Sábado, 28 de enero del 1989
Ayer ha sido un día de lo más caótico. Por la mañana llegó Yerlin y tuvimos que trasladar las cosas de Silvia al armario que cerramos con llave y las que no cabían, y a ella misma, las llevamos a la casa donde siempre va cuando viene alguien a visitarnos.
David sigue triste porque ni siquiera se vieron por Navidades y a nosotros nos ha tocado levantarle la moral, sobre todo a mí, aunque yo tampoco estoy para echar cohetes.
A pesar de hablar todos los días con mi novia, la echo muchísimo de menos y en Navidades estaba que me subía por las paredes, porque no la había visto desde el dieciséis de octubre que regresé de Nueva York después de pasar nueve días en esa ciudad.
La madre de Gabi es encantadora, desde el primer minuto me cayó bien y creo que yo a ella también. Estoy seguro de que no me esperaba tan rubio o, como me llamó, tan nórdico, pero en ningún momento me hizo sentir incómodo. Incluso nos permitió dormir en el mismo cuarto, algo impensable en España.
A pesar de compartir cama con Gabi todas las noches, aún no hemos tenido sexo, aunque nos hemos dado placer mutuamente. A mí no me importa esperarla lo que haga falta. No tengo prisa, si bien sentirla a mi lado durmiendo incrementa las ganas que tengo de ella, me basta con besarla y hacer que nos corramos el uno al otro. Es mucho más de lo que tenía hace unos meses.
Las Navidades en España fueron una locura. Tuvimos que hacer dos contrataciones en Madrid antes de irnos y por ahora nos ha ido bien con los chicos, aunque tengo que reconocer que es Javier quien más trata con ellos. Yo solo los veo cuando están en el piso, porque aún no nos hemos mudado a la nueva oficina, que ya está prácticamente preparada para la inauguración de este miércoles.
Pero esas no han sido las únicas contrataciones que hemos hecho, unos días después llegaron a las islas tres antiguos compañeros de nuestro trabajador en Canarias y también los contratamos. Hemos crecido mucho los últimos meses y era imposible seguir ofreciendo servicios a todas las empresas con el personal con el que contábamos.
Samuel, que es el que ha ido a Canarias este último mes, está más que contento con el nuevo equipo, que está dividido entre Tenerife y Gran Canaria y desde allí le damos servicios a todas las islas, al igual que también hemos tenido clientes en Toledo o Soria, entre otras ciudades, y vamos desde Madrid.
Pero, además, las vacaciones fueron muy cortas. Quise ver a todos los amigos, coger olas, estar con la familia, boxear con el abuelo y sus amigos, pasar en Nochebuena por la casa de Claudia después de cenar y cien cosas más. Al final conseguí hacerlo casi todo, pero también tuve que trabajar con Samuel y hacer las entrevistas, por lo que cuando me subí al avión el dos de enero para ir a México, me dejé dormir en los dos vuelos.
La familia mexicana de Gabi me recibió con los brazos abiertos, aunque para evitar problemas con su abuela, nos quedamos en cuartos separados. México me encantó, las personas son muy sociables y, aunque al principio todo el mundo intentaba hablarme en inglés porque pensaban que era norteamericano, me lo pasé mejor que en Nueva York porque entendía todo lo que se hablaba a mi alrededor.
- ¿Hoy no trabaja Javier? – nos pregunta Yerlin cuando comenzamos a desayunar.
- Sí, pero en la oficina. Ya tenemos casi todo trasladado, ayer solo vino a llevarse lo poco que aún quedaba de la empresa en el piso – le digo.
- ¿Y qué tal es? – me pregunta mi exnovia.
- Es un buen chico, demasiado bueno para su bien, como Colacho – se apresura a decir Samuel, posiblemente para echarle una mano a Javier si es que tiene algún interés en Yerlin.
- Pero en un rato vamos a ir a la oficina, que está muy cerca. Como ya no tienes que hacer nada, puedes acompañarnos – le ofrezco, porque nuestra amiga vino solo a recopilar información sobre un centro de estudios donde posiblemente quiere estudiar el año que viene, puesto que está muy interesada en el diseño gráfico, ya que bellas artes no es lo que ella esperaba.
- Vale, pero me voy a poner el abrigo. Hace un frío de mil demonios – dice Yerlin y la conozco lo suficiente para saber que realmente está interesada en Javier.
La verdad es que Javier ha cambiado muchísimo para bien. El cuerpo lo tiene mucho más tonificado, no tiene sobrepeso, casi no tiene marcas de acné y, lo más importante, tiene dos cejas. Además, cuando lo conoces bien y va cogiendo confianza, es divertido, pero al principio es demasiado vergonzoso. Sigue siendo bajito, pero Yerlin también lo es, por lo que no debería de ser un problema.
Después de desayunar, nos abrigamos y nos vamos a nuestra nueva oficina. Menos mal que el lugar es grande, así no se nos quedará pequeño, si en un futuro tenemos más trabajadores. Mi padre también se ha enrollado y me ha enviado nuevos ordenadores y un sinfín de programas.
Siempre que nos llega un paquete, recuerdo que tengo que preguntarle a mi madre por el nombre de mi padre, pero a la media hora me olvido.
El apartamento de Javier también está acabado. A nosotros nos viene genial que viva en la tienda, porque si hay una urgencia él estará allí. No suele salir mucho, solo con Samuel y conmigo y sobre todo cuando viene Claudia, que se empeña en que salga para que conozca chicas.
Todos nos ponemos a trabajar y dejamos a Javier a cargo de Yerlin, aunque no le avisamos de que nuestra amiga está interesada en él, que se lo curre un poco por haberme puesto los cuernos, o por lo menos es lo que me dice Samuel y yo me echo a reír.
- ¿Estáis aquí dentro? – dice Joaquín que ve la puerta abierta de la tienda y entra como Pedro por su casa.
La verdad es que a Joaquín lo vemos siempre que viene a Madrid, que es cada dos semanas, y ya estuvo en la oficina hace quince días.
- Pasa Joaquín, o debería llamarte papá, ya que Colacho no lo hace – le dice Samuel que siempre está bromeando con él sobre yo llamándolo papá.