo, ¡que su problema soy yo! ¿Puedes creerlo? Esa loca dice que yo he estado seduciendo al capitán, me amenazó… y uff, me conoces, no me controlé.

—¡Oh, es por el capitán! —musita, como si en su cerebro se hubiesen acomodado todas las piezas de un rompecabezas incomprensible para mí.

—¿Qué quieres decir?

—Mira, ante los ojos de todos aquí, eres vista como una oportunista que ha seducido al capitán. No es algo nuevo; todo comenzó antes del incidente con Taranis. ¿Recuerdas que, antes de que se cayera, tú y yo estábamos hablando de ese tema? Bueno, todo empeoró después.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —cuestiono, recordando lo que conversábamos en aquel momento. Es verdad que fue algo que se quedó flotando en el aire después de que Taranis se cayó “accidentalmente”.

—Creo que no estás dimensionando toda la situación. El capitán te trajo en sus brazos hasta el barco, te llevó a su habitación y permaneció cuidándote durante los dos días que estuviste inconsciente. Todos se dieron cuenta de que reaccionaste, pero ese día, a pesar de estar consciente, te quedaste en esa habitación —indica, haciéndome abrir ampliamente mis ojos a cada palabra que sale de sus labios. No esperaba que toda la situación se hubiese interpretado tan mal.

—¡Es absurdo! ¡Yo no tengo nada con el capitán! Es muy guapo, sí, es muy amable, también; pero no hay nada como lo que han imaginado sus mentes enfermas. Esos días que estuve inconsciente ni siquiera cuentan, y luego me quedé dormida; eso fue todo.

—Eso lo sabes tú y el capitán, pero nadie más sabe nada. El capitán ni se preocupa por esas habladurías y tú… bueno, digamos que estás en el centro del huracán y ni por enterada.

—No sé qué decir, Coralie; solo sé que estoy cansada y que tengo grandes deseos de arrastrar a Naima por todo el barco como si estuviésemos en la calle de la medina y luego llevarla a que le den cincuenta azotes.

—¿No te bastó con casi dejarla calva? —comenta bromista. Sé que intenta hacerme reír y es buena; una sonrisa se dibuja en mi rostro al recordar que tengo en mi mano el trofeo de nuestra pelea.

—No me bastó —respondo, mirando al frente. Obviamente, esto no fue suficiente y Naima me las pagará.

—Esa mirada no me gusta nada, Hiver. Prométeme que no harás más grande este problema.

Con una pequeña sonrisa, elevo mis hombros como respuesta. Coralie me mira de manera reprobatoria; encuentro la preocupación en sus ojos de manera inmediata y se dispone a decir algo más; sin embargo, antes de que pueda pronunciar una respuesta, alguien abre la puerta e ingresa en el lugar; sus pesados pasos se aproximan a donde nos encontramos.

—¿Qué haces aquí, magarita? ¡Vuelve ahora mismo a tus deberes!

—¡Oh, Taranis, Taranis, la cereza del pastel! —expreso con amargura; literalmente, es lo único que me faltaba.

—El sentimiento es mutuo —replica, mirándome con ese mismo odio de siempre. Coralie aprieta mi mano, dedicándome una sonrisa y moviendo sus labios en un: “Nos vemos más tarde.” Para acto seguido ponerse de pie y salir, seguramente directo a retomar sus deberes.

—¿Y qué quieres? Porque estoy segura de que no has venido únicamente para ver mi cara bonita, ¿o sí?

—No, gracias; prefiero sopa. Estoy aquí porque tengo una misión; he venido hasta aquí como ángel justiciero.




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