Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 33: Disculpas necesarias

Centro mi atención por completo en la nada, perdiéndome profundamente en mis pensamientos. No sé cuánto tengo de razón y cuánto el capitán; a pesar de eso, nunca jamás me disculparé por algo de lo que no me arrepiento. "¿Será capaz de lanzarme fuera del barco?", me pregunto, dejando escapar un suspiro lleno de emociones.

—Creo que alguien ha sido seriamente reprendida —comentan con tono tranquilo, aproximándose a donde me encuentro—. ¿Cómo estás?

—Jasper, hola —musito, saliendo de mis pensamientos—. Estoy bien, en realidad.

—No pareces bien. No te sientas mal, el espectáculo ha sido muy divertido. Naima estaba al punto de las lágrimas y seguro pedirá tu cabeza en bandeja de plata, pero tranquila, no pasará de unos días encerrada. Daré testimonio de que ha sido un "accidente"; eso te ayudará a que no exijan lanzarte fuera del barco.

—Pues gracias por el apoyo, Jasper. Sinceramente, no me molesta ni me preocupa el seguro castigo que me espera; el problema es otro.

—¿Cuál? —cuestiona con curiosidad.

—No importa —musito, elevando mis hombros y restándole importancia al tema.

—Yo creo que sí importa. Si no importara, no estarías como ahora; poco falta para que rompas a llorar.

—Es mero enojo, ya se me pasará.

—¿Y a qué se debe? Cuéntame.

—¿No te rendirás, verdad? Bien, el capitán pretende que me disculpe con la bruja de Naima, solo para evitarme un castigo peor, ¡pero ni lo sueñe! Eso jamás. Arrancarle los ojos sería poco para esa mujer, y vaya que me gustaría hacerlo.

—Sí que la odias.

—Y tengo mis razones para hacerlo —expreso, dejando escapar un suspiro lleno de frustración—. Odio todo esto.

Golpeo el borde de madera con la mano convertida en puño, al tiempo que con mi otra mano seco la lágrima que se ha escapado. De verdad me siento muy molesta, tanto que ni el duro golpe que le he dado al barco me ha dolido. De pronto siento que me abraza; eso era lo único que me faltaba para que todo el llanto que he estado controlando escape de mis ojos.

—Eso es, llora; deja que todo eso se vaya. Guardarlo solo te hace daño a ti misma —musita Jasper con tono comprensivo, dejándome llorar.

El llanto es una herramienta de limpieza interna. Poco tiempo después puedo sentirme mejor, más ligera, tranquila. De pronto, escucho el carraspeo de alguien, y Jasper me libera de su abrazo. Yo limpio mis lágrimas, y ambos miramos a quien ha llegado. La seriedad de su semblante denota la molestia que siente; miro sus manos, que se encuentran cerradas con fuerza.

—Márchate a descansar, Jasper —ordena, usando su autocontrol para emplear un tono tranquilo y relajado, pero yo puedo ver en sus ojos el brillo de la ira que lo consume.

—Sí, capitán, enseguida —musita Jasper, moviendo la cabeza afirmativamente.

Antes de marcharse, Jasper me dedica una mirada comprensiva con una pequeña sonrisa en su rostro, para acto seguido dejarme a solas con el capitán, quien se coloca a mi lado sin decir ni una sola palabra y mira al frente.

—Lo lamento —musito, sabiendo que le debo una disculpa por lo sucedido hace unos minutos.

—¿Qué lamentas?

—Haberte dejado con la palabra en la boca.

—Oh, eso. Creí que permitir que otro te abrazara solo porque sí…

—¿Qué? Capitán, ¿estás celoso?

—No sé qué es eso; solo sé que no me parece correcto que cualquiera llegue y te abrace o tome tus manos; eso es todo.

—¿Eso te molesta?

—Me incomoda, en realidad, pero es lo de menos. Te buscaba para disculparme; no he debido pedirte que te disculparas con Naima.

—Es verdad, no debiste ni debes; solo perderás tu tiempo, y yo no lo haré.

—Ya me queda claro. Me enojé a causa de la frustración que sentí y siento aún. Sé que deberé mandarte a la celda de castigo; tú también lo sabes, y hacerlo me dolerá en el alma.

—Ese lugar no es tan malo; solo no permitas que me den ese arroz horrible de la vez anterior, y estaré bien. No trabajaré por tres días seguidos; un descanso siempre viene bien —expreso, alcanzando su mano y sonriendo ligeramente.

—Te lo prometo; quisiera poder evitar ese lugar para ti.

—Ya lo sé, pero no es necesario; puedo tolerarlo.

—Me gusta tanto esa valentía y fuerza que tienes; todo de ti me fascina y me enloquece —expresa, mirándome.

—Me harás sonrojar —musito, mirándolo fugazmente.

—Tal vez eso es lo que quiero hacer; sonrojada eres adorable.

Con una sonrisa, me cercioro de que nadie mire y lo abrazo para rápidamente alejarme. Pueden hablar lo que quieran, pero en realidad no pueden comprobar que realmente hay una relación entre el capitán y yo.

—Creo que lo mejor es ir a descansar; a primera hora pedirán mi cabeza. No te preocupes más; haz lo que debas hacer.

—Tienes razón —musita, tomando mi rostro para que lo mire—. Duerme bien.

—Tú también. No te preocupes, ¿quieres?

Moviendo la cabeza afirmativamente, se aproxima para depositar un casto beso en mis labios. Le dedico una sonrisa para acto seguido alejarme, sujetando su mano hasta que debo soltarla por completo. Siento su mirada en mí cuando giro para dirigirme a la zona de descanso; debí considerarlo antes de desquitarme con Naima.

A la mañana siguiente, avanzo por el pasillo que lleva a la zona de aseo. En el lugar se encuentran algunas prisioneras. Como acostumbro a hacer, las ignoro; es lo mejor, porque no soy santo de su devoción, y tampoco voy a estar perdiendo el tiempo dándoles una lección a cada una.

—Estoy ansiosa por saber lo que sucederá —le murmura una a la otra, que se encuentra frente a ella, mirándome con una sonrisa burlona.

—Ya sé, será muy emocionante.

—¿Crees que realmente la castiguen?

—Definitivamente; todos se encuentran muy indignados. Desde muy temprano comenzó el escándalo; exigen al capitán un castigo ejemplar para la responsable.

—Yo creo que el capitán hará hasta lo imposible para salvarla, como un caballero enamorado para salvar a la princesa en peligro —replica la otra, dejando escapar un suspiro.




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