Suspiré irritada. —Aun no puedo creer que mamá te dejara quedarte—. Le tiré una almohada para que se levantara pero me ignoró. —Te odio.
—Sí, claro. —Respondió con una sonrisa.
Así es, era yo contra el mundo. Una nueva escuela después de los viajes de negocios de la familia, tan típico de nosotros, los Adams. Sigo sin entender como mi madre permitió que mi hermano se tomara el primer día de clases para estar en la casa todo el día “analizando la situación” mientras que yo tenía que ir a algún lugar totalmente desconocido. Sin él.
Mi madre y mi padre estaban alistando todo para comenzar el día “con el pie derecho” como solía decir la abuela.
—Buenos días. —Saludé sin ganas.
Mi madre sonrió y corrió a abrazarme. —Te ves hermosa—. Peinó mi cabello con sus dedos y me dio un beso en la mejilla. — ¿Cuándo creciste tan rápido?—. Preguntó divertida. Me limité a sonreír. Siempre hacía lo mismo. Siempre.
No es como si no me considero bonita, no soy fea pero no soy hermosa, no creo ser la única que se siente de esta manera. Así somos ¿no? Las adolescentes.
No soy tan adolecente como debería. Esta es la historia: Nunca he tenido la necesidad de socializar en mis anteriores escuelas, sin embargo, en esta tendré que soportar a la gente un poco más de lo normal. Nunca nos quedamos más de un año en un lugar pero esta vez, es diferente. Papá finalmente consiguió un trabajo estable y nos quedaremos aquí.
Ya me he acostumbrado a todo eso de ir y venir de un lado hacia el otro, de conocer nuevas personas, aprender nuevas reglas y dejar todo atrás en poco tiempo. Ahora no sé cómo resultará quedarme en un lugar por mucho más tiempo.
—Nos vemos. —Dije dirigiéndome a la salida y tomando mi chaqueta y las llaves del auto, ese auto que nuestros padres nos regalaron a mi hermano y a mí para ir a la escuela y todo eso.
El camino fue tranquilo, claro, solamente iba yo. El resto del semestre mi maravilloso hermano me acompañará. Realmente no lo odio, lo amo. ¿Quién más comprendería nuestra situación? Hemos sido algo así como mejores amigos desde siempre, él siempre me hablaba de las chicas que posiblemente las invitaría a salir y yo le contaba pequeños chismes del instituto.
—Samantha se comió un bicho cuando tenía diez años—. Había dicho aquella vez para hacerlo reír después de que nuestros abuelo falleciera mientras que estábamos de viaje.
Recuerdo cuando él me hablo de “la charla” y ambos reímos tan fuerte que nuestros padres nos castigaron por estar despiertos a medianoche en semana de exámenes. Si, así era nuestro nivel de confianza entre nosotros. Claro, no sabe todo acerca de mi pero si lo suficiente para ser mi mejor amigo.
Llegué a la escuela y todo se veía tan normal. —Otra escuela más—. Me dije a mi misma. —Nada más eso —suspiré y seguí con mi camino.
Luego de caminar entre tanta gente sin golpear a alguien o a algo. Sucedió. Tropecé con una chica un poco más alta que yo, con un vestido lila y cabello rubio.
Bien hecho Diana. Golpeaste a Barbie.
Sé lo suficiente como para imaginarme que acabo de cometer un error. No es por prejuicios ni nada pero, las chicas bonitas como ellas suelen ser las más conocidas y si es una chica popular, puede que no esté tan feliz por haberla golpeado.
La chica se giró y rápidamente me disculpé. —Lo siento —aclaro mi garganta.
Ella sonrió. —Oh, no te preocupes —Luego me observo con sus grandes ojos azules. Definitivamente una Barbie. — ¿Eres nueva? —Preguntó con una sonrisa.
—Sí. —Respondí sin divagar.
Sonrió ampliamente mostrando sus perfectos y blancos dientes. — ¡Genial! ¿Cómo te llamas?
Me pregunto si este lugar es tan pequeño como para que alguien reconozca a una chica nueva de inmediato. Supongo que lo es, este edificio es mucho más pequeño que el anterior donde estudiaba con mi hermano el año pasado.
—Diana. —Traté de sonreír, estoy algo nerviosa.
Lanzó su mirada al techo como si estuviera viendo un hermoso cielo azul en lugar de un aburrido techo. —Diana —repite con serenidad—. Es un nombre elegante y de princesas.
Solté una pequeña risa. — ¿Princesas? vaya, gracias.
¿Será por la princesa Diana? La verdad nunca había pensado que mi nombre fuera elegante, es solo un nombre común y corriente.
—Adoro tu nombre. Oh, por cierto, llámame Anne. —Sonrió amigablemente.
Bien. Barbie no era tan mala después de todo.
Pregunté con curiosidad: — ¿Cuál es tu nombre real? —pregunto porque ella dijo “llámame Anne” ósea que no se llama Anne.
Me miró unos segundos y luego me arrepentí de la pregunta. ¿Por qué siempre soy tan curiosa? —Annabethsie. —Respondió finalmente—. Créeme, a mis padres les encanto este nombre. Todo por Anna Frank y Bethany, la abuela de mi padre. Annabethsie.
—Bueno, eso es un nombre de princesas. —Bromeé.
Me miró con una expresión curiosa. — ¿Sabes algo? Me agradas Diana. ¿Cuál es tu apellido?
—Adams —contesto.