Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 26: Enseñando modales

Al poner un pie en la entrada, el asombro se hizo presente. Las miradas se centraron en nosotros y algunas murmuraciones se desataron. Karan avanzó hacia el interior, pero yo no pude ignorarlas tan fácilmente como él.

—Mira el raro que llegó —comentó una de las mujeres en un pequeño círculo de tres arpías.

—Y trae compañía, ¡qué sorpresa! Debe estar loca como él; no hay otra explicación para que lo acompañe —replicó otra, dejando escapar una risilla burlona.

—Es lo más probable —dijo la tercera, y después rieron burlonamente y continuaron murmurando.

Hay límites de tolerancia para todo, y los míos son casi nulos. Tolerar tonterías de este tipo no es mi fuerte, así que me liberé del brazo de Karan y volví sobre mis pasos hasta llegar a donde se encontraban ese trío de arpías venenosas, a las que planeaba arrancarles el colorido cabello que adornaba sus huecas cabezas.

—Vuelvan a repetir lo que dijeron, pero esta vez viéndome a la cara y no a mi espalda — indiqué, con la molestia palpable en mi voz. Me percaté de que Karan había regresado y se detuvo a mi lado.

—No vale la pena, hemos venido a divertirnos, vamos —murmuró Karan con un tono sumamente tranquilo, nada comparado con el mío, que denotaba molestia.

—¿Por qué no escuchas al raro que al menos tiene sentido común? —indicó la mujer de cabello rosa intenso, que mantenía en su rostro una máscara blanca con detalles dorados en los bordes y usaba un vestido dorado claro. La sinvergüenza se adelantó para mirarme directamente a los ojos, mientras que las otras dos se colocaron a su lado.

—¿Cómo me llamaste? —cuestioné, mirándola llena de rabia. Solo estaba esperando a que se atreviera a continuar con sus tonterías para hacerle ver lo que es amar a Dios en tierra de indios.

—Lo que escuchaste, lo he llamado raro porque lo es. ¿Cómo más puede llamársele? ¿Qué te gusta más, Inada…?— Antes de que pudiera terminar lo que diría, la sujeté fuertemente del cabello.

—¡Te disculparás! ¡¿Me escuchaste?! ¡Ahora! —ordené, sujetándola tan fuerte que, aunque intentaba liberarse de mi agarre, le resultaba imposible.

—¡Basta! ¡Estás haciendo el ridículo! ¡Suéltame de una vez! —expresó, intentando apartarme con sus brazos. Todos los presentes estaban pendientes del espectáculo, pero poco me importó.

—¿Quieres que te deje? ¡Entonces discúlpate por ser una bruja y no tener el más mínimo respeto!

—¡De acuerdo, de acuerdo! ¡Lo siento, Karan, lo siento mucho!

—Ves que bonito es su nombre y que hermoso es tener educación. A la próxima que se te ocurra soltar tu veneno sin pensar, te juro que no la cuentas — indiqué, soltando su cabello y lanzándola hacia donde se encontraban sus compañeras, quienes la sujetaron antes de que terminara en el suelo.

Había quedado toda despeinada. Gracias a su peinado, no me quedé con su sucio cabello en mis manos como con Naima. Me hubiese gustado el trofeo, pero no siempre se puede uno llevar algo. Con una sonrisa, la observé marcharse en compañía de ese par. Se encontraba llena de indignación, y no es para menos; este era su territorio, y poco me faltó para ponerme a trapear con ella. En realidad, pensé que ese par eran sus amigas, pero evidentemente me equivoqué; no movieron ni un músculo por ayudarla. ¡Pobre! Lo peor de todo es que ahora que el trago amargo pasó, fingen interés. Detesto la hipocresía. Ella no me importa, pero ver ese tipo de escenas me hace hervir la sangre de rabia.

—No era necesario que hicieras eso, no me importa lo que digan o dejen de decir.

—Eso ya lo sé —musité con una sonrisa, para acto seguido alejarme. Tenía sed y quería un poco de agua.

Las miradas estaban atentas, pero no dijeron nada; al parecer se habían asustado. Después de poco tiempo, Karan llegó a mi lado y avanzó sin decir una sola palabra, pero sé que algo deseaba decir. Durante el trayecto encontramos un mesero y tomé una copa de agua. Llevándola hacia mis labios, giré para ver todo lo que nos rodeaba.

—Ahí la tienes, ¿te parece que necesita ser rescatada? Estoy tentado a dejarla en este lugar, se ve que le gusta —comentó una voz conocida. ¡Había venido! Creí que no lo haría; estaba prácticamente segura.

—Capitán —musité, mirándolo embelesada. Esa aura misteriosa que desprendía con esa máscara azul marino y vestido de manera tan elegante… Si no se hubiese acercado y hablado, no lo hubiese reconocido. A su lado se encontraba Coralie, la reconocí de manera inmediata por su cabello y sus ojos a través de su máscara dorada a juego con su vestido brillante.

—¿Por qué debes causar problemas a donde quiera que vayas? —inquirió con gran seriedad—. Ni siquiera sé por qué he venido.

—Yo no los busco, ellos solitos llegan a mí.

—Eso acabo de ver. Además, te llevas muy bien con tu captor, al parecer. ¡Qué tontería! ¿Acaso padeces del síndrome de Estocolmo?

—Sí… pero no —expresé, dejando escapar un suspiro sin apartar mi mirada de él—. ¿Ha venido solo para reclamar y pelear? Si es así, puede irse, capitán, yo solita puedo cuidarme.

—Basta, por favor —intervino Coralie al percatarse de que podíamos comenzar a discutir—. Hiver, hemos venido por ti, deja esa actitud.

—¿Yo? ¿No te das cuenta cómo actúa? ¿Y por qué lo hace? Dígalo, capitán, ¿por qué me habla de esa manera? —cuestioné, avanzando hacia donde se encontraba para poder mirarle a los ojos.

—Basta, encárgate de tu amiga, Coralie, yo he hecho suficiente viniendo hasta aquí —expresó, ignorándome por completo.

Sin más, cruzó por mi lado y avanzó hacia donde se encontraba Karan, quien se había mantenido atento a lo que sucedía mientras se encargaba de beber tranquilamente la copa de líquido transparente que adquirió antes de que aparecieran Coralie y el capitán. Todo este tiempo se mantuvo sin decir nada, y al ver acercarse al capitán colocó en su rostro una sonrisa cínica. Pero no me interesa Karan y sus sinvergüenzas; me importa que el capitán se haya comportado de esa manera conmigo. Me siento molesta; mis manos se convierten en un puño. Furiosa, intento avanzar con la intención de detenerlo y exigir que se disculpe; sin embargo, termino siendo detenida por Coralie, quien me mira con reproche.




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