Se que estoy jugando sucio, Sam es una chica muy sensible e inocente, que se cree cualquier cosa que le digan y ahora mismo estará sintiendose mal consigo misma.
Pero bueno, ella es como es, y yo pues, soy como soy, así que continuo con mi pequeña bromita. Camino apresuradamente hacia la salida, pasando primero por delante del escritorio del bibliotecario, que ahora esta vacío. Llego hasta la puerta de salida, tomo el pomo, lo giro e intento tirar. Tiro y tiro, pero nada. Cuando hago el último intento, y empiezo a tirar, siento que ésta tira de mí haciendo que sea abra y provocando que me de de bruces contra alguien.
¿Soy tonta?Creo que sí. No me había fijado en el gran cartel que decía: EMPUJAR. Y es que si no me hubiera ya chocado con alguien, me habría empezado a dar cabezazos contra la pared para lograr despertarme ya de una vez.
Hablando de choques, me he quedado paralizada, perdida en mis pensamientos como una tonta impidiendole el paso al chico guapo que está frente a mi. Sí, tiene un cuerpazo, y su pelo parece tan suave, además de su cara bonita y sus ojos....
¡¡SUS OJOS!! No me lo puedo creer, esos ojos que reconozco y desconozco al mismo tiempo, los ojos que más aborrezco en este mundo. Siempre quise que llegara este momento, aunque nunca imaginé encontrarmelo en esta situación tan...¿rara?. Siempre creí que lo conocería en un ambiente más peligroso, más oscuro, más él.
Él al ver que me he quedado mirando fijamente sus ojos, sonríe, me guiña un ojo y pasa por mi lado dirigiendose al puesto de bibliotecario donde se sienta tranquilamente. Siento mi pecho comprimirse del dolor y mis ojos cristalizarse, me apoyo en la pared más cercana, intentando que el mareo se vaya.
Decepción. Es lo único que siento ahora mismo, decepción de mi misma. Pensar en todas esas veces que me prometí matarlo con mis propias manos cuando lo tuviera en frente, y ahora que he tenido esa oportunidad, mi cuerpo se ha paralizado y no he podido hacer nada, todo ese rencor y odio quedó atrapado en mi estado de shock.
Le he fallado, le he fallado...esas son las únicas palabras que se repiten en mi mente mientras camino hacia el edificio B de mi universidad. Me siento adolorida, y no porque me este clavando las uñas haciendo que mis palmas sangren, sino que estoy adolorida mentalmente.
Llevo dos años buscando venganza, dos malditos años. Esto no puede quedar así, no puedo encerrarme en mi burbuja, no ahora que lo encontré.
Sería injusto para él y para mí. Sino consigo mi verganza, no podré continuar con mi vida, tal vez no pueda superarlo, aunque una pequeñita parte de mí me dice que la venganza no va a hacer que lo supere antes, dice que solo es una forma de engañarme a mi misma.
Igual que llevo haciendo estos dos últimos años, ignoro a la única parte de mí que no quiere venganza, tal vez, la única parte cuerda que me queda, depués de que el dolor matara mi chispa fogosa , como decía él.
Sigo subiendo las escaleras, a pesar de que muchos alumnos con prisa, chocan conmigo y me devuelven a la realidad de vez en cuando. Al terminar mi tortuoso camino de subir escaleras, llego a la segunda planta y me dirijo a mi clase de francés. ¿Que porqué tengo francés? Fácil, estoy estudiando traducción e interpreración, una carrera de lenguas.
Me encantan los idiomas, bueno, me encantaban, ultimamente los tengo muy apartados. Sino fuera porque se me dan muy bien, no estaría es este curso y si no fuera porque antes mi hermano siempre me animaba a estudiar, yo ni siquiera estaría en clase.
A diferencia de otros días, hoy me siento en uno de los asientos del fondo, necesito pensar y sentada en primera fila con un profesor pegado a mis narices no ayudaría a concentrarme en lo que en verdad me importa ahora, vengarme del hijo de puta de ojos miel.