Antes del amanecer

CAPÍTULO 3. UN ÁNGEL

-Andrés 

La alarma de mi celular hace que me despierte, sé que es momento de levantarme pues iremos al asilo a visitar a los viejos o a nuestros abuelitos como los llama Emily, pero lo cómoda y calientita que esta mi cama hace que me dé pereza levantarme.

Quiero a los viejos, pero me encuentro realmente cómodo y preferiría no ir, pero sé que mi madre se molestaría muchísimo.

La puerta de mi habitación se abre y se inmediatamente de quién se trata, la pequeña diablilla.

Estoy seguro de que se levantó mucho antes de que mamá fuera a despertarla, a mi pequeña hermana le entusiasma demasiado ir al asilo.

- ¡Andrés! ¡Levántate!, iremos con nuestros abuelitos- Yo suelto un gruñido ya que empieza a brincar en mi cama, me tapo el rostro con la sábana tratando de ignorar sus gritos constantes diciéndome que me levante. Sé que es un intento fallido porque Emily no se irá de mi habitación, si no se asegura antes de que ya me he levantado.

-Vamos Emily déjame dormir unos minutos más.

- ¡No! Vamos levántate, nuestros abuelitos Fernando, Juan, María, José, Karla....-Emily parlotea una gran lista de nombres de todas las personas mayores que viven en el asilo, no tengo idea de cómo se sabe todos los nombres de los que viven ahí, incluso estoy seguro de que se sabe los nombres de las enfermeras.

- ¡Andrés levántate ya!, si no te levantas le diré a mamá que no quieres ir con nuestros abuelitos.

- ¡Chismosa!

Emily se baja de mi cama y camina a la puerta bastante decidida acusarme con mi madre, yo me levanto bastante rápido de mi cama agarro a Emily antes de que llegue a la puerta la subo a mi hombro y comienzo a darle vueltas, haciendo que Emily suelte carcajadas bastante fuertes.

La verdad es que Emily es mi debilidad más grande, esa niña de ojos color miel se ha robado mi corazón desde el momento que mamá llegó del hospital con ella en brazos.

Jamás podría imaginar que alguien sería capaz de robarse mi corazón en cuestión de minutos. Pero mi pequeña diablilla lo logró, le pasó cada travesura que me ha hecho y no se digan sus berrinches mamá dice que la consiento demasiado, pues jamás le digo que NO cuando me pide algo.

Pero que puedo hacer, Emily es la niña más dulce del mundo y la más traviesa.

Aún recuerdo su primer día de prescolar todos estábamos bastante emocionados de que fuera a la escuela, pero jamás nos esperamos que a las pocas horas de dejarla en la escuela a mi madre le llamaran para que fuera a recogerla pues Emily se puso a brincar en los charcos de agua y se manchó de barro fue bastante cómico ver a una niña de 4 años toda manchada de barro en su primer día de escuela.

-Andrés baja a Emily la vas a marear- Mamá entra a mi habitación- ¡Y tu Emily! -la apunta con su dedo índice- Ya están los Hot Cakes que querías.

- ¡Si, hot cakes! -Emily suelta un grito de felicidad, es su comida favorita le fascinan los hot cakes.

-Anda enana ve a devorar los hot cakes, pero guárdame algunos, ok-

-Claro hermanito- Emily sale corriendo de mi habitación gritando ¡Hot cakes!, ¡Hot cakes!.

-No tengo idea de dónde saca tanta energía esa niña- mi madre mira el pasillo por donde se ha ido Emily.

-Está muy entusiasmada- le digo con una sonrisa.

- ¡Claro!, desde las 6 de la mañana comenzó su entusiasmo-dice mamá, mientras pone una cara de cansancio.

-No lo puedo creer-digo con diversión. Esa niña por algo le puse el apodo de diablilla.

- ¡Y tú! -mamá me apunta con su dedo-cámbiate o llegaremos tarde al horario de visitas del asilo.

-Claro madre, le marcare a Daniel para saber si ya está listo. -Agarro mi celular de la mesa que se encuentra a lado de mi cama y lo desbloqueo para llamar a Daniel.

- ¿Daniel? - mi mamá me mira con una sonrisa de diversión - él ya está abajo, llego hace 15 minutos.

- ¡Ese imbécil! - sonrió

- ¡Andrés! –mamá me reprende.

-Lo siento. -digo con diversión.

-Cámbiate y baja antes de que Daniel devore todos los Hot Cakes.

Ahora entiendo por qué no me ha marcado, pues se encuentra muy ocupado comiéndose los hot cakes.

Mi madre se va y baja las escaleras yo me dirijo a mi armario, decido elegir unos pantalones en color negro y una sudadera blanca que está muy caliente ya que afuera hace un frio que cala hasta los huesos.

Solo espero que mamá no me obligue a usar esos gorros navideños que son tan horrendos, según ella debemos de mostrar el espíritu navideño.

-Andrés tu madre me hizo usar esta cosa horrenda otra vez-Daniel entra a mi habitación, señalando su cabeza la cual tiene un gorro cafe y un gran Rodolfo el reno.

Justo lo que temía tanto, los horrendos gorros navideños, no tengo idea de porque mamá los compra.

-Te ves hermoso-me burlo de mi amigo mientras me coloco mis zapatos.

-Búrlate todo lo que quieras, pero....

- ¿Pero ¿qué? -Termino de colocarme mis zapatos, para dirigir toda mi atención a Daniel.

Daniel tiene una gran sonrisa bastante juguetona en el rostro, saca algo que tenía escondido en su espalda -Escogí uno para ti- me muestra el gorro que sostiene en la mano, el cual es casi idéntico al que el trae en la cabeza, ¡lo voy a matar!

-No pienso ponerme esa cosa tan espantosa- miro el gorro con disgusto, por todos los gorros navideños esos estan horrendos.

- ¿Por qué no?, son, son......-Daniel le da mil vueltas al gorro navideño, tratando de buscarle algo- Bueno si son horrendos, pero no importa ve el lado bueno Andrés.

-Esos gorros no tienen ningún lado bueno.

Y es cierto, realmente soy muy feos mi madre cada que va a una venta de garaje y encuentra esos gorros navideños los compra según ella porque son bastante originales y no son comunes como los que la gente normal usa, desde que tengo memoria me a hecho usar esos gorros navideños horrendos, el primer año que conocí a Daniel tuve que soportar sus burlas por varios días, pero todo cambio al siguiente año pues Daniel ya era parte de la familia y mi madre lo obligo a usar sus horrendos gorros. Desde ese momento Daniel y yo hemos hecho lo imposible por ocultar esos gorros, pero mi madre siempre logra encontrarlos cada año.




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