Me detengo al lado del capitán, tratando de ver qué dice el sobre. El remitente dice: “Inti”. Debe ser quien lo dejó, pero… ¿quién es Inti? Nunca antes he escuchado ese nombre, y leerlo ha despertado una extraña sensación en mí, un presentimiento… y no es positivo.
–Espero que esto te ayude en la misión –expresa Karan con amabilidad–. Disculpa que tomara a un miembro de tu tripulación, Antares. Necesitaba alguien que me acompañara, y ella es perfecta: está loca y no me conocía. Perfecta.
–No importa, no te preocupes, lo comprendo; sin embargo, debemos marcharnos cuanto antes. Nuestro tiempo es limitado…
–Nada, nada. El evento recién comienza, y no me quedaré solo antes del baile –interrumpe Karan con tono casual, como si todo fuera insignificante para él. Es un desconsiderado, solo se preocupa por sus deseos.
–Escuchaste al capitán, no podemos quedarnos, nos vamos –intervengo, mirando a Karan con seriedad–. Dijiste que si venían, podría irme. Aquí están, vámonos.
–¿Quieres que me ponga caprichoso? –replica, frunciendo el ceño y haciendo un mohín. Vaya consentido que resultó–. Ni siquiera he comido algo. Esto me pone de mal humor.
–¿Y qué harás? –lo encaro con seriedad. No puede estar amenazándome cada dos por tres, y aquí no cuenta con los “truquitos” de su mansión. Como si mis palabras le causaran gracia, sonríe de manera juguetona.
–Me caes bien. ¿Puedo conservarla, Antares? Es muy especial, no hay nadie como ella aquí, me divierte mucho –expresa, dirigiéndose al capitán, quien me mira de reojo, evidentemente molesto conmigo.
–Ella es un dolor de cabeza constante. No serás capaz de tolerarla, y yo no soy tan cruel como para dejarte ese peso.
–No es tan difícil. De hecho, déjala por un tiempo y te la devuelvo educada y respetuosa. Le sacaré todo ese veneno que la consume y te devolveré una rosa educada, dulce y amable –responde, lleno de confianza en sí mismo, como si yo no estuviera presente.
–Es una propuesta muy tentadora –replica el capitán, risueño–. Déjame meditarlo un poco.
Con Coralie a mi lado, continúo escuchándolos hablar como si yo no estuviera presente. Ciertamente, es un acto de muy mal gusto, y me molesta que hablen de mí de esta manera. Deseo largarme de aquí y no volver a verles la cara a ninguno de ellos. Y eso es justo lo que haré. Sin emitir palabra alguna, giro sobre mis pies y me encamino a la salida. Coralie se percata de inmediato e intenta detenerme, pero cuando decido algo, no hay poder alguno capaz de hacerme cambiar de opinión, y menos aún evitarlo.
–Hiver, ven aquí –la escucho llamarme, pero hago caso omiso.
De esta manera llego al exterior en pocos segundos. Siento el viento golpear mi rostro y veo la multitud frente a mí. Algunos seres llegan mientras que otros se marchan. Estas celebraciones siempre tienen un exceso de individuos, y esta no es la excepción, aunque sea una dimensión completamente diferente.
Sin importarme, paso por en medio de algunos, haciendo un espacio para irme de aquí de una buena vez. El centro está a reventar. ¿Acaso nadie tiene nada mejor que hacer? Sintiéndome aún más molesta, me alejo de la multitud. No tengo ni la más mínima idea de adónde me dirijo, no conozco este lugar y seguramente me perderé, pero no tolero más nada.
Pronto me encuentro en un lugar solitario. Asusta, pero es mejor que estar rodeada de tantos individuos y escuchar las palabras del capitán. Escucharlo hablar así me ha dolido en lo más profundo de mi corazón, más de lo que hubiese esperado. Con toda la ira de mi interior transformándose en tristeza, tomo asiento en un banco que se encuentra en lo que parece ser un parque. Este lugar es silencioso y agradable, perfecto para pensar. Con desánimo, miro al suelo.
–Hola, bonita. ¿No eres de aquí, verdad? –habla un individuo desconocido. De inmediato miro en su dirección. Con la oscuridad, no puedo apreciarlo con claridad, pero más que eso, no entiendo cómo llegó hasta aquí para molestarme. Debió seguirme, y eso sí me preocupa; nadie te sigue solo porque sí.
–¿Quién eres y qué quieres? –cuestiono con hostilidad. Soy muy intuitiva y sé que este ser no es alguien en quien deba confiar.
–Alguien que quiere ser amigo de una jovencita tan linda como tú –expresa, intentando alcanzar mi rostro.
–¡No me toques y déjame tranquila! ¡Vete de aquí!
–Pero cuánta hostilidad. Yo solo quiero conocerte un poco mejor.
–Gracias, pero no gracias –indico, poniéndome de pie para marcharme.
–¿Pero qué prisa puedes tener? –musita, poniéndose de pie y parándose frente a mí, evitando que pueda marcharme.
–Apártate y déjame tranquila.
–¿Y si decido no hacerlo? –inquiere, acortando la distancia que nos separa e invadiendo mi espacio vital.
–No te atrevas a dar ni un solo paso más, o me obligarás a golpearte. Es la última vez que te lo digo: ¡déjame tranquila! –indico con el tono de advertencia evidente.
En la oscuridad, puedo ver cómo en su rostro se dibuja una gran sonrisa. Y no mentiré, obviamente no le he causado ni el más mínimo susto; al contrario, creo que mis palabras lo emocionan, porque incluso puedo percibir un brillo malvado en sus ojos. Ahora mismo me arrepiento de no haberme tolerado los comentarios del capitán y Karan. Total, no era tan malo comparado con esta situación tan incómoda, de la cual no será nada sencillo salir. «¿Por qué los problemas siempre me siguen? ¿Es que acaso traigo sal extra acompañándome?» me cuestiono, moviendo mi cabeza de manera negativa al tiempo que trato de rodear al sujeto en cuestión.
–Deja de intentarlo, no escaparás de mí –musita, sujetando mi brazo. Con molestia, entrecierro mis ojos e intento liberarme de su agarre; sin embargo, es fuerte y no me es posible. Eso no me detiene. Taranis es más fuerte y no por eso me rendí. Ahora no será diferente. Lo pateo con fuerza, pero el vestido que utilizo me limita considerablemente y no logro que me suelte–. Eres una linda fiera, con mayor razón quiero conservarte.