Sábado, 25 de marzo del 1989
A pesar de que quería ir a ver a Gabi esta semana a Nueva York, hubo un cambio de planes de última hora. El seis de marzo nació Nauzet, el bebé más bonito que he visto y el hijo de Silvia y David, y mi novia quería conocerlo.
Hemos contratado a una señora para que se quede con el bebé a partir del lunes, pero hasta ahora, nos las hemos apañado los tres muy bien y esta semana hemos tenido refuerzos de Claudia y Gabi, que no quería perderse la oportunidad de ver al bebé en Semana Santa.
Los Carnavales pasaron muy rápido, quizás porque en cuanto acabaron, mi novia se volvió a Estados Unidos. Yo me quedé una semana más en Tenerife y trabajé con uno de nuestros trabajadores en el hotel casi sin descanso, por lo que cuando me fui, estaba casi todo el proyecto terminado.
Lo entregamos el viernes diecisiete de marzo, trece días antes de lo acordado y, por lo tanto, nos dieron el bono que nos prometieron en un principio. Samuel fue el encargado de volar hasta allí el dieciséis y volvió con Claudia el sábado por la mañana.
Yo me quedé en Madrid porque mi novia llegaba el viernes por la noche. Sí, no puedo evitarlo, beso el suelo que ella pisa.
- ¿Cómo te fue el miércoles en notaría? – le pregunto a Samu, porque desde hace dos días no hemos estado solos y no me gusta hablar de la empresa delante de mis amigos.
- No tardamos mucho. En media hora firmamos la escritura y le di el cheque confirmado al antiguo propietario del piso, que me echó en cara que el precio era muy inferior al precio de mercado – me cuenta Samu que antes de sentarse en la mesa me quita a Nauzet de las manos.
Sí, en este piso, desde que nació el bebé, todos nos peleamos por tenerlo.
- ¿Por qué? Le pagamos el precio por el cual él lo puso en venta. Además, si no hubiese estado cerca de este edificio, no lo hubiésemos comprado. Hay que cambiarle toda la instalación eléctrica y arreglar los dos baños – respondo un poco molesto.
- Lo sé, pero yo no lo discutí con él. Solo le di las gracias y me despedí. Para que hacer entrar en razones a un tipo que no voy a volver a ver en la vida. Además, se notaba que tenía ciertos prejuicios en contra de mí, creo que es por mi acento.
- ¿Por tu acento? – le pregunto incrédulo, porque nunca antes nos ha pasado algo así.
- Sí, escuché como le dijo sudaca de mierda al oficial de la notaría, que miró para mí disculpándose. No me molestaría tanto si la hermana de mi madre, mi tía preferida, no llevase tres décadas en Venezuela y mi tío fuese de Caracas – me cuenta Samuel y, por su tono de voz, noto que le ha molestado de verdad.
Nuestro asesor fiscal en Canarias nos ha recomendado que hagamos inversiones para dotar a la RIC, un régimen de inversiones que se tienen que hacer en el archipiélago y que desgrava considerablemente a la hora de pagar impuestos. Eso no nos ha impedido que también compremos un piso cerca de donde vivimos ahora por medio de la empresa.
La madre de Claudia nos ha dicho que el año que viene tendrá que buscar un piso para alquilarle a su hija en Madrid, porque quiere venirse a esta ciudad a estudiar cuando acabe el instituto y bajo ningún concepto va a dejar que se quede con nosotros en el mismo piso, más que porque no confíe en nosotros, por el que dirán.
Así que, sabiendo que Yerlin y Gabi también se quieren venir a esta ciudad y que Silvia ya está aquí, decidimos comprar un piso lo suficientemente grande para las cuatro y que esté cerca de nosotros. No tardamos mucho en encontrarlo a unos cincuenta metros del edificio donde vivimos.
El piso estaba realmente barato y, aunque sabemos que tenemos que reformarlo también, es cierto que sigue siendo una ganga. Pero el propietario tenía prisa por venderlo y ese fue el precio que nos dio cuando llamamos al teléfono que aparecía en la ventana. Quizás, si lo hubiese vendido por medio de una inmobiliaria, le hubiesen recomendado que subiese el precio, pero lo hizo él directamente y nos lo dejó al mismo precio que él pagó en el año mil novecientos setenta y siete. Por eso puso el cartel con el teléfono el jueves pasado, el mismo día que llamamos, y firmamos en notaría seis días después. No queríamos perder esta oportunidad.
- Es una pena que no esté reformado para antes del verano – le digo a Samuel, porque cuando sean los exámenes de selectividad nos van a visitar las chicas para poderse presentar y hubiese sido más cómodo el poder contar con el piso.
- Aun así, la próxima vez que vengan, cuando esté un poco mejor, se lo podemos enseñar – dice mi mejor amigo cuando suena el timbre de la puerta.
- Seguro que son Claudia, Silvia y Gabi que se olvidaron de algo – le digo a Samuel antes de levantarme de la mesa para abrir la puerta.
Las chicas no han parado de salir en toda la semana y a Silvia le ha venido muy bien después de haber estado dos semanas sin salir del piso. Al principio no se fiaba mucho de nosotros, pero al ver cómo le cambiábamos el pañal al niño, e incluso lo bañábamos, se ha convencido de que puede confiarnos a Nauzet. Además, nunca se va muy lejos para estar aquí a la hora que le toca comer, porque aún le está dando el pecho.
Yerlin también estuvo aquí hasta el miércoles y por eso tuvimos que contarle lo del embarazo de Silvia y el niño. Por supuesto que se le cae la baba por Nauzet, como a todos nosotros, además de por Javier, con el que ha comenzado una relación.
- Hola, Colacho – me saluda David sin que pueda contestarle nada debido a la sorpresa.
- ¿Qué haces aquí? – le pregunto pasados unos segundos.
- ¿No me vas a dejar pasar? – me pregunta mientras intento buscar una solución para que mi amigo no vea a su hijo.
- Sí, claro – le digo nervioso y me aparto para que pase.
- Perdona que venga de improvisto, pero esta mañana me he levantado temprano y tomado el primer avión que ha salido para Madrid – se disculpa mientras se dirige al salón.