Domingo, 24 de diciembre del 1989
Hoy es Nochebuena y voy a ser papá. Creo que desde ayer mis prioridades y mi manera de ver la vida han cambiado tanto que ni siquiera pienso en Gabi cuando resumo mi vida en unas palabras, algo impensable hace cuarenta y ocho horas.
Al final sobreviví al vuelo en el Globo. Tengo que admitir que después de la bronca que tuvimos con Samuel, el volar me tranquilizó muchísimo. Nadie se quiso subir conmigo, solo el señor que me vendió el viaje. Estoy seguro de que fue porque el globo no parecía estar en su mejor momento, pero es muy relajante y las vistas son alucinantes. Gabriel tenía razón, algo para recomendarle a un amigo.
Después de nuestro viaje en globo, David se fue al piso que le dejó nuestra empresa para que pudiese vivir con Silvia cuando estuviesen en Tenerife. Él tenía mucho que estudiar y Claudia y yo que hablar con mi familia.
Mi madre se preocupó un poco, Joaquín se lo tomó mucho mejor de lo que hubiese pensado y mis abuelos no podrían estar más contentos. A mi abuela siempre le ha gustado Claudia, e incluso me había dicho muchas veces que era una pena que no fuésemos novios y quería niños en la familia, así que, en parte, dos de sus sueños se iban a hacer realidad.
Claudia le explicó a mi madre, sin ningún tipo de pudor, que prácticamente me había violado. Sí, utilizó ese término para describirlo. Al ver que yo no la había dejado embarazada deliberadamente y la alegría de mis abuelos, mi madre, por fin, pudo disfrutar de la idea de que iba a ser abuela.
La visita de mi familia a la casa de Claudia, después de haber dejado caer la bomba, se alargó demasiado, por lo que no pude llamar a Samuel y él tampoco dio señales de vida. En parte era mejor así, estaría más tranquilo cuando hablase con él.
Así que después de celebrar Claudia y yo en la intimidad de que por fin había realizado todo lo que Gabriel me puso en la lista, me fui a acostar a mi casa, no sin antes prometerle a Claudia que iría a hablar con Samuel en cuanto me levantase.
Y aquí estoy, por fuera de la casa de mi mejor amigo, a las ocho de la mañana y dudando si tocar a la puerta o no.
- ¿Quién es? – me contesta la madre con voz somnolienta por el portero, seguramente la he despertado.
- Soy Colacho, le puedes decir a Samuel que salga que lo estoy esperando.
- ¿No prefieres pasar? Creo que aún sigue durmiendo – me invita la madre.
- Vale – acepto el ofrecimiento.
Mi amigo sigue durmiendo a pierna suelta, como si no existiese en el mundo problema alguno. Así que entro en su habitación, cierro la puerta y me siento en su cama como suelo hacer.
- Samuel, tenemos que hablar – le digo para que se despierte.
- Vale, pero un poco más tarde – me responde sin abrir los ojos.
- De eso nada. Si quieres te acuestas a dormir luego, pero primero tenemos que hablar.
- Eres un pesado – se queja.
- Y más que me voy a poner. ¿Cómo se te ocurre ponerte así con Claudia? Y encima sabiendo que está embarazada – le riño.
- No quiero oír hablar del embarazo de Claudia – me responde molesto.
- Sabes que yo no le hubiese puesto una mano encima consciente. Además, tú te has acostado con ella en más de una ocasión y yo no me he entrometido – le recuerdo.
- Pero yo la quiero, joder – me dice y yo no sé qué decir.
- ¿La quieres? ¿Cómo que la quieres? – consigo preguntar por fin.
- Sí, estoy enamorado de ella desde el maldito día que la besé por primera vez, incluso antes. Gabriel lo suponía y yo siempre le quité importancia. Incluso comencé a salir con Carolina para que no sospechara nada, pero en realidad todo este tiempo he estado muriendo por recoger las migajas que me iba dejando Claudia – me dice y recuerdo en Madrid como le pedía que se quedara con él en su cuarto.
- ¿Y por qué no se lo dices? – le pregunto, porque estoy seguro de que mi mejor amiga no sabe nada de los sentimientos de Samuel por ella.
- ¿Te has vuelto loco? Se reiría de mí en la cara – pone de excusa.
- ¿Y el estar años enamorado como un idiota y viendo como sale con otros es una mejor alternativa?
- No, pero no soportaría un rechazo. La quiero demasiado y mientras no me mande a la mierda, tengo esperanzas. ¿Has escuchado el dicho que dice que de esperanzas también se vive? Pues es verdad, es lo único que he tenido estos últimos años.
- ¿Cuándo se quedaron juntos en el hotel en Carnavales o en tu cuarto en Madrid tenían sexo? – le pregunto empezando a entenderlo todo.
- Sí, joder. No puedo tener las manos quietas cuando la tengo conmigo en la misma cama y ella siempre me provoca – se sincera Samu.
- ¿Claudia era la chica a la que le querías demostrar que eras un chico serio y que podía confiar en ti?
- Sí – me responde avergonzado.
- No soy un gran experto en lo que piensan las mujeres, Samu, pero conozco a Claudia y la posibilidad de que ella sienta lo mismo por ti es más del cincuenta por ciento – le hago saber.
- ¿Cómo lo sabes?
- Después de nuestros primeros carnavales, se enfadó contigo cuando aquella amiga le dio a entender que te habías acostado con ella, ¿te acuerdas?
- Sí.
- Y si tenían sexo cada vez que se quedaban juntos en una habitación, ella nunca puso impedimento alguno en acostarse contigo, al contrario – continúo con mi explicación.
- ¿Qué estás intentando decirme? – me pregunta Samu reincorporándose un poco en la cama.
- Que posiblemente esté molesta contigo porque supone que no te interesa tanto como tú le interesas a ella. Desde que no te acuestas con nadie, ella no tiene novios. Sale conmigo de vez en cuando, pero creo que lo hace más por acompañarme – le hago saber.
- ¿Y consideras que podría gustarle? – me pregunta interesado.
- Que le gustas es un hecho, si no, no hubiese repetido tantas veces contigo. La pregunta ahora es qué vas a hacer tú. Claudia va a tener un hijo conmigo – le recuerdo.