Antes del Alba

XXX

"And it's hard to dance with a devil on your back. So shake him off, oh whoa..."

—Entonces no estamos en América... bueno, la verdad no me sorprendería si me enterara que nos ha dejado en un lugar remoto en otro continente—digo con algo de resignación y suspiro entrecortadamente  —. Pero, ¿nuestro refugio de qué?

Sus ojos se quedan estáticos sobre la piedra.

—Tal vez de todo, de todos...—suena sombrío—. Creo que no eramos muy queridos que digamos por las personas a nuestro alrededor.

—Estás muy receptivo, ¿se te ocurre algo más?—no despego mis ojos de su perfil y de su mirada, que se ha tornado algo melancólica.

—No lo sé... sólo, creo que nos perseguían y sé que había alguien que nos ayudaba, alguien que era algo así como un cómplice nuestro y nos mostró este lugar.

—¿Alguien así como Calixto?—lo miro inquisitiva. Él hace un ruido como si estuviera meditando y voltea completamente para mirarme fijo.

—No tengo idea— después de su respuesta nos quedamos en completo silencio; hasta que empiezo a escuchar cómo su respiración se vuelve más rápida conforme avanzan los segundos, sus exhalaciones se vuelven jadeos y me empiezo a alarmar, ya que sus ojos también comienzan a abrirse cada vez más. Preocupada, tomo sus hombros y busco reconfortarlo, mantenerlo consciente, pero rehuye mi mirada y forcejea ante mi agarre. Lo siguiente que hago es tomarlo del rostro, cada una de las palmas de mis manos firme sobre cada una de sus mejillas sin dar tregua a su extraño y repentino comportamiento. 

— Eric, Eric, ¿qué sucede? Hey, mírame— sus pupilas están dilatadas y sus ojos en general expiden una terrible sensación de salvajismo, su semblante es primitivo, no se encuentra dentro de sus cabales y eso es lo que me asusta hasta la mierda porque me recuerda a cuando el guardián lo atacó. 

Sin decir nada y aún con la respiración alterada, se desprende fácilmente de mi tacto, en un audaz movimiento se pone de pie y camina rápidamente hacia la puerta de piedra, donde espero que se detenga pero no lo hace, sólo observo cómo las puntas de sus dedos acarician la frase escrita en latín sobre la superficie, recorre cada letra, cada palabra con lentitud y hasta podría decir que con vehemencia. Una vez que ha hecho eso, es cuando se propone a avanzar sin dar marcha atrás. Es cuando sé que necesito seguirlo; me pongo de pie lo más rápido que el dolor punzante en la pierna me permite y lo sigo, esperando poder alcanzar sus pasos. 

Lo veo no muy lejos de la puerta, en la segunda especie de habitación; recorre con sus ojos toda la cueva y una vez finaliza, se dispone a seguir como si conociera este lugar como la palma de su mano. Pasa un tramo demasiado oscuro, no entiendo el cambio de luces aquí, ya que es una cueva, es sólo un pasadizo viejo y abandonado, que se encuentra bajo tierra, así que es extraño que haya iluminación aquí dentro; sin embargo, yo ilumino el lugar con la linterna, de la cual Eric no ha rechistado para nada, es más, pareciera que no se ha dado cuenta de que lo sigo. 

—¿Lo recuerdas, Prisca?— su voz es suave y su respiración ya no es audible, ya no hay nada que se relacione con el chico que estaba siguiendo hace diez segundos. Detengo mis pasos en cuanto él detiene los suyos, me quedo de pie a metros de distancia de su cuerpo.

Sé que en absoluto no es Eric, su tono de voz, su acento extraño y el idioma en el que habló no le pertenecen, al menos no a él...

—¿No lo recuerdas? ¿Es que has roto tu promesa en la primera oportunidad que encontraste?— ahora sus ojos están fijos sobre los míos, una ansiedad los ahoga y lo más extraño es que entiendo perfectamente todo lo que me está diciendo, aunque nunca haya escuchado esa lengua en mi vida.

Estoy estática, no sé qué hacer, cómo reaccionar. Siento cómo mi respiración se atasca en mi garganta conforme el chico avanza en mi dirección lentamente.

—¿Es... es que ya no me reconoces?—su voz se desestabilizó en la última palabra y mi confusión creció junto con un poco de tristeza.

Frente a mí tenía al chico con el que había soñado meses atrás. Con los ojos tan tristes y el semblante tan descompuesto que el cambio es increíblemente notable. Eric también tiene mirada triste, pero es algo "nublada" por decirlo de alguna manera. La de este hombre es todo un vendaval. Estoy casi segura de que la desesperanza se puede palpar si estiro mi mano al frente.

Esto me trajo un recuerdo, un flash de las primeras pesadillas que tenía antes de conocerlo. Me golpea tan fuerte y es tan vívido que siento como si me hubieran dado un puñetazo en la cara.




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