Visitas Amargas.
Suspiro mientras mi papá apaga el motor del auto en frente de la entrada de la institución, aunque mi parte racional me pide que deje de hacer tantos berrinches y que afronte la situación, pero no me muevo ni hago amago de querer bajar del auto, sé que prometí que iría a verla, pero no es tan sencillo como parece. Hace años que no la veía.
── Derek, lo prometiste. ──Dice mi padre en modo de advertencia.
Claro que lo prometí, sé que no puedo echarme atrás. Pero no es tan fácil ir a visitar a tu madre quien te abandonó sólo para seguir con sus vicios.
── Lo sé, papá. ──Me quedo un momento mirando a la entrada del edificio sin decir nada, hasta que luego hablo nuevamente── No sé realmente que esperan ambos de mí, por si no lo han notado, esa mujer de allá dentro es la causante de haberme convertido en un imbécil.
Inmediatamente siento culpa al decir aquello, yo soy el único responsable de haber sido como fui.
── Pero sigue siendo tu mamá, te guste o no. Es ella, nadie más.
De verdad, odio esa manera de pensar. Si me hubiese matado, ¿la habría matado por ser mi madre?
Aprieto los labios en señal de resignación, sé que ella sea mi madre es un hecho que no podré cambiar. Lo miro y comprendo que entre nosotros no hay nada más que decir, por lo que simplemente me bajo del auto sin despedirme, el ambiente cambia notablemente al entrar en el edificio. Mientras que afuera hay una clara sensación de libertad y paz, aquí sientes la agonía y necesidad de salir corriendo de todos los presentes. Yo incluyéndome.
── Buenos días. ──Saludo amablemente a la señora que se encuentra en la recepción.
── Sí, dígame joven. ──Reajusta los lentes y me da una sonrisa profesional.
── Vengo de visita por petición de la paciente Mía Hernández. ──Informo y ella sin trasmitir algo busca por el sistema, luego comienza preparar el pase de visita. Sé que pude haber dicho que simplemente vengo de visita, supongo que para mí es necesario recalcar que no me agrada estar aquí.
── ¿Relación con la Sra. Hernández?
Trago toda la amargura que siento y contesto tan amable como puedo.
── Soy su hijo.
Me entrega el pase mientras me recuerda las reglas del lugar, me indica por donde ir y camino despacio como si pudiera detener el tiempo. Suspiro y sacudo mis pensamientos porque sencillamente son ridículos. Llego a la habitación y toco la puerta, mis nervios se descontrolan cuando escucho su voz permitiendo mi entrada.
Al adentrarme en la habitación tanto su mirada como la mía se congela, ella cierra pacientemente el libro en sus manos y señala con suavidad un sillón en frente de la cama. Me doy cuenta de que ninguno de los dos es capaz de decir algo. Cuando me siento, me permito examinar la habitación, mi padre me había contado de este lugar, al parecer con su buen progreso la dejaron decorar el lugar. Beige y rojo, sus colores favoritos, los cuales siguen decorando las paredes del cuarto de mi padre y algunos lugares de la casa.
── No creí que vendrías. ──Dice suave, como si creyera que al levantar la voz saldré corriendo.
Es mi madre, no seré grosero.
── Me obligaron. ──Me encojo de hombros.
Dije que no seré grosero, pero al menos sincero sí puedo.
Sus dedos comienzan a juguetear con su cabello, parece no haberle afectado mi comentario algo brusco.
── No te había visto desde que tenías...
── ¿Siquiera recuerdas la edad que tenía? Sin duda estar aquí te ha ayudado. ──Me muerdo la lengua al notar que me estoy fallando, no debo ser grosero con ella ni con otra mujer, aunque se lo merezca. Ella no parece inmutarse ante mi respuesta, es como si se lo esperaba── ¿Cómo estás?
Sonríe con tristeza.
── Estoy bien, puede que en un par de meses pueda salir. ──Me alarmo y ella lo nota── Tranquilo, estaré en un sencillo apartamento que es de mi propiedad y que Camilo la mantuvo para mi salida.
La analizo, y pareciera que se contuviera en decirme más, pero sinceramente no me interesa.
Me cruzo de brazos.
── Que bien.
Entre nosotros nos envuelven un silencio totalmente tan incómodo, que llega a un punto de que no lo soporto, saco mi celular para ver algunas notificaciones. Veo los estados de mis amigos y entre ellos Jess, donde se ve que se encuentra disfrazada de Blancanieves, recordándome que fue a una fiesta infantil de la hija de su amiga. Aprieto los labios para que no se vea mi sonrisa, se ve completamente adorable.
Ryan es un idiota.
── ¿Ves a tu novia? ──Subo la mirada sorprendido por su pregunta, la veo intentando ver mejor mi celular. Lo bloqueo de── Estabas conteniendo una sonrisa. Una sonrisa de pura adoración.
Me remuevo incómodo en mi lugar, no es la primera en pensar que siento algo por Jess. Pero en realidad es un profundo cariño y admiración hacia ella, es mi mejor amiga.
── Es mi mejor amiga, no mi novia.
── Que cliché. ──Dice con sarcasmo.
Pasa algo inesperado, ante esa respuesta, suelto una carcajada y lo que empezó con una simple carcajada, se transformó en las risas de ambos. Nunca creí reírme con ella por algo tan simple como eso, pero ha sido inevitable.
Sólo bastó con esa simple risa para querer decir más, pero me contengo. Es mi orgullo peleando con aquel que quiere dejar las cosas que lo lastiman en el pasado, aquel que en el fondo aún es un niño queriendo hablar con mamá. Gana el miedo.
── Dime lo que quieras, Derek. ──Implora ella, sus comisuras tiemblan y sus ojos enrojecen.
── No...
── Por favor. ──Insiste── Si quieres insultarme, adelante. Si quieres sacarme en cara lo mala madre que he sido contigo, estás en tu derecho. Si quieres despreciarme, te dejaré hacerlo si con eso tendré algo de ti.
Mi corazón se acelera.
── Pensar así es...
── Malo, lo sé. ──Sus lágrimas se escapan── Pero es que ya no puedo más, no puedo no tenerte más. Sé que no fui el mejor ejemplo a seguir. Pero necesito a mi hijo.