Ante ti, soy

Capítulo 17

El sol veraniego de la mañana repiqueteaba sobre el cristal de la ventana entreabierta, se colaba entremezclado con la brisa matutina y acariciaba el rostro encolerizado de Drake que repasaba aquel papel una y otra vez mientras acariciaba su barba, pensativo.

— ¿Qué más? —Cuestionó Byrion a un distraído Drake que apenas podía concentrarse en recordar lo que le había pedido apenas instantes antes.

—Ya te lo dije: arreglar los papeles de su reclamo, organizar el viaje a Londres y… ¡Es que aun no entiendo cómo puede afirmar estas barbaridades! —Se interrumpió a sí mismo mientras lanzaba el mensaje de Cadence sobre el escritorio y se ponía de pie para caminar de un lado a otro de la habitación.

—Deja de darle importancia… —Dijo Byrion en media sonrisa. — ¿Qué esperabas? Que te dijera: Sí, acepto su propuesta forzada de matrimonio y gracias por obligarme a cambiar mi vida por completo… —Su mueca de risa irónica rebasó a Drake que volvió a coger el papel y con ímpetu lo sacudió.

—“Ser miserable y vil” ¿Yo? ¿Merezco estas palabras? “Me empeñaré en ser la peor de las esposas…” ¿Acaso cree ella que no lo es ya?  ¡Si es el peor de los partidos de cualquier ser humano que no desee vengar la muerte de un ser amado!  Si esa es su idea, no tendrá que esforzarse en absoluto…

—Claro que no, muchacho —intervino Diane —Por eso te he dicho que dejes a esa señorita en paz… 

—Jamás… es que yo he domado muchas fieras, Diane. Tú lo sabes más que nadie en este mundo. He enfrentado a las serpientes más venenosas, he dormido entre escorpiones y arañas, he enfrentado caimanes y cuántos más…  Te aseguro que no será una mujer capaz de doblegarme, mucho menos una que pretende ser algo que no es.

Byrion se había recostado en el sillón con los brazos cruzados sobre su pecho, disfrutando del espectáculo y tejiendo sus propias profecías.

—Querido amigo, te hemos perdido…

— ¿Qué dices? —Respondió iracundo

—Tanta importancia le das a sus palabras que hasta parece que de verdad te importa. Toma lo que te interesa de ella y ya.

— Sin dudas es lo que haré, pero más allá de cualquier otra cosa, será mi esposa y merezco su respeto… —Diane suspiró y Byrion lanzó una carcajada. —Repasemos las tareas porque esta conversación solo me hace perder el tiempo. Haz lo que te encargué y paga lo que sea necesario. Quiero casarme lo antes posible y luego de que hagas eso, averigua lo que sea, lo que sea de Miller.

— ¿Miller? ¿Acaso no ibas a dejar ese asunto en paz?

—De momento, pero con una esposa tan amorosa no debo descuidarme y francamente él no es de mi agrado. La última vez que nos cruzamos no fue muy amable.

— ¿En qué estás pensando?

—No lo sé… Ya sabes que estas personas adineradas siempre tienen algún secreto escondido que puede servir.

— ¿Te parece que el que descubrimos no es lo suficientemente comprometedor?

—Sí, pero debe haber algo más y eso de momento no me serviría, pues el acuerdo con mi prometida es que guardaré silencio.

—¿Y vas a cumplirle?

—De momento sí.

—Muy bien. Para eso tendrás que dame más tiempo.

Drake asintió aunque de inmediato volvió a releer la carta y maldecir por lo bajo.

—Diane, voy a salir.

La anciana miró el reloj de la sala y apenas marcaba las once.

— ¿Dónde vas?

—A despejar mi mente, organizar los próximos pasos y domar a la fiera. —Respondió mientras tomaba un estuche, buscaba su levita y el sombrero.

El caballo sudaba por el galope desenfrenado, azuzado por las ansias de Drake, bajo un sol que pegaba en la hierba verde como un manto dorado, acompañado por los pájaros que entonaban su melodía matutina escondidos en las arboledas junto al polvoriento camino. A lo lejos vislumbraba los tejados de las casas y ya imaginaba el bullicio de la ciudad.

Se detuvo intempestivamente y mientras el caballo se movía impaciente y nervioso, tanto como él, sus pensamientos volvían al armario una y otra vez. Aquel lugar oscuro, que olía a orín, a soledad, a terror.  Su sangre hervía dentro de sí mismo, inspiró profundo intentando que el aire golpeara su cuerpo con fuerza y aliviara tanto pesar.

No podía darse el lujo de dejarse llevar por el enojo o la zozobra, debía concentrar sus esfuerzos en no cometer errores, en sus próximos pasos, sus planes, la oposición y la oportunidad que se le estaba presentado. El fin justificaba los medios y si para ello debía desposar a la solterona insoportable, lo haría sin si quiera titubear. Ya sabía de sobra que para controlar una serpiente, debes tomar su cabeza; ella no era muy distinta y sus debilidades estaban a flor de piel: un corazón bondadoso y entrega absoluta a quienes amaba. Sonrió mientras retomaba el camino.

Cuando inspiró profundo y estiró su levita, estaba de pie junto al enrejado de los Miller, aguardando que lo anunciaran. En la mansión se veía movimiento y si cerraba sus ojos un momento podía percibir la voz de la señorita Jane, por lo que supuso que se encontraba en el jardín y no muy lejos del ingreso.



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En el texto hay: epocavictoriana, amor misterio

Editado: 05.04.2022

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