Morado y negro, mi color favorito. Elegante y lindo; pocas combinaciones me agradan tanto. "¡Alto! ¿Morado y negro?", me grita mi conciencia, haciéndome incorporarme y observar con atención. No comprendo absolutamente nada, pero estoy en la habitación de un vampiro, ¡júrenlo! La pregunta real es: ¿cómo he llegado a este lugar? Desconcertada, observo todo: esta cama es enorme y cómoda, pero todo, absolutamente todo, se encuentra en negro y morado: sábanas de seda... ¿Quién me viera aquí? Una habitación enorme, llena de lujo y buen gusto. Lo admito, para mí todo esto es como un sueño vuelto realidad. "¿Acaso sigo dormida?", me pregunto. Con la intención de cerciorarme, me doy un pellizco, haciéndome gritar. Creo que excedí, pero significa que estoy despierta; que todo esto es real; que estoy sola en esta enorme habitación desconocida y que no tengo ni la más mínima idea de dónde se encuentran Coralie, el capitán, Taranis y el resto de integrantes del grupo de búsqueda.
Sin pensarlo más, me incorporo y busco mis zapatos, pero no están. No hay zapatos, no hay ropa; todo lo que tengo es el pijama de seda que llevo puesto. ¿Quién me cambió la ropa? ¿Yo misma? Espero que sí, pero bueno, ahora mismo otras dudas son más importantes. Este pijama es hermoso y no puedo quejarme: es de color negro y morado, como al parecer lo es todo en este lugar. Además, es discreto: se compone de un pantalón holgado, muy cómodo, y una camisa de manga larga. No sé qué ocurre, pero comienzo a asustarme. Miro a mi alrededor: "¿Dios, este lugar es enorme?", pienso, sin poder controlar mi asombro. Todo es tan elegante y enorme. Después de revisarlo minuciosamente, me doy cuenta de que hay cuatro puertas. Correcto. ¿Cuál es la salida? Usando la lógica, descarto las dos más ocultas; una salida no estaría tan disimulada. Tal vez sí, pero por ahora las descartaré. No creo que una salida se ubicara en esa zona; alguna debe ser el cuarto de aseo y la otra, muy probablemente, un clóset enorme, de esos en los que puedes caminar por pasillos. Así que quedan dos opciones. Elegiré sabiamente, de forma madura y lógica. Con un "de tin marin", la suerte no me ha fallado, así que debo confiar en ella.
Con los resultados completamente científicos y maduros de mi toma de decisión, resulta que debo abrir la puerta ubicada a mi derecha. Que sea lo que Dios quiera, y esperemos que sea la salida. Manteniendo en mi mente las pocas oraciones que conozco, rezo, esperando no haberme equivocado e ingresar en algún lugar en el que no debiese. Dirijo mi mano al picaporte, sintiendo mi corazón latiendo a gran velocidad. Lo giro y jalo para abrir, asustándome al ver que no es posible. Llevada por mi angustia, empujo la puerta con demasiada fuerza, por lo que salgo disparada, cayendo sobre una alfombra. ¿Adivinan el color? Exacto: morado. Estoy teniendo un déjà vu de mi presencia en Zielony conociendo a Lexter, pero en esta ocasión, quien sea que vive en este lugar tiene una clara obsesión con el negro y el morado, y no con el verde. Esta alfombra es hermosa y suave, ¡qué suerte! Pero aún así no puedo creer que fuese tan torpe como para terminar en el suelo. Debí revisar antes de ponerme histérica. En mi defensa, puedo decir que cualquier persona en mi situación se asustaría.
Mirando la alfombra, dejo escapar un suspiro sonoro para, acto seguido, disponerme a ponerme de pie. Pero antes de que pueda hacerlo, me percato de la presencia de una pantufla negra cerca de mi mano. ¿Cómo fue que no me percaté de ella antes? No sé, soy distraída. Y no, no solo está la pantufla; obviamente, el pie y el individuo completo. Elevando mi mirada, me encuentro con un desconocido que me mira con atención.
–¡Hola! –saluda con entusiasmo, sonriendo ampliamente, haciéndome evidente que tiene serios problemas en su cabeza, aunque es bastante atractivo a pesar de ese brillo de locura en sus ojos. Esos grandes ojos color miel me hacen recordar a los ojos de un gato; su hermoso cabello negro como la noche (sé que es más largo de lo que parece, pero se ve corto por lo rizado que es) y su piel tan blanca que realmente parece un vampiro–. Veo que te gusta la alfombra.
–¿Qué? ¡No! ¿Quién eres tú? –inquiero, poniéndome de pie. Siento que la caballerosidad no forma parte de su vocabulario, y menos aún de su personalidad.
–Yo... bueno... soy tu dueño ahora. ¿No te encanta este palacio? –expresa, señalando lo que nos rodea.
–¿Qué ridiculez es esa? ¡Estás loco! ¡Yo me voy de aquí!
Sin esperar respuesta alguna, me encamino hacia las doradas escaleras que descienden. Puedo sentir la mirada atenta de ese sujeto, pero no me detengo. De forma presurosa desciendo, hasta llegar al último escalón, encontrándome de vuelta en la alfombra, con ese desconocido sujeto frente a mí, que, sin inmutarse, lleva a sus rosados labios un vaso de jugo. "¿Cómo es que...? ¡Qué absurdo!", pienso, mirando las escaleras y al sujeto que me mira con atención, mientras en sus ojos vislumbro un brillo de diversión. Entrecierro los ojos, lo miro antes de volver a intentar salir de este lugar. Llego hasta la escalera y miro hacia abajo; antes de decidirme, giro a mirar al sujeto, que me saluda con una sonrisa en su rostro. Sintiéndome molesta, desciendo nuevamente, y pronto me percato del sutil movimiento que realiza la escalera, y en un segundo, en lugar de descender, ¡asciendo y vuelvo al principio!
–¡Pero qué rayos! –exclamo con frustración.
–¡Qué vocabulario! En realidad es divertido, ¿no te parece? –comenta risueño.
–No, ¡déjame ir ahora mismo! –exijo sumamente molesta.
–Es que no puedo... me agradas mucho y estoy muy solo en este lugar; no quiero dejarte ir.
–Pero debo hacerlo, no quiero estar aquí; mis amigos deben estar muy preocupados.
–No lo creo. Cuando te traje, dejé una nota a la chica de cabello rosado; estaba dormida, pero probablemente ya vio la nota. Te buscarán en la fiesta; dejé algunas invitaciones.
–¿Fiesta?