Antes de los veinte

CAPÍTULO TREINTA Y TRES - CATS

Viernes, 3 de febrero del 1989

No voy a negar que sea un tipo con suerte. Ayer recibimos una llamada de unos de nuestros trabajadores de Tenerife, que nos dijo que la empresa propietaria del hotel Mencey quería reunirse con nosotros urgentemente y tanto Samuel como yo no les quisimos hacer esperar, por lo que tomamos un avión por la noche y aquí estamos.

Íbamos a venir de todas formas porque esta noche comienzan los Carnavales, por lo menos para nosotros, y por la tarde iré a recoger al aeropuerto a Gabi, que se pasará la próxima semana aquí conmigo.

Pero si iba a venir a Tenerife independiente de la oferta de trabajo, ¿por qué digo que soy un tipo con suerte? Porque en principio nos íbamos a quedar en mi casa, exceptuando alguna noche que dormiríamos en un hotel, y ahora tengo una habitación de lujo para mí solo y sé con quién la quiero compartir.

Gabi aún no lo sabe, pero seguro que se alegra. En México se quejó porque no pudimos compartir cuarto y, sobre todo, cama.

—No te podrás quejar —me dice mi mejor amigo, cuando salimos del hotel para ir a recoger algunas cosas a una oficina que ha comprado la empresa hace dos semanas aprovechando una visita de Samuel.

—Tú tampoco, seguro que sabrás darle un buen uso a tu habitación —le respondo, porque estoy seguro de que se refiere a que ahora podré dormir toda la semana con Gabi en la misma cama.

—Este año no voy a acostarme con ninguna chica. Paso de movidas.

—¿Eso por qué?

—Porque necesito un tiempo para centrarme en mí, en mis estudios, la empresa y en lo que quiero en la vida.

—¿Desde cuándo el acostarte con una chica te ha impedido centrarte en ti? —le pregunto extrañado.

—Desde que me he dado cuenta de que estas relaciones de una noche puede que interfieran a no tener una vida sentimental como la de todo buen cristiano.

—¿Cómo la de quién? —pregunto mientras me río.

—Como la tuya, por ejemplo, o la de Claudia. Ya sabes, tener una novia formal —me explica mi mejor amigo.

—Claudia lo ha dejado con Miguel —le digo, porque por lo que dice aún no lo sabe.

—¿Cuándo? —pregunta, sorprendido.

—Me lo contó el miércoles, cuando fuimos a comprar la comida antes de que quedáramos con AlmaXYZ, pero lo dejó hace dos semanas.

—¿Y por qué no me ha dicho nada? —se molesta Samuel.

—Creo que le da un poco de vergüenza. Se está comiendo mucho la cabeza con eso de que nunca va a poder tener una relación estable.

—Aún está en el instituto, es normal que no tenga una relación estable.

—Lo sé, aunque ya conoces a Claudia. Perdona a todo el mundo y siempre busca una excusa para el comportamiento de los demás, sin embargo, con ella misma, es muy exigente.

—¿Has quedado con ella? —me pregunta mi mejor amigo.

—No, aunque he pensado en que podríamos dormir nosotros en una habitación esta noche y dejarle la otra a Claudia y a Gabi —le propongo.

—También puede dormir Claudia conmigo. Sabes que la respetaría.

—Sí, eso lo tengo claro, de lo que no estoy tan seguro es de lo que hará nuestra amiga. Ya sabes que si se le mete algo entre ceja y ceja no hay nadie que le impida hacerlo —le digo para que me entienda.

—Lo de Miguel está muy reciente y pasaron varios meses juntos, no creo que tenga ganas de dar mucha guerra —me dice y así, sin decir nada, aceptamos que cada uno dormirá acompañado esta noche en nuestras respectivas habitaciones.

Nos invitaron a almorzar en el hotel mientras ultimábamos algunos puntos importantes para el proyecto para el que nos han contratado. Por lo que antes de salir del que será nuestro lugar de trabajo las próximas dos semanas, llamamos a mi casa para avisar a mi abuela de que no iremos a comer y también llamamos a David para decirle que nos pasaremos a verlo a su casa.

—Deberíamos comprarnos un coche en condiciones. Parece que somos pobres cuando nos ven llegar con este cacharro —se queja Samuel del que era el coche de su madre y ahora conduce él cuando viene a las islas.

—Eso es lo mejor. Si aparecemos con un Mercedes, pensarán que ganamos demasiado y que nos dedicamos a engañar a las empresas.

—Ya veo que has empezado a estudiar marketing —se burla de mí.

—Muy gracioso. Aparca ahí, que la casa de David está muy cerca y quizás no encontremos aparcamiento —le sugiero a Samu.

Mi amigo me hace caso y en cinco minutos estamos tocando la puerta de la casa de David.

—¿Aún estás en pijama? —le echo en cara a nuestro amigo, cuando nos abre la puerta con cara de vivir en el purgatorio.

—Me levanté a las seis de la mañana y no he tenido tiempo, sino de estudiar —se excusa y nos invita a pasar.

—Pero esta noche sales con nosotros, ¿verdad? —le pregunto.

—No estoy de humor. Hace dos semanas que Silvia no me llama y me dijo la última vez que iba a estar muy liada este mes y que seguramente no me llame hasta principios de marzo —dice tan triste, que casi no me contengo para contarle toda la verdad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.