Son apenas las 9:00 am y ya sientes el peso sobre todo tu cuerpo. Te domina ese conocido cansancio que te recorre sin compasión de ti. Te ahogas. Te ahoga la habitación, tu situación.
Quisieras permanecer en cama todo el día. Te desanima la idea de inmediato, al pensar que ni estando en cama podrás descansar. Dormir no basta. Cerrar los ojos y "dormir" solo altera tus sueños, los cuales parecen tus enemigos, encargados de acabar contigo.
El día parece transcurrir sin prisa. Tan lento que te fastidia. Solo pides descansar. Respirar de todo, de todos... De ti.
No lo toleras. Tu reflejo en el espejo solo te restriega la preocupación y agobio que te carcome.
Intentas huir, pero no puedes. Intentas librarte de tu pesar y es inútil. Ya no quieres cargar con tanto y no sabes cómo soltarlo.
Sientes el frío de la noche y levantas la vista. La luna te ilumina ese triste rostro, y te admiras de su belleza. Las envidias por estar ahí tan sola, tan lejos de todo. Imaginas estar ahí.
Respiras.
Respiras y después de un suspiro, por segundos todo queda en calma.
Sonríes a la luna.
Decides darle otra oportunidad al tiempo, a la noche, a los días y a la vida.