Antes del Alba

XXVI

"Looking for heaven, found the devil in me..."

Se aclara la garganta, cierra los ojos y suspira. Tomo su mano y ella ejerce fuerza sobre ella, noto cómo tiembla de manera sigilosa, pero al fin y al cabo, puedo darme cuenta. Vuelve a suspirar en un intento para tranquilizar su ritmo cardíaco. 

— No había dicho nada porque obviamente no era nada seguro, aún así hice una cita con un médico para una revisión general. Hace cinco días, el médico interpretó los resultados y...— está hecha un desastre, esto es una muy, muy mala señal.

Mi tía comienza a sollozar y yo la abrazo como si mi vida y la de ella dependieran de la fuerza puesta en ese abrazo.

—Tranquila, respira hondo, todo va a estar bien, ¿sí? Por favor, sólo dime qué está pasando, te lo ruego. Por favor—froto suavemente mis manos por toda su espalda, espero que eso le de ánimos para terminar con lo que decía. Jo asiente y se aleja para romper el abrazo, toma mis manos entre las suyas y me mira directo a los ojos.

—Janelle, me han diagnosticado leucemia miélogena aguda—sus ojos están desbordantes de lágrimas y los míos también. Siento cómo toda la vida se drena de mi cuerpo, absolutamente todo pierde su color y su sentido. ¿Qué diablos?—. Es decir que avanza rápido y necesito empezar con el tratamiento lo más pronto posible.

Estoy en shock, las lágrimas caen de mis ojos como si fuesen cascadas. Esto no puede estar pasando, tiene que ser una mala broma, tiene que ser una maldita pesadilla.

—Pero... pero... ¿tuviste síntomas?—le pregunto desconsolada, tratando de aferrarme a que esto no es una realidad. No puede ser verdad porque sino, mis esperanzas, mis motivaciones, esta específica parte fundamental de mi vida... se desvanece, todo se va a ir ¿en donde pongo todo eso?

—Sí, Elle. Mi periodo llegaba cada dos semanas, encontraba por mi cuerpo moretes (hematomas)sin haberme golpeado con algo, a veces estando en el trabajo o con Fred comenzaba a sangrar por la nariz. Y eso me asustó mucho. Fred fue el que me convenció de ir al médico, me acompañó y ha estado apoyándome como no tienes una idea.

—¿Por qué no me lo dijiste?—admito que estoy muy dolida, preocupada y desesperada—. ¿Por qué me hiciste a un lado? Eres mi familia...

—Lo sé nena, y creeme que lo siento muchísimo; no te quería preocupar en vano, porque no tenía ni idea de lo que se pudiera tratar—acaricia mi cabello y hace que me recargue en su hombro—. Lo siento mucho, mi vida. Te has visto tan feliz en este corto tiempo que no me atrevía a darte una tonta preocupación. Discúlpame, Janelle.

—No hay nada que disculpar, no tienes por qué pedirme disculpas, me siento muy culpable al haberme desentendido de ti—cierro con mucha fuerza mis ojos, sintiendo cómo la culpa y la impotencia me carcomen—. Perdóname tu a mi por haberte fallado como familia. Pero gracias al cielo que Fred estuvo para ti...

—No digas eso, mi niña. Tu eres mi más grande regalo, mi mejor amiga, la persona más importante de mi vida... no te quería causar ansiedad. No me has fallado en absoluto, eres una gran persona, Janelle. Te amo, mi amor.

Las lágrimas no paran, eso va para ambas. No sé cómo sentirme al respecto, ¿qué será de mi tía de ahora en adelante? Tendrá que ir a quimioterapias y tener muchos cuidados, tendrá que tomar muchos medicamentos... Pero lo último que quiero es que pase mal todo ese tiempo en que sea necesario todo ese tipo de tratamiento.

De repente, una idea fugaz pasa por mi cabeza, ese simple destello me hace darme cuenta de lo que en realidad está sucediendo. Mi antebrazo derecho comienza a escocer y mi mente viaja hasta la hechicera, menos mal que llevo una sudadera que me queda muy grande, así que Jo no se da cuenta de nada. Hago una mueca de dolor, pero reprimo un grito de dolor, lo bueno es que no es lo demasiado intenso como para provocar que me retuerza y grite, como ocurrió en la casona de Calixto. Él había dicho que ya no iba a ocurrir nada con las heridas... ¿la herida de Harry habrá hecho lo mismo? Al parecer es una especie de advertencia, un recordatorio de lo que debemos hacer. Tiene que ser pronto, porque lo último que quiero y necesito es que mi tía empeore por mi culpa y por la de la estúpida maldición.

Ahora estoy abrazando a Jo, la sostengo por un muy buen rato hasta que se queda adormecida.

—Jo, tienes que ir a tu habitación para que puedas descansar en tu cama—hablo demasiado suave, ella asiente y le ayudo a levantarse, también la acimao hasta su recámara, donde ella agradece, se desviste y se envuelve en las cobijas.

Salgo de su cuarto, cierro la puerta y suelto un profundo suspiro. Camino a mi habitación y en cuanto cierro la puerta, un sollozo nace de mi garganta. ¿Qué voy a hacer si la pierdo? ¿Y si sufre? No quiero que sufra, no más de lo que ya ha sufrido a lo largo de su vida. No soporto la sola idea de perderla, de ya no verla más, ni jugar con ella, ni salir a cazar bebidas y chicos en la noche, hacer travesuras, ir a las compras juntas, tener discusiones impulsivas que acaben en risas y burlas... simplemente no creo ser, ni llegar a ser tan fuerte como para soportar otra partida tan cercana a mi vida.




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