Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 20: Una confesión inesperada

Ni siquiera soy consciente de las lágrimas que han escapado de mis ojos hasta que el capitán me rodea con sus brazos para evitar que continúe lanzando sus almohadas y todo lo que encuentro a mi alrededor. Sin poder controlarme, lloro. No puedo creer que esté llorando frente a alguien, o mejor dicho, en los brazos de alguien, especialmente si ese alguien es el capitán. Pero esto me ha sobrepasado.

—Ya pasó, Hiver, ya pasó —musita con un tono bajo, intentando brindarme tranquilidad.

—¡No, no ha pasado! ¡Esa bruja no se detendrá, ni ella ni nadie! ¡Todos seguirán diciendo que yo lo estoy seduciendo y no sé qué otras cosas más! —expreso con una terrible combinación de sentimientos en mi interior.

—¿Qué has dicho? —inquiere, sujetando mi barbilla para que lo mire.

—Esa es la razón por la que he peleado. Naima me provocó; se encuentra molesta conmigo porque, supuestamente, yo lo he estado seduciendo y no sé qué otras ideas más se ha hecho.

—¡Oh! ¿Así que el problema es que he sido seducido por ti? —responde con tono analítico, a tiempo que se esfuerza por controlar la risa que intenta escapar de sus labios. Con el ceño fruncido y un mohín en mi rostro, elevo mis hombros como diciendo: “Eso parece”. Al mirarme, no puede controlarse más tiempo y termina dejando escapar una risa que, de manera inmediata, inunda toda la habitación. «Qué risa más hermosa», pienso, pero sacudo rápidamente mi cabeza para alejar esa idea y enfocarme en lo importante—. Tal vez.

—¿Qué?! —exclamo, dejando atrás toda la molestia que sentía, siendo reemplazada por un sentimiento de perplejidad—. Creo que no he escuchado bien.

—Solo he dicho que tal vez —responde con un tono demasiado tranquilo, al tiempo que me mira con una pequeña sonrisa que me parece sumamente dulce, pero no estoy aquí para pensar en lo hermoso —o no— que es el capitán, especialmente después de lo que ha insinuado.

—¡Eso es falso! ¡No he hecho nada como eso! Yo… yo… ¡Obviamente jamás haría algo así! —expreso hablando a gran velocidad. Ni siquiera sé si se ha entendido lo que he dicho. Siento la frustración volver y mis ojos llenarse de lágrimas.

—No es lo que has hecho, sino lo que no has hecho. Es difícil de explicar esto en realidad, pero… ahora mismo solo sé que no quiero verte llorar más —responde, aproximándose a mí y limpiando las lágrimas de mis mejillas con sus pulgares, tomando así mi rostro entre sus manos—. Tus lágrimas laceran mi alma.

Sin comprender lo que está sucediendo, lo observo como si me estuviese hablando en otro idioma. Todo esto es una locura y creo que estoy alucinando. De pronto, lo veo aproximarse a mi rostro. Quiero reaccionar, pero me encuentro en un terrible estado de shock que me lo impide. Pronto siento la calidez de sus suaves labios sobre los míos, y es una sensación tan hermosa que cierro mis ojos, dejando que esa calidez inunde mi corazón. «¿Qué diantres estoy haciendo?», pienso, reaccionando. Abro mis ojos ampliamente y, sin dudar, hago lo primero que se me ocurre: salgo corriendo de la habitación como si de eso dependiera mi vida. «¡Ay no, no puede ser! ¿Qué ha sucedido?», intento comprender mientras corro por el pasillo.

Mi corazón late a una velocidad impresionante, tanto que pienso que se saldrá de mi pecho en cualquier momento, pero esa sensación no me detiene. Corro sin tener el mínimo cuidado, por lo que termino tropezando con algunos prisioneros, pero no me importa. Lo único que me interesa es escapar; no sé de qué quiero escapar exactamente, pero sé que debo hacerlo. Todas mis ideas se encuentran revueltas; ni siquiera puedo pensar con claridad, así que muy probablemente estoy actuando de cualquier manera menos con lógica. Llego a la celda de descanso, de manera inmediata me aproximo hasta mi lugar y tomo asiento mirando al frente, sin reacción alguna; e incluso por un momento me parece tener la mente en blanco. Es como cuando colocas todos los colores de un arcoíris en un círculo y lo haces girar: todo parece blanco, pero en realidad todos los colores están ahí. Así mismo con mis pensamientos: parecen no existir, pero ahí continúan.

—¿Hiver? ¡¿Hiver, me escuchas?! —escucho una voz sumamente lejana llamarme y me percato de que me mueven—. ¡Reacciona! ¿Qué sucede?

—Él… él… yo… yo… —balbuceo sin poder articular una frase completa, al tiempo que parpadeo rápidamente en un intento de salir de mi estupefacción. Miro a Coralie sin emitir respuesta; creo que no soy capaz ni de ubicarme en el momento adecuado.

—No me asustes. ¿Qué pasó? ¿Te lanzaron fuera del barco?

—El barco… el capitán… él… me besó —murmuro, llevando mi mano hacia mis labios al tiempo que parpadeo, recordando ese momento—. Creo que estoy loca, Coralie.

No sé si es mi mirada, mi expresión o el tono de mi voz, pero Coralie deja escapar una sonora carcajada. Tomándome desprevenida, me asusta, por lo que doy un pequeño salto en mi lugar. Me mira y vuelve a reír. Nunca la había visto así, pero bueno, ella tampoco me había visto en este estado tan… ¿desconcertante? No sé, realmente no sé qué ha sucedido, lo que siento, no sé nada; no he podido asimilar toda esta situación. Me siento como una computadora con el disco duro saturado, incapaz de procesar nada más.

—Perdón, es que… lo dices como si fuese el gran descubrimiento y no puedo —expresa riendo hasta casi ahogarse; su risa se ve acompañada de una tos—. Hacía una eternidad que no me reía de esta manera; ya me dolió el estómago.

—Ándale, síguete burlando de mí, aquí tu payaso con gusto te cuenta más —expreso mirándola con reproche.

—Es que no puedo evitarlo, tu cara y la frase tan seria: “Creo que estoy loca”. ¿Crees? Definitivamente estás loca, eso no es nuevo para nadie.

—¡Coralie! —la regaño; necesito que justo ahora se tome con seriedad la situación.

—Está bien, lo siento. Entonces, te besó, ¿y qué hiciste?

—Salí huyendo como si pretendieran matarme —confieso, cubriendo mi rostro con las manos y dejando escapar un suspiro. Estoy sumamente avergonzada, y son tantas las emociones que tengo en este momento: el beso, mi reacción infantil, la sorpresa, la vergüenza… no sé, todo al mismo tiempo. Creo que han sido demasiadas cosas; incluso siento que un dolor de cabeza ha comenzado a molestarme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.