El aroma a papel viejo y a café de medianoche era el perfume con el que Renata definía su futuro. A sus veintidós años, su vida transcurría entre los silenciosos pasillos de la Facultad de Derecho y la luz fluorescente de la biblioteca, un santuario donde sus sueños tomaban la forma de párrafos subrayados y notas al margen.
Aquella noche, el artículo 315 del Código Civil parecía mirarla con desafío desde la página. Lo releyó por cuarta vez, sus dedos trazando la textura de la hoja. Con una precisión casi quirúrgica, subrayó una frase clave, sintiendo esa pequeña descarga de satisfacción que solo un estudiante de último año podía entender. En su mente, no estaba en una biblioteca fría, sino en un tribunal, vistiendo una toga, con la voz firme y los argumentos irrefutables.
Usaba como marcapáginas una postal gastada de la Torre Eiffel brillando en la noche. No era un simple adorno; era un contrato consigo misma. Primero, el título. La graduación con honores. Luego, un trabajo que le diera la libertad que anhelaba. Y después, París. Un pequeño apartamento en Montmartre, mañanas de croissants, tardes en el Louvre y noches empapadas de jazz. Ese era el plan. Un plan perfecto, lógico y ordenado. Como su vida.
Su teléfono vibró sobre la mesa, rompiendo la sagrada concentración. Era un mensaje de Carmen, su hermana mayor.
- ¿Sigues ahí metida? Renata, son casi las 12. Tienes que dormir.
-Renata sonrió con una mezcla de cariño y fastidio. Carmen, siempre tan pragmática, tan anclada a la realidad.
-Casi termino. El examen de mañana es crucial.-
Segundos después, otro mensaje. Su hermana menor, Sofía.
- ¡¡Dale con todo, futura abogada estrella!! ✨ Paris te espera. No dejes que los códigos te devoren.-
Esa era Sofía. Pura emoción y apoyo incondicional. Renata guardó el teléfono, sintiendo el peso de las expectativas, tanto las suyas como las de su familia. Un bostezo la traicionó. Quizás Carmen tenía razón. Necesitaba aire.
Cerró el pesado libro y guardó sus cosas. En lugar de ir directo a casa, sus pies la llevaron a "El Refugio", una pequeña cafetería 24 horas a un par de calles, un lugar con más alma que diseño, frecuentado por artistas, noctámbulos y estudiantes desesperados.
El lugar estaba semivacío. Pidió un café americano y se sentó en una mesa junto a la ventana. Mientras el calor de la taza le devolvía la vida a sus manos frías, notó a un chico en la esquina opuesta. No estaba estudiando. Tenía un cuaderno de dibujo abierto y un lápiz de carboncillo que se movía con una velocidad y seguridad hipnóticas.
Tenía el pelo oscuro y ligeramente largo, una sonrisa ladeada permanente como si se estuviera riendo de un chiste que solo él conocía y unos ojos que parecían absorber toda la luz del local. En un momento, él levantó la vista y sus miradas se cruzaron. Renata se sintió extrañamente expuesta, como si él pudiera ver más allá de su fachada de estudiante seria.
Él le sonrió abiertamente, sin rastro de timidez. Cerró su cuaderno, se levantó y caminó hacia su mesa.
—Perdona el atrevimiento —dijo, su voz era un poco ronca, relajada—. Pero llevas toda la noche con esa cara de concentración. O estás resolviendo un crimen o ese libro te debe dinero.
Renata parpadeó, sorprendida por su audacia.
—Estudio Derecho —contestó, casi a la defensiva—. Y sí, en cierto modo, me debe un futuro.
Él soltó una carcajada suave. —Me gusta eso. Un futuro a cambio de unas cuantas ojeras. Soy Patrick.
—Renata.
—Renata —repitió, saboreando el nombre—. Un nombre con fuerza. ¿Qué te parece si dejas que ese libro descanse y me dejas dibujarte? Tienes una expresión fascinante cuando crees que nadie te ve.
La propuesta la descolocó por completo. Era impulsiva, inesperada y totalmente fuera de su planificada rutina. Era todo lo que ella no era. Y por alguna razón, le pareció la idea más emocionante que había escuchado en meses.
—Tengo un examen mañana —dijo, como un último intento de aferrarse a su mundo ordenado.
Patrick se encogió de hombros, su sonrisa nunca vaciló. —El mañana no existe hasta que llega. El ahora es lo único que tienes, Renata. ¿Qué me dices? ¿Un retrato rápido a cambio de una buena conversación?
Esa noche, por primera vez, Renata sintió la tentación de arrancar una página de su perfecto plan de vida.