Antares: Etoile d'hiver

Capítulo 41: Sin un adiós

Hoy es un día de esos en los que sientes en tu corazón una emoción que no eres capaz de explicar, una combinación extraña entre alegría y nostalgia que te hace llenar los ojos de lágrimas. Me encuentro en la habitación del capitán, sentada en el sofá observando las mariposas puff en su ciclo infinito. Al terminar mis deberes, decidí venir a verlas en busca de un poco de paz. El capitán se encuentra hablando con su hermano menor. Han transcurrido un par de días desde que reaccionaron y estamos por llegar al hogar, devolver la pieza completa y dejar atrás toda esta aventura.

—No sabía que estabas aquí —comenta el capitán, sacándome de mis pensamientos. Estaba tan concentrada que no me percaté de que ingresó y llegó hasta el sofá, donde toma asiento.

—Disculpa por entrar sin tu permiso, solo quería ver las mariposas un poco.

—¿Por qué te disculpas? —inquiere sujetando mi barbilla para que lo mire.

—Consideré que era necesario.

—De ninguna manera —musita regalándome un casto beso en los labios—. ¿Qué sucede? Te noto un poco diferente, ¿cansancio? Estuviste mucho tiempo cuídame porque no duermes un poco mientras yo te cuido.

—Me encantaría, pero no tengo sueño. Quería ver las mariposas y luego tomar un poco de aire en cubierta.

—¿Así que no estoy en tus planes de hoy?

—Te estoy invitando —digo envolviéndolo en un abrazo.

—Yo con gusto acepto —responde con una hermosa sonrisa brillante en su rostro.

—Antares, mi estrella en el cielo, te amo —confieso uniendo mis labios a los suyos. A pesar de todo lo ocurrido, nunca había expresado lo que sentía en palabras. Sin dudarlo, me corresponde y me abraza al finalizar el beso.

—Te amo.

Mi corazón se regocija al escuchar salir esas dos palabras de sus labios, la frase más común del universo, la más trillada y cliché, que dicha con la sinceridad del alma se vuelve única y hermosa.

—¿Vamos? —cuestiono con una gran sonrisa.

—Adelántate y en un momento me reúno contigo, hay algo que debo hacer.

—De acuerdo.

Deposito un beso rápido en sus labios y lo abrazo nuevamente para, acto seguido, ponerme de pie y alejarme hacia la salida. Dudosa, me detengo antes de abrir la puerta, pero muevo mi cabeza de manera negativa alejando los pensamientos que me atormentan este día. Abro la puerta y salgo encaminándome por el pasillo hacia la cubierta. Llego hasta el borde y disfruto de la suave brisa que acaricia mi rostro. Pensativa, miro la oscuridad, es una hermosa noche, tal vez demasiado.

—Hola —me saluda una voz que me resulta desconocida al primer momento, causándome un sobresalto. Giro para averiguar de quién se trata, encontrándome con una silueta alta y atlética. Es la primera vez que lo veo consciente, sus ojos brillan de una manera sumamente particular, la poca iluminación no me impide ver el color verde tan peculiar de sus ojos y su cabello lacio de color azul que cubre su frente al caer de manera desenfadada en esta—. ¿Eres Hiver, cierto?

—Así es, soy Hiver, es un gusto conocerte, Inti.

—Príncipe, debes llamarme príncipe, eres una prisionera, conoce tu lugar.

—Oh, disculpe, su alteza —musito con desagrado. No creí que sería tan insoportable y eso que solo ha hablado muy poco.

—Me habían hablado de tu insolencia, la rebelde, me han dicho. No sé por qué continúas a bordo, hay reglas, ¿lo sabías?

—Por supuesto que lo sé, pero no eres quién para hablar de reglamentos, cuando eres el primero en incumplir.

—Seguramente no, la diferencia entre tú y yo es que tú eres una esclava prisionera y yo, el príncipe Inti II de Antares —indica con arrogancia. Este es el hermano de mi capitán, ¡qué sujeto más odioso!—. Soy el segundo al mando y...

—Segundo en todo, ¿verdad? —lo interrumpo. No debería decir algo así, sabiendo al enemigo que me estoy echando encima.

—Tengo entendido que te han encerrado en dos ocasiones, ¿sabes lo que sucede a la tercera?

—Por supuesto que lo sé —respondo cruzando los brazos.

—Me alegra mucho escuchar eso —indica elevándome en brazos sin darme tiempo a defenderme siquiera.

—¡Déjame tranquila! ¡Suéltame ahora, atrevido! —grito pataleando y luchando para que me suelte, pero no lo consigo, es mucho más fuerte que yo y estoy en absoluta desventaja.

—Has ofendido al príncipe segundo al mando, tu aventura a bordo se acabó —indica con una sonrisa malévola en sus labios.

—¡No te atrevas a hacerlo, Inti! —se escucha la voz fiera del capitán al tiempo que me veo al borde del barco a punto de ser lanzada por la borda.

—¿O qué harás, Antares? —cuestiona de manera despreocupada.

—¡Ya lo verás! —responde aproximándose, pero antes de que pueda detener a su hermano, este me suelta. Todo sucede tan rápido, caigo un poco y consigo sujetarme con una de mis manos a una cuerda en el costado del barco.

—¡Esto no te lo perdonaré! —escucho la voz del capitán advertir y sujetar a Inti.

—¿Capitán, qué ocurre?

Es la voz de Taranis y un gran escándalo en cubierta. No escucho ruido alguno por un tiempo, continúo luchando por sujetarme, pero no hay nada, mi brazo duele y creo que pronto terminaré soltándome y cayendo a la nada sin remedio. Parece una pelea, luchan y gritan, no estoy segura, pero es lo de menos.

—¡Auxilio! —grito tan fuerte como puedo.

—¡Aún está aquí! —escucho decir a mi capitán—. Taranis, lleva a este miserable a la celda de máxima seguridad.

—¿Por qué no me llevas tú mismo?

—Ya me encargaré de ti, ya verás lo que te espera —indica el capitán, la ira es palpable en su voz y lo comprendo, pero estoy por caer y necesito ayuda urgente, siento mis dedos resbalarse de la cuerda aunque intento continuar aquí.

—¡Hiver, sujétate, te ayudaré! —expresa asomándose por el borde, su rostro preocupado y su negro cabello húmedo capta mi atención, es esa la imagen que guardaré en mi memoria antes de perderme en la nada—. Traigan una cuerda pronto.




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