Antifaz de Rubí

Ella sí pudo verte

Después de que la cocinera se fue, Isabella no tardó en dormirse y al día siguiente, se levantó muy temprano, pues debía arreglarse para el recital. Su tía eligió un elegante vestido negro con detalles en rojo e Isabella se quedó mirándose en el espejo por un momento y una idea fugaz cruzo su mente. Tomó del diario de su madre el antifaz y se puso frente al espejo. Supuso que le quedaría lindo con el vestido, además de que sería una divertida manera de molestar a su tía. Sin embargo, al colocarse el antifaz, pudo ver al joven tras ella, reflejado en el espejo. 

Se lo quitó tan rápido como pudo y se dio cuenta de que estaba sola. Volvió a subir el antifaz y no solo lo vio tras ella, además, lo escuchó claramente pronunciar las palabras, “Te ves hermosa, amor mío”. De un parpadeo, se percató de que la dama en el reflejo era su madre. Quitó de nuevo el antifaz y eufórica lo guardó en el diario. Sonrió esperanzada, descubrió a que se refería el joven, pero debía bajar a desayunar, pues el recital sería justo después. No se molestó en dirigirle la palabra a su tía, por lo que el desayuno estuvo callado y al acabar, fue directo al patio, donde prepararon un área para la presentación.

Cuando todo estuvo listo, Isabella tomó asiento y comenzó a tocar. Todos estaban fascinados, con las dos bellas melodías que tocó, como su tía había ordenado. Sin embargo, antes de que los aplausos comenzaran, Isabella empezó a tocar una más. La mujer quedó petrificada, pero prefirió no interferir para no formar un alboroto y al terminar el recital, la jovencita se puso de pie, cuando los aplausos llenaron de ruido el patio. Miró a su alrededor y enarboló una radiante sonrisa, al darse cuenta de que él la observaba. Sin embargo, después de sonreírle desapareció. 

El duque se acercó a felicitarla, pues estaba realmente complacido con la presentación. Isabella sintió un vuelvo en el pecho, al notar que el duque tenía los ojos de un intenso y profundo color azul, el cabello castaño y la piel clara. Aunque podía ser solo una coincidencia, eso llamó mucho su atención.

—Espero tener el placer de volver a escucharte y que mi hijo también pueda hacerlo, ya que en esta ocasión no pudo venir conmigo. —Su voz sonaba gentil y sincera, aunque también algo triste. Isabella pensó que serían sus años los que le daban esa entonación tan nostálgica.

—Es una lástima, de verdad.

—Cuéntame, hermosa dama. —Se acercó a ella, tomó su mano un instante y dijo—. La última pieza que has tocado ¿Es obra tuya?

—No. Me la enseñó un buen amigo.

—¿Mutuo? —interrogó curioso. 

—No lo creo, señor —respondió desconcertada.

—Es una pieza hermosa —concluyó de pronto—. Bueno, estoy agradecido por la invitación, pero soy un hombre ocupado, así que será hasta otra ocasión.

—Hasta luego, Duque —dijo Isabella cortés—. Gracias por venir.

Después de que los invitados dejaron la mansión, la mujer tomó a Isabella del brazo y la llevó adentro.

—¡¿Dónde aprendiste a tocar esa melodía?! —Sus ojos destellaban de rabia.

—¿Cuál? —Isabella en vano trataba de fugarse, de su feroz agarre.

—La última que tocaste.

—Alguien me la enseñó —dijo mirándola a los ojos de manera desafiante.

—Fue ese joven, ¿no es así?

—Sí, así es. —Por un instante pensó que le propinaría una bofetada al verla tan exaltada.

—¡Te dije que te alejaras de él! —dijo soltándola de golpe. 

—¿Por qué debería hacerte caso? —interrogó hastiada—. ¡Solo has mentido desde el principio!

—Ese joven no es bueno para ti y eso no es mentira. —La señalaba con el dedo tembloroso por la rabia y su rostro se había enrojecido tanto, que Isabella creyó que explotaría.

—¿Por qué lo odias tanto?

—Eso no te incumbe Isabella, solo aléjate de él.

La mujer abandonó el salón y la jovencita volvió a su cuarto. Tomó el antifaz y se lo colocó, pero nada paso. No podía entenderlo, estaba segura de haberlo hecho bien y no funcionaba. Decidió subir a la terraza e intentar tocar el piano, con la esperanza de que él regresara. Sin embargo, al salir de la habitación notó que la mansión había cambiado. Sintió miedo por un momento, pero antes de entrar en pánico, quitó el antifaz y descubrió lo que sucedía. Se lo colocó una vez más y comenzó a deambular, procurando no ser vista por su tía. 

Tal como imaginaba, la historia tenía un tapiz diferente desde la perspectiva de su madre. Su padre sospechaba de ella, pero no era por el joven del antifaz, sino por un motivo distinto y estaba paranoico. Su madre no le dio motivos para sospechar, ella no abandonada la casa sin su compañía y nadie la visitaba desde su matrimonio. Tampoco mencionó ante él, ni siquiera por accidente, el nombre de aquel joven y él solo sabía que la había plantado el día de su boda, pero nada más. La casa estaba plagada de recuerdos tristes, que hicieron desaparecer casi por completo el feliz pasado de su madre. 

Caminando, se dio cuenta de que su madre pudo ver al muchacho más de una vez, pero solo como una sutil imagen que se desvanecía de inmediato y que siempre permanecía cerca de Isabella. Curiosa, continuó hasta llegar a la terraza y el recuerdo de ese día se hizo claro ante ella. Su madre subió a toda prisa con las armas en sus manos, abrió la puerta de la terraza y sin miramiento alguno atravesó al hombre. Pudo verse caer al suelo mientras él se le venía encima y la ponía contra la baranda. Se vio tratando de separarlos y a través de los ojos de su madre, se dio cuenta de la verdad. 



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En el texto hay: traicion, amor, maldad

Editado: 14.02.2019

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