Antes de los veinte

ANTES DE LOS VEINTE

En dos días él tendría veinte años y casi había cumplido la palabra que le había dado a su mejor amigo antes de que este desapareciera de su vida para siempre, aunque, en realidad, había estado presente en sus pensamientos todos los días de los últimos tres años.

Tres años en los que no solo había estado cumpliendo su promesa, había disfrutado, se había divertido, se había sentido el rey del mundo y la persona más desgraciada. Tres años en los que podría gritar a pleno pulmón que había vivido.

En cuanto se bajó del coche para poder registrarse en el hotel, se dio cuenta del frío que hacía, eran apenas las once de la mañana, pero sabía que en todo el día no brillaría mucho el sol.

El hotel era un poco caro, normal para ser un establecimiento de cinco estrellas, pero era el mismo en el que se está alojando y tenía que verla este fin de semana para poder hablar con ella.

 

Estuvo a punto de hacerlo hace unos días, pero no encontró el momento adecuado y, por eso, tuvo que conducir a Zaragoza cuatro horas y media. La madre se empeñó en que lo hiciese en tren, pero hubiese tardado mucho más y ya le había pedido el coche a un amigo.

- ¿Colacho? ¿Qué haces en Zaragoza? – le preguntó ella, cuando lo vio en el pasillo a unos metros de su habitación.

- Quería invitarte a tomar un café – le contestó él, mientras intentaba aparentar estar tranquilo.

- ¿Y no podías esperar unos días? – ironizó a la vez que se hacía una coleta en el pelo.

- Sí, podía, pero no quería y ya me conoces – le dio como excusa.

Ella tuvo que aceptar su compañía, no podía negarse, sabiendo que había recorrido más de trescientos kilómetros solo para verla.

Ninguno de los dos conocía muy bien la ciudad, por lo que optaron por salir del hotel y caminar hasta que encontraran un lugar donde poder conversar.

- ¿Te apetece sentarte en ese restaurante? – le preguntó, refiriéndose a un italiano que está a pocos metros del hotel.

- ¿Te importa que caminemos? No tengo ganas de tomar nada en este momento.

- Claro que no, ya sabes lo que me gusta perderme por las ciudades – le contestó él, tomándola de la mano.

- ¿Por qué no regresaste a Madrid después de las vacaciones?

- Tenía algunas cosas que resolver – le respondió sin saber muy bien cómo explicarle todo lo que le había pasado en estas últimas semanas.

- ¿Completando tu lista? – le interrogó, porque ella era una de las dos personas elegidas que sabían de la existencia de esa lista.

- Voy a ser papá – le dice él, sin pensárselo mucho.

- Vaya – susurró ella, sin salir de su asombro.

- Ya sé que no estaba en la lista y no fue algo intencionado, pero como siempre, uno es responsable de sus actos.

- ¿Vas a casarte con ella?

- No, nosotros no nos queremos, pero, aunque no estemos juntos, intentaré ser el mejor padre del mundo. No solo será mi hijo – le intentó explicar y ella lo entiende.

Sí, desde que la conoció, ella siempre lo había entendido, al igual que él la había entendido a ella. Es esa conexión la que no habían conseguido romper, aunque los dos lo intentaran, y era por eso por lo que se sentía como en casa cuando estaba con ella.

Era un horror que sintiese esa conexión, que sintiese esa añoranza y no pudiese, aunque sea, besarle en los labios o abrazarla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.