Sábado, 12 de diciembre del 1987
El agua está más fría de lo normal. De tanto hacer ejercicio, el traje de Gabriel cada vez me queda mejor porque he ensanchado algo de espaldas, aunque me sigue quedando un poco suelto y cuando entra el agua fría, me arrepiento de no comprarme uno que me quede más ajustado, es decir, de mi talla.
Ahora que he estado ganando un poco de dinero, podría comprarme uno nuevo, pero lo más que me gusta de surfear es que me siento más cerca de Gabriel y el llevar su traje y utilizar su tabla, hace que esa sensación sea mayor.
- Guiri, has mejorado mucho – me dice Efrén, cuando salimos del agua.
- Me he esforzado también mucho. Mañana no puedo volver, pero el lunes, después de almorzar y trabajar dos horas, pienso pasarme aquí la tarde – le respondo entusiasmado.
- Nosotros también estaremos – me dice Bruno, refiriéndose, posiblemente, a él y su inseparable amigo.
- ¿Por qué no te vienes esta noche con nosotros, Colacho? – me pregunta Pedro, que también ha salido del agua.
- No puedo, he quedado con las chicas para ir al cine – me excuso.
- ¿Pero no tenías novia? – pregunta David que ha sido el primero en salir del mar.
- Sí, ella también viene – añado.
- ¿Y qué tal la vida de casado? – bromea Efrén.
- No vamos tan en serio. Es mi primera novia y le he dicho que yo aún no estoy preparado, pero ella ha insistido que lo intentemos y que ya veremos como acaba todo esto – explico encogiendo los hombros.
- Pero, ¿te gusta? – pregunta David contrariado.
- Claro que me gusta, es guapa, simpática y lo paso bien con ella, pero no puedo decir que estoy enamoradísimo de ella. Imagino que con el tiempo podré averiguar si es la mujer de mi vida o no. Lo más importante es que somos sinceros el uno con el otro.
- Hablas como si tuvieses cuarenta años, guiri. Yo a tu edad solo pensaba en tetas y poco más – bromea David y todos empezamos a reírnos.
Después de secarnos y cambiarnos de ropa, yo me voy porque no quiero perder la guagua y llegar muy tarde a casa. David se ofrece a llevarme, ya que le pilla de camino, o eso es lo que me dice, y nos despedimos de los demás.
Ya en la furgoneta de mi amigo le ofrezco la mitad de mi bocadillo de pata antes de que arranque el vehículo.
- Tu amiga Silvia es muy divertida – me dice David sin venir a cuenta.
- Sí, aunque cuando se enfada, da miedo. No tanto como Claudia, pero casi – bromeo un poco.
- ¿Crees que puedes hablarle un poco de mí? – me sorprende David con su pregunta.
- No será necesario, ella ya te conoce – le explico, porque no entiendo que quiere que le diga.
- Lo sé, pero es que se me da fatal eso de hablar con una chica que me gusta y me pongo tan nervioso que siempre acabo cagándola.
- David, Silvia parece que es un poco loca, pero también es muy comprensiva. No es necesario que te pongas nervioso – intento relajarlo un poco.
- Es que es intentar hablar con ella y cagarme en los pantalones, me muero de miedo por meter la pata – me explica.
- ¿Por qué no la sacas a bailar primero? Aprovechas durante el baile y la besas y seguro que luego no estás tan nervioso – le doy como idea.
- ¿Estás loco? Eso es aún peor – se desespera.
- Vale, intentaré hablar con ella. ¿Pero qué quieres que le cuente? No sé mucho sobre ti – le recuerdo.
- Tengo veintidós años y espero acabar la carrera de derecho el año que viene. Estudio en la Universidad de la Laguna y no se me da mal, aunque mi padre siempre se está quejando de que podría ser mucho mejor. Tengo pensado prepararme unas oposiciones cuando termine, posiblemente de notario – concluye David con la descripción de sí mismo.
- Amigo, me niego a hablarle de tu currículum – le digo después de echarme a reír, lo que hace que David me observe desconcertado y siga luego conduciendo.
- Entonces, ¿qué debería de contarte?
- ¿Qué te apasiona hacer? ¿Qué clase de películas ves? ¿Qué libros lees? ¿A qué animal le tienes miedo? Cosas así – le explico.
- Me encanta surfear y el olor del océano, también me gusta que los sábados brille el sol, debería de ser obligatorio. No soporto las cucarachas, me gustan las películas de terror y odio leer – me dice orgulloso.
- Eso está mucho mejor. Hoy en el cine intentaré hablarle de ti, aunque ya que vas a venir con nosotros, podrías contárselo tú mismo.
- No me hagas pasar vergüenza, Colacho. Además, si dejas que me duche en tu casa, podríamos salir juntos en la furgoneta e ir todos.
***
A mi abuelo no le parece mal que nos lleve David, así que nos organizamos para merendar, ducharnos y esperar a que lleguen las chicas.
David no es tímido, pero parece ser que, a pesar de tener muchísima más experiencia que yo con las chicas, cuando le gusta una de verdad, no se atreve ni a respirar a su lado. Solo ha tenido dos novias y ellas fueron las que dieron el primer y segundo paso, así que en realidad no es tan lanzado como todos se imaginan.
Es sincero conmigo y me cuenta que cuando me dejó la furgoneta durante un par de horas para que Yerlin y yo tuviésemos un poco de intimidad, lo hizo, sobre todo, para saber cómo iba a reaccionar Silvia. Parece ser que le gusta muchísimo hasta el punto que se ha obsesionado con ella y ya no sabe qué hacer.
- ¿En qué piensas, Colacho? – me interroga David, cuando regresa al patio después de que termine su ducha.
- En que la vida siempre sigue – le digo mientras sigo mirando al cielo acostado en uno de los chinchorros de mi abuelo y David me imita.
- ¿A qué te refieres? – me pregunta mi amigo bajando un poco la voz.
- No importa si sucede algo horrible o estás seguro de que el dolor va a hacer que te desmayes, la vida sigue. El martes murieron cuatro palestinos en Gaza, atropellados por un camión israelí, y al día siguiente comenzaron los enfrentamientos, estallando un levantamiento popular palestino. Posiblemente, esto sea el comienzo de un conflicto difícil de solucionar y, a pesar de todo eso, la vida en el resto del planeta sigue prácticamente sin cambios – intento explicarme.