Un par de días han transcurrido desde que nos alejamos de Magari. Viajamos a través de la nada nuevamente. Es de noche; los prisioneros ya descansan, pero yo estoy observando a través de la pequeña ventana del lugar dedicado al espectáculo. Hoy hay función, y una muy especial. Es tan importante que decidí traerme un banco para poder subir y apreciar sin problemas todo el show de esta noche.
Los gritos y aplausos comienzan; todos los tripulantes esperan que la estrella aparezca en el escenario y nos deslumbre con su luminosidad. Ansiosa como todos, espero que comience el espectáculo, que empiece a lucirse como sabe hacerlo; espero, sí, pero no por la misma razón que lo hacen todos ellos.
Pronto la veo aparecer usando un lindo traje en color verde brillante, con su pareo en la cintura, llena de joyas tintineantes; tan cautivadora, llamativa, elegante y arrogante como solo ella puede serlo. Su largo cabello negro, suelto con algunas trenzas entrelazadas y sueltas, adornado con algunos colgantes llamativos… Me pregunto: «¿Le gustará el rojo?». A mí, en lo particular, me fascina; es mi color favorito, es tan brillante y llamativo. Considero que ella debería usarlo más seguido.
Con mi mirada atenta en ella, sigo todos y cada uno de sus pasos, los shimmy, camellos y vueltas que hace; pasea por todo el escenario, deleitando a todos, quienes emocionados gritan. Es fastidioso para mí hasta que llega el momento que he estado esperando: ella gira hacia atrás y sus pies tiran de una pequeña cuerda que vacía sobre ella la pintura roja que se encuentra colocada sobre su cabeza. Al darse cuenta, la esquiva, pero al hacerlo resbala con la cuerda y el balde de agua que alguien olvidó en ese lugar. ¡No deberían ser tan descuidados! La pobre Naima termina resbalando, rodando por el escenario, ensuciando su hermosa ropa de pintura, al igual que su precioso y brillante cabello negro, además del agua sucia. Es una escena sumamente cómica, más que la de Taranis.
Las risas no se hacen esperar, especialmente porque cada intento de Naima por ponerse de pie termina empeorando la situación, haciendo la escena aún más divertida. Controlo mi risa tanto como me es posible; no quiero llamar la atención y delatarme, aunque obviamente soy la principal sospechosa. Pero deberían agradecerme el espectáculo tan diferente de esta noche. Cada vez es lo mismo: baile, y ellos se emocionan. Hoy el espectáculo realmente ha valido la pena. De pronto, una penetrante mirada se cruza con la mía. Sé que me ha visto disfrutando del espectáculo, pues su expresión se endurece. Rápidamente desciendo del banco, lo aparto y me dispongo a huir. No he alcanzado a dar dos pasos cuando la puerta se abre. A pesar de percatarme, continúo alejándome disimuladamente.
—No tan rápido, señorita, ven conmigo.
—Estoy agotada, es muy tarde y preferiría descansar.
—Guarda silencio, ven conmigo —indica, cerrando la puerta detrás de él. Su expresión me indica que no hay más opciones, así que avanzo detrás de él. Rápidamente llegamos hasta su habitación y abre la puerta—. Entra.
Ingreso en la habitación del capitán, haciéndome a la idea de que me espera una buena reprimenda por lo que le ha sucedido a Naima en el escenario, escenario que es mi responsabilidad. Él ingresa también, cerrando con fuerza la puerta. Evidentemente se encuentra furioso por el cambio en el espectáculo. ¡Ni que fuera para tanto! Pero bueno…
—Capitán —musito sin mirarlo.
—¿Te hace feliz ver de esa manera a un individuo? ¿Eres tan cruel para alegrarte de la desgracia ajena? Estoy decepcionado, ¿sabes? Lo que has hecho ha sido tan bajo, tan ruin, simplemente algo que no esperaría de ti.
—El secreto para no decepcionarse es no esperar nada de nadie. Yo no le he pedido que esperara de mí algo que no soy capaz de hacer —expreso, sintiendo lágrimas acumularse en mis ojos.
—Simplemente creí que habías entendido y dejarías ese deseo de venganza atrás.
—Eso es algo que no soy capaz de hacer y no puedo cambiarlo —expreso con sinceridad. Sus palabras me han dolido mucho, pero no puedo simplemente aceptar algo que no soy—. Yo simplemente soy así. Ella me las debía y me las debía pagar tarde o temprano. No esperes que cambie, porque te decepcionarás más; tampoco esperes nada de mí, si no logras ver lo que deseas, sufrirás.
—Eso es lo que veo. Igual, por una idiotez, quise creer y mira… Naima sabrá que has sido tú, todos lo sabrán. ¿Y luego qué? Deberé aplicarte un castigo, ¿escuchas? ¡No puedo salvarte de esto! Tú sabes que te quiero, lo sabes; no puedo mandarte a las celdas y ser castigada como si no me importaras. Mira la situación en la que estoy, no me dejas opciones.
—Usted es el capitán, debe hacer lo que considere mejor. No tiene que salvarme de nada; al hacer lo que hice fui consciente de lo que significaba. ¿Debe castigarme? Hágalo.
—¿Hágalo? ¿Solo hágalo? ¿Es que no entiendes nada?
—Claro que entiendo: cuando pidan mi respectivo castigo, usted lo aplicará. Enciérreme en la celda o lánceme fuera del barco; puede hacer lo que quiera.
—¿Lo que quiera? Para comenzar, no quiero castigarte, no quiero; así que lo que harás será disculparte con Naima, así no será necesario ningún castigo.
—¿Ningún castigo? Eso es un castigo, y prefiero que me lancen por la borda, así que ni en tus sueños, capitán, eso jamás.
—No tienes que ser tan orgullosa y ni siquiera sincera.
—Pues con la novedad de que sí soy muy orgullosa y por sobre todo sincera. Simplemente olvídalo, porque no soy hipócrita y jamás me pondré de alfombra ante nadie, menos ante esa bruja.
—¿Tan difícil te resulta?
—Más que eso, es un imposible; así que ya lo dije, olvídalo —replico, sintiéndome sumamente molesta, por lo que me encamino a la salida.
—Aún no terminamos de hablar.
—Yo sí, así que déjame tranquila —digo, avanzando a la salida.
—¡Hiver, detente y ven aquí! —ordena con seriedad. Es el capitán; debería obedecer, pero me encuentro demasiado molesta y quiero estar sola. Necesito un poco de aire para calmarme—. ¡Hiver!