Antes del Alba

IX

"And it's hard to dance with a devil on your back. So shake him off, oh whoa..."

 

 

La mayoría de mi cerebro me dice que no le conteste a este idiota, pero mi pulso está acelerado y algo me dice que me hará realmente feliz; esa parte es la loca de remate que me empuja hasta él con una facilidad que asusta. La vida y el destino asustan, lo juro. Decido contestar.

— ¿No te vas a rendir? — escucho su risa al otro lado de la línea.

— No, Ellie. Quiero hablar contigo.

— ¿Acerca de qué?— frunzo un poco en ceño. Se queda callado y solo se escuchan nuestras respiraciones. Una pregunta viene a mi cabeza y es imposible acallarla. — ¿En dónde estás?

— No lo sé... Solo estoy caminando en el frío de Manhattan. — Me río.

—Qué poeta, me impresionas— digo con una sonrisa porque él no me puede ver.

— Lo sé. Soy tan deslumbrante...

— Deja de ser un idiota, Eric. Le harías un favor al mundo.

— Y tú sé menos amargada, ¿sí?

— De acuerdo, de acuerdo. Mira, sólo quiero dormir. Así que adiós, Eric— iba a colgar pero gritó.

— ¡No! Quiero hablar contigo... Sé buena persona... Estoy solito y tengo frío. — Me carcajeo.

— Pues... Vete a tu casa, genio. Eso sería genial y yo podría dormirme... Todos ganamos, ¿no crees?

— No... Ya en serio, sí me siento algo extraño. Estoy hablando seriamente, Janelle.

— Oh, okay. Voy a cambiar mi modalidad actual de marginada social a terapeuta de Eric Barrett, ¿sí? — suelta una carcajada tan bonita.

— Eres muy ocurrente, ¿lo sabías?

— Sí, todo porque soy muy genial. No como tú— le contesto con una enorme sonrisa. Y esta vez ambos reímos al unísono y me siento bien.

— Janelle, te dije que esto iba en serio.

—Okay, okay... Cuéntame tus penas, querido Ericson— vuelve a reír estruendosamente.

— ¿Ericson? ¿En serio? No inventes... Que nombre más feo. Mi nombre es Eric, muchachita. ¡Ya no juegues! Ya, esto va en serio. — Comienzo a reír, es tan curioso.

— Sí, abuelo Ericson.

— De acuerdo... Me siento solo. — Me quedo un momento en silencio, esperando a que continúe, pero no lo hace...

— Okay... ¿Y, yo que tengo que ver?

— Me gustaría que me acompañaras.

— Oh... Porque no soy normal ¿verdad? ¿Te has dado cuenta de que ninguna de nuestras conversaciones llega a ser calificada dentro de lo normal? — emite una risita.

— Sí, lo he notado... Pero ¿a quién le importa? Yo me entiendo contigo, aunque estés realmente mal de la cabeza.

— Ja. Ja... Iba a contestarte de buena manera, ahora por tu tontería, no te voy a contestar.

— ¡Eres una niña!— con esto empieza a reír.

—No te burles— y hago un puchero aunque sé que él no me puede ver.

— Inmadura—en respuesta gruño y ruedo los ojos—. Oye... Vives en el piso cinco, ¿verdad?— me pregunta casualmente como si hablara de su comida favorita.

— Hm... Sí... ¿Por qué? — Y no me contesta hasta que pasa un minuto en el cual yo escucho su respiración y algunos autos en el fondo.

—Por curiosidad— que rarito es.

—Bien, oye ya hablamos ¿me puedo ir a dormir ya?

— No... ¿Por qué mejor no sales a tu balcón?

— ¿Por qué querría salir a mi balcón a las diez de la noche en pleno diciembre? ¡Estamos a dos grados! ¡Moriré, Eric! ¡Y pesará en tu conciencia por el resto de tus miserables días vacíos porque yo no estoy en ellos! — suelta una carcajada y lo curioso es que la escucho más cerca de lo normal... No puedo creer que esté aquí. Me rehúso a creer que está afuera de mi ventana.

— ¡Dramática! ¡Abre ya! ¡Me congelo! — me acerco a mi ventana, aun escéptica y sorprendida; la abro y me encuentro con este tonto. Usa lo mismo que llevaba en el centro comercial; jeans, una chamarra y un gorro de lana color verde seco. Tiene las mejillas y la nariz rojas como una cereza a causa del frío que hace. Me encojo en mi lugar y cruzo mis brazos sobre mi pecho. Me sonríe coquetamente y yo ruedo los ojos con una media sonrisa.




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