día 2:
¿Cómo estás hoy? Yo aquí de nuevo para hacerte algo de compañía, aunque seguramente ni te enteres. Ahora que no hay nadie, aprovecho para escribirte unas líneas.
Jordi y Joan, del departamento de personal, te han traído flores y tu sobrina Laia ha puesto un osito de peluche en la mesita de al lado de tu cama. Ha dicho que así no pasarás tanto miedo por las noches. A sus cuatro añitos, es super sensible esta niña, pero a mí me ha puesto los pelos de punta, la verdad.
Ayer, de camino a casa, me encontré a Luisa.
Estuvimos hablando de tí.
La pobre, y digo la pobre no porque me de lástima (léase mi ironía), ni siquiera sabía lo que te había pasado. Dijo que se pasaría a verte. Espero que haya venido, porque si fueras mi novio, yo no consentiría dejarte solo ni un minuto.
Su excusa fue que estaba de viaje. ¿Pero cuanto viaja esta tía? lo gracioso es que con las redes sociales, hoy en día no hay quien se lo crea. En fin... así es ella. No se qué le ves, la verdad.
De hecho, no sé que hago yo aquí.
Sólo se que te echo de menos en la mesa de enfrente, con tu café y tu bocadillo de calamares y esa cara de sueño que traes cada día a las 8 de la mañana.
De hecho, en la editorial todos te echamos de menos.
Pero yo realmente necesito que te pongas bien. Mirar tu sonrisa a traves de mis gafas de pasta es lo que consigue mantenerme despierta toda la jornada.
Hasta mañana, Carlos. Te veo.