día 7:
Hey, Charlie...
Tenemos que hablar.
Bueno, más vale que hable yo sola, porque se que no podrás contestarme. No vamos a discutir por eso, ¿verdad?
Hace días me preguntaba que hago aquí, porqué vengo a verte cada semana y porqué me preocupa tanto que te quedes sólo por las noches.
La cuestión es que siempre encontraba la forma de responderme con una mentira, ocultando mis verdaderas motivaciones. Y eso no es justo ni para tí ni para mí.
Ahora que ya tengo claro que Luisa no volverá, voy a armarme de valor y por fin seré sincera.
Todo este tiempo he estado a tu lado porque te quiero.
Sí, lisa y llanamente. Te quiero desde el primer momento que pisaste la oficina con esa cara de despistado tan adorable y me preguntaste por la máquina de café.
Tú te reirás, pero desde ese instante, me quedé pillada por tí. Me moría por nuestras conversaciones arreglando el mundo frente a la mesa del ordenador, y por la forma en que, sin darte cuenta, arrugas la nariz como un cachorrito cuando estás concentrado.
Puestos a ser sinceros, te diré que también me pareciste inalcanzable. ¿quien no iba a querer a un chico como tú a su lado? Tus fans en la editorial eran legión y lo sabías. Sin embago, esa complicidad de amigos de alma que tenías conmigo, no la tenías con nadie más. Podíamos gastarnos bromas, reír y hacer travesuras juntos, todo sin cargar con el peso de una relación de pareja entre nosotros, aunque a veces, yo necesitaba más.
Todo iba como la seda hasta que el accidente se llevó por delante todas mis esperanzas. Pero, quédate tranquilo, eso no va a hacer que te abandone.
Te esperaré todo el tiempo que haga falta. Sabes que no te fallaré.
Te veo pronto.