Sábado, 4 de noviembre del 1989
Es la segunda vez que visito Alemania y solo puedo hablar maravillas de este país. Samuel y yo hemos venido desde el miércoles por la mañana, aprovechando que era festivo, para desconectar un poco y celebrar que hemos acabado un proyecto enorme y por el cual nos han pagado una barbaridad de millones.
Decidimos invertir el dinero en una empresa para la zona ZEC y poner a Joaquín como administrador, ya que él ya tiene otra empresa ZEC y nosotros no nos encontramos en Canarias. Así que ahora somos lo que Samuel llama empresarios e inversores, no sé el porqué, pero le encanta llamarnos así, por lo menos entre nosotros, porque delante de nuestros amigos no nombramos nada de la empresa.
Esta noche iremos al concierto de Aerosmith, pero mientras tanto, estamos visitando la ciudad de Hannover.
- Si algún día me casase, lo haría en este ayuntamiento – me dice Samuel, serio, cuando entramos al "Neues Rathaus", un edificio que parece más el castillo de un personaje de Disney que un lugar donde los funcionarios vienen a trabajar todos los días laborales.
- Yo no me voy a casar nunca – le contesto dado el tema por cerrado.
- ¿Por qué no? Igual que encontraste a Gabi, puedes encontrar a otra chica que te guste también.
- No creo – es mi escueta respuesta.
- Eso lo dices porque llevas unos meses que no paras con las chicas – me echa en cara mi amigo.
No le puedo quitar la razón. Después del fatídico día cuando mi mejor amiga y yo tuvimos sexo y del cual, gracias al cielo, no me acuerdo casi nada, he quedado de vez en cuando con alguna chica. No es que no pare, pero tampoco le digo que no, si tengo la oportunidad de llevarme a alguna a la cama.
En Tenerife no lo hago, al fin y al cabo seguro que conozco a alguna prima o amiga de la chica en cuestión y eso me frena mucho, pero en Madrid, donde la posibilidad de que volvamos a coincidir es casi nula, intento salir cada dos o tres semanas, lo cual no significa que no pare.
Samuel no me suele acompañar, porque según nos dice, él ya pasó esa fase, pero Claudia se ha hecho mi inseparable amiga de salidas.
A pesar de aquella noche, la relación con mi mejor amiga no ha cambiado nada. Dejamos claro al día siguiente que fue una metedura de pata que no va a volver a suceder y seguimos con nuestra amistad. Claudia se disculpó conmigo por ser tan persistente y yo por no haber hecho más para impedirlo, nos dimos un abrazo y a otra cosa, mariposa.
Unos días más tarde, Gabi me llamó a Madrid para decirme que había vuelto con su exnovio y yo estaba tan hecho mierda, que salí con Claudia y me enrollé con la primera que encontré. Así empezaron nuestras salidas por la capital juntos.
Ahora seguimos haciendo lo mismo mi mejor amiga y yo. Nos hacemos pasar por hermanos y siempre funciona, ninguno de los dos nos vamos solos a casa, aunque tenemos como norma echar a la pareja de esa noche antes de las seis de la mañana del piso, al igual que no beber alcohol ni fumar nada, para estar consientes de lo que hacemos en todo momento.
- Deberías de salir con nosotros, no estarías tan estresado – molesto a Samuel.
- Ya me aburrí de esa vida. Lo único que les pido es que se cuiden – me riñe, como suele hacerlo últimamente mi mejor amigo, cuando se da cuenta de que mi vida sexual es más activa que la de él, que últimamente es nula.
- Estoy empezando a preocuparme, Samu. Ni siquiera le haces caso a las chicas de clase. No te olvides que el año pasado estudié en tu facultad y aún me quedan muchos ojos y oídos en la universidad – intento bromear, aunque es verdad que me preocupo, nunca ha estado tan apático con las chicas.
- Es que me interesa una en concreto y quiero que ella se dé cuenta de que soy un chico serio. Sé que estuvo interesada en mí y no llegamos a nada porque piensa que estoy todos los días con una chica distinta y así le demuestro que no es verdad – me dice para mi sorpresa.
- ¿Y por qué yo aún no sé nada de esa chica? ¿La conozco? – me intereso.
- No voy a decirte nada. Esta chica me gusta de verdad y no quiero hacer ningún movimiento hasta estar seguro del todo.
- Yo te conté lo de Gabi – le echo en cara, desde hace unas semanas he vuelto a hablar de ella sin que se me llenen los ojos de lágrimas.
- Sí, cuando no te quedó más remedio y ya estaba todo el camino andado – me echa en cara esta vez él a mí.
- Vale, pero si necesitas hablar con alguien, espero que me busques. Sabes que no le contaría nada a nadie.
- Me he dado cuenta, yo no sé como aguantaste tanto tiempo sin contarle a David que era papá. Yo estuve a punto de hacerlo mil veces.
- Porque no era algo que yo debiera contar. Además, mira lo bien que les va ahora – le recuerdo.
- Sí, solo de pensar que el pobre Nauzet casi se muere y hubiese estropeado su felicidad, me pone los pelos de punta. Todavía no entiendo cómo se te ocurrió actuar tan rápido.
- Yo tampoco, lo hice casi sin pensar – me sincero.
- ¿Y con Gabi cómo te va? – me pregunta preocupado él ahora.
- Bien, es mi media hermana. Somos familia, así que intento que nuestra relación sea lo más cordial posible, aunque aún me duele el alma cuando recuerdo que tiene otro novio – le cuento triste.
- Tú también tienes tus líos.
- Pero es solo sexo, no hay nada íntimo en lo que yo hago con esas chicas – intento que me entienda.
- Aunque no lo creas, yo te entiendo. ¿Por eso te fuiste a Tenerife el domingo y no te quedaste para la fiesta en el piso de las chicas? – dijo Samuel pensativo.
- No, me fui porque quería votar y me había olvidado de pedir el voto por correo – le explico, aunque omito que voté dos partidos diferentes, al igual que el quince de junio en las elecciones europeas, como me había pedido Gabriel en su lista.
- Aun así, no te dejas ver mucho por el piso donde vive tu ex. Se supone que lo compramos cerca del nuestro para poder visitarlas a diario.