Sábado, 13 de enero del 1990
En dos días voy a cumplir veinte años y he cumplido la palabra que le había dado a mi mejor amigo antes de que este desapareciera de mi vida para siempre, aunque en realidad, ha estado presente en mis pensamientos todos los días de los últimos tres años y lo hubiese estado, aunque no hubiese existido la lista.
Nunca he creído que haya sido un héroe, pero Claudia es de la opinión que cuando salvé a Jorge del toro lo fui, aunque a mí no me parece que haya sido una gran hazaña, lo hubiese hecho cualquiera.
Han sido tres años en los que no solo he estado cumpliendo mi promesa, he disfrutado, me he divertido, me he sentido el rey del mundo y la persona más desgraciada también. Tres años en los que puedo gritar a pleno pulmón que he vivido. Y sé que Gabriel hubiese estado orgulloso de sí mismo, porque este era el cometido de la lista.
En cuanto me bajo del coche para poder registrarme en el hotel, me doy cuenta del frío que hace, son apenas las once de la mañana, pero sé que hoy no brillará mucho el sol.
El hotel es un poco caro, normal para ser un establecimiento de cinco estrellas, pero es el mismo en el que se está alojando Gabi con su familia y tengo que verla este fin de semana.
Estuve a punto de hacerlo hace unos días, pero no encontré el momento adecuado y, ahora, he tenido que conducir a Zaragoza cuatro horas y media. Mi madre se empeñó que lo hiciese en tren, pero hubiese tardado mucho más y ya le había pedido el coche a un amigo.
- ¿Colacho? ¿Qué haces en Zaragoza? – me pregunta Gabi cuando me ve en el pasillo a unos metros de mi habitación.
- Quería invitarte a tomar un café – le contesto mientras intento aparentar estar tranquilo.
- ¿Y no podías esperar unos días? – ironiza, haciéndose una coleta en el pelo.
- Sí, podía, pero no quería, y ya me conoces – le doy como excusa.
Gabi tiene que aceptar mi compañía, no puede negarse sabiendo que he recorrido más de trescientos kilómetros solo para verla.
Ninguno de los dos conoce muy bien la ciudad, por lo que optamos por salir del hotel y caminar hasta que encontremos un lugar donde poder conversar.
- ¿Te apetece sentarte en ese restaurante? – le pregunto refiriéndose a un italiano que está a pocos metros del hotel.
- ¿Te importa que caminemos? No tengo ganas de tomar nada en este momento.
- Claro que no, ya sabes lo que me gusta perderme por las ciudades – le contesto tomándola de la mano.
- ¿Por qué no regresaste después de las vacaciones a Madrid?
- Tenía algunas cosas que resolver – le contesto sin saber muy bien cómo explicarle todo lo que ha pasado en estas últimas semanas.
- ¿Completando tu lista? – me pregunta, porque ella es una de las dos personas elegidas que saben de la existencia de esa lista.
- Voy a ser papá – le digo sin pensármelo mucho.
- Vaya – susurra ella sin salir de su asombro.
- Ya sé que no estaba en la lista y no fue algo intencionado, pero como siempre uno es responsable de sus actos – le explica.
- ¿Vas a casarte con ella?
- No, nosotros no nos queremos, pero, aunque no estemos juntos, intentaré ser el mejor padre del mundo. No solo será mi hijo – le intento explicar y ella lo entiende.
Sé que desde que le digo que no solo será mi hijo, ella sabe que Claudia será la madre del bebé. Sí, desde que la conozco, siempre me ha entendido, al igual que yo la he entendido a ella. Es esa conexión la que no hemos podido romper, aunque los dos lo intentáramos, y es por eso por lo que me siento en casa cuando estoy con ella.
Es un horror que sienta esa conexión, que sienta esa añoranza y no pueda aunque sea besarle en los labios.
- ¿Y cómo lo van a hacer? – me pregunta utilizando la forma verbal de ustedes porque en México también se utiliza como en Canarias.
- Claudia seguirá estudiando y yo trabajando y en cuanto nazca el bebé lo cuidaremos entre los dos, aunque tengo que decir que lo haremos los tres – le explico recordando lo pesado que se puso Samuel anoche diciendo que ese niño es tanto de él como nuestro.
- ¿Los tres? – me pregunta sin entenderme.
- Sé que no has hablado con Claudia porque llegó ayer a Madrid y le pedí que no te llamase para contártelo antes de que yo te lo dijese, pero ella y Samuel están juntos y hemos decidido educarlo entre los tres.
- Vaya, España cada vez está más moderna – no puede evitar bromear.
- Yo te sigo queriendo igual que antes de conocer a mi padre y sé que tú también, Gabi. Si España es tan moderna deberíamos adaptarnos y estar juntos sin preocuparnos por lo que opinen los demás – me declaro sin pensarlo mucho.
- No me hables así, Cola, por favor.
- ¿Por qué no?
- No puedo hacerle algo así a mi madre. Ya está molesta conmigo porque he dejado a James. Ella está segura que me ayuda a olvidarme de ti – me dice y se me encoge el corazón.
- ¿Y funcionó?
- Ni siquiera puedo besarlo sin imaginar que eres tú, Cola. Por eso se enfadó un poco conmigo porque no hemos llegado a nada más que a besarnos y él sabe que me he acostado contigo. Mientras nosotros estuvimos juntos, era mi amigo y le contaba muchas cosas – me dice antes de empezar a llorar.
Mi madre tiene razón, en nuestra historia hay demasiadas personas involucradas, así que decido no contarle nada de su padre de momento para poder hablarlo con su madre antes.
Sé que mi padre está en el hotel, pero no me apetece nada verlo. Después de saber que me ha mentido deliberadamente, aun sabiendo el daño que me hacía, no es santo de mi devoción.
Mi padre ha venido por trabajo e imagino que la madre de Gabi vino con él para ver a su hija, aunque ella llevaba solo una semana en Madrid, por lo que me ha contado Yerlin. Sí, tengo espías en todos lados.
No insisto más y cambio de tema. Nos quedamos hablando hasta que nos damos cuenta de que es la hora de comer y acompaño a mi ex hasta el hotel. Antes de llegar a nuestro destino nos encontramos a la madre de Gabi que se extraña de verme, pero que, muy educadamente, me invita a almorzar con ellas.