Antes De Ser Tu MamÁ

19.-El Mapa de dos Corazones

Los días que siguieron a la explosión fueron de una tensión gélida. La puerta cerrada de la habitación de Amanda se convirtió en una frontera, y la casa, antes unida, se dividió en dos territorios silenciosos. Renata se movía con el corazón encogido, preparando comidas que se comían sin apenas cruzar la mirada y limpiando espacios que se sentían vacíos a pesar de estar habitados. Amanda solo salía de su cuarto para lo indispensable, con los auriculares puestos como una armadura contra cualquier intento de comunicación.

Fue Mario quien finalmente decidió dinamitar el muro de silencio. Encontró a Renata una tarde en la cocina, con la mirada perdida en una taza de café.

—Esto no puede seguir así, Ren —dijo con suavidad.

—No sé qué hacer, Mario —confesó ella, su voz quebrada—. Hice todo por ella. Todo. Y me odia por querer darle un día hermoso.

Mario se sentó a su lado. —No te odia. Odia la idea que tienes de un día hermoso, que no es la misma que la suya. Has luchado durante quince años para que Amanda sea fuerte, inteligente y libre. Has hecho un trabajo increíble. Pero ahora que ella está usando esa libertad para ser ella misma, te asusta. No puedes aplaudir su espíritu único y luego pedirle que se ponga un vestido de princesa solo porque es lo que tú soñabas.

Las palabras de su hermano fueron duras, pero necesarias. Por primera vez, Renata se obligó a ver más allá de su propio dolor y de sus sacrificios. Entró en la habitación de Amanda mientras ella estaba en el colegio. No para espiar, sino para entender. Miró los pósteres en las paredes, las estanterías repletas de mangas, los bocetos de personajes esparcidos por el escritorio. Vio un mundo vibrante, creativo y complejo. El mundo de su hija. Y comprendió que había estado intentando imponerle un mapa de su propio territorio, en lugar de aprender a leer el de ella.

Esa tarde, no intentó hablar con Amanda. En su lugar, salió y fue a una librería especializada. Con la ayuda de un dependiente, compró el último tomo de la serie de manga favorita de su hija. Al llegar a casa, simplemente deslizó el libro por debajo de la puerta cerrada de Amanda. No hubo notas. No hubo palabras. Fue una ofrenda de paz en el idioma que su hija entendía.

Pasó una hora. Luego, la puerta de la habitación se abrió. Amanda apareció en el umbral, con el libro en la mano y una expresión de cautelosa sorpresa en el rostro.

—Gracias —dijo en voz baja.

—De nada —respondió Renata—. Amanda, siéntate. Por favor.

Se sentaron a la mesa del comedor, el mismo lugar de la batalla campal.

—Tenías razón —comenzó Renata, y cada palabra le costó un mundo de orgullo—. Nunca te pregunté qué es lo que tú querías. Estaba tan centrada en mi idea de un día perfecto que no me paré a pensar en la tuya. Lo siento.

Esa disculpa fue la llave que abrió la presa. Amanda, sintiéndose escuchada por fin, comenzó a hablar. Con una pasión que Renata no le había visto en meses, le describió su sueño: no una fiesta, sino una convención. Una "Amanda-Con" en el jardín, con puestos de comida japonesa en lugar de un banquete, un concurso de cosplay en lugar de un vals y sus amigos celebrando las cosas que realmente amaban.

A medida que Amanda hablaba, Renata vio la luz en sus ojos. Vio la creatividad, la originalidad y la valentía de su hija. La imagen del vestido de tul se desvaneció de su mente, reemplazada por una visión mucho más emocionante.

—Un concurso de cosplay… —dijo Renata, y una sonrisa genuina comenzó a formarse en su rostro—. Sofía se volvería loca ayudando con los disfraces. Y a Carmen le encantaría organizar los puestos como si fuera una cumbre internacional.

Amanda la miró, sus ojos iluminándose con una esperanza renovada. —¿De verdad?

—De verdad —confirmó Renata—. Olvida los catálogos. Trae tus cuadernos. Vamos a empezar a planificar tu convención.

Y así, sentadas a la misma mesa, madre e hija comenzaron a dibujar juntas un nuevo mapa, uno que no pertenecía a ninguna de las dos, sino a ambas. La fiesta perfecta no se trataba de un sueño cumplido, sino de uno compartido.




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